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segunda-feira, 12 de julho de 2010

EL PARAÍSO DE LA LAGARTIJA IBÉRICA

Con los calores del verano, había cogido bien temprano la bicicleta para hacer una visita a los Barruecos. Un rebaño de vacas y terneritos en mitad del camino me hizo desistir del intento, pero me quedé observando unos buenos berrocales donde puede comtemplar y admirar estas simpáticas lagartijas. Aunque el G.P. es bastante inútil a la hora de distinguir entre lagartijas, pudimos reconocer después que los ejemplares que veíamos pertenecían a la lagartija ibérica o común. Las avistamos en grupos de dos o tres, reptando por las paredes casi verticales del berrocal en el que me encontraba tranquilamente, y buscando comida entre los líquenes y musgos secos.  

La lagartija ibérica. La podemos distinguir de la lagartija colilarga sobre todo porque la superficie de las escamas en esta última es bastante menos lisa que en la de la ibérica, y también porque suelen estar en hábitats distintos. La lagartija ibérica es amante de los roquedos, mientras que a la otra es más fácil verla en terrenos abiertos y con matorrales, como es frecuente de ver en la Sierra de la Mosca.
El mimetismo que consigue con el medio que la rodea es en ocasiones asombroso, hasta el punto que solo caes en su presencia cuando empieza a moverse con agilidad trepando por la roca. Como en otras lagartijas, su coloración es muy variable, y no es fácil distinguirla únicamente por esa característica

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