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sábado, 1 de agosto de 2015

DE VISITA A LAS TINAJAS (MARMITAS DEL RÍO TOZO)

En la fotografia superior, vemos una gran poza sea abre al pie de la foto, produto de la unión de varias marmitas. En el escalón superior, se ven las tinajas, más marmitas incipientemente conectadas entre sí. En la foto lateral, aspecto de la típica erosión torrencial sobre el granito, en varias marmitas en otro punto del río. En la fotografía de abajo, el amigo Natalio. en mono de trabajo,  mostrando con cara sonriente sus "tinajas". 

















  “Estoy seguro que no te arrepentirás”, repetía el amigo Natalio, conforme descendíamos al cauce casi seco del río Tozo. Una fuerte pendiente del terreno dejaba ver de cuando en cuando, entre las encinas, las rocas desnudas del lecho del río. Lo que parecía un riachuelo típico de la penillanura cacereña, como el Tamuja o el Magasca, se iba convirtiendo en algo más espectacular, cuando  grandes bloques de granitos fracturados iban sustituyendo a la pizarra y dejaban asomar formas de mayor empaque sobre el paisaje. Natalio y su familia llamaban al lugar “las tinajas”, un enigmático nombre que dudamos si figura en algún sitio y que resulta casi patrimonio de los pocos cazadores y ganaderos que conocen la zona. Conforme nos acercábamos al sitio íbamos penetrando en el cauce, sorteando tamujares espinosos y saltando sobre grandes granitos fracturados. El amigo Natalio brincaba como un gamo, mientras nos decía que solía ir a pescar a las pozas del río barbos y carpas cuando era pequeño. “Venía de pequeño a pescar y a bichear con mi tío, que era cazador, buscando jabalíes y cosas así”. Y es que Natalio tuvo una infancia distinta para los años noventa, viviendo en una finca relativamente aislada en mitad de una dehesa, en un momento en el que ya era difícil encontrar familias de pastores dedicados en cuerpo y alma al campo y que vivían alejados de los núcleos de población. Normal que alguien así se moviese con tal agilidad y que tuviese la maña que mostraba con el ganado, tumbando ovejas y ordenando cabras en un suspiro.
Poco después, el GP descubrió por qué el lugar era conocido como las tinajas. Un pequeño desnivel del terreno había propiciado sobre el terreno granítico la aparición de una gran poza natural, que en realidad eran tres grandes marmitas que habían quedado unidas por la erosión. Por encima de ellas, se veían las tinajas, unas peculiares marmitas que al contrario de lo habitual mantenían una parte de la pared del granito y tendían a cerrarse por su parte superior. En pleno verano  el río va seco pero el interior de las pozas albergaban agua  con una profundidad de más de metro y medio. Indudablemente, la visita en el invierno debe ser más espectacular, aunque para los amantes de la geología difícilmente se podrán ver las marmitas mejor que en esta época estival. Subiendo algo más el río, nos dábamos cuenta que el tamujar se hacía más espeso –había que tener cuidado con los jabalíes en lugares cerrados, nos decía Natalio- y que el granito era sustituido por la pizarra, mucho más común en los arroyos de la zona. Los bolos de granito eran sustituidos por típicos dientes de perro y estratos de pizarra y grauvaka.  Al tamujar le acompañaban ahora las espadañas y las cañas. Pero, ¿de dónde habrá salido todo este granito? Se preguntaba continuamente el GP y le prometió a Natalio que se lo explicaría todo al día siguiente.
Ya en casa, iniciamos nuestras investigaciones. El GP estaba completamente pez en la zona y tuvo que empezar por un simple mapa para saber dónde estaba. El río Tozo es un afluente del Almonte, al igual que el Magasca y el Tamuja, y comparte con estos ríos sus características más típicas: ríos muy encerrados en su cauce, socavando la penillanura pizarrosa, con caudal muy variable y  sometidos a un fuerte estiaje que hace que durante el verano solo queden grandes charcos en su lecho. En su confluencia con el Almonte, el río forma una posición estratégica que fue ocupada por población humana desde tiempos prerromanos (el poblado de Azuquén). Nosotros visitamos el río cuatro o cinco kilómetros arriba, cuando empieza su encaje en el terreno. Geológicamente, el terreno está predominantemente  ocupado por el alodomo extremeño, como suele ocurrir (pizarras, grauwakas y algún conglomerado) pero presenta la peculiaridad en esta parte de estar atravesado por un gran dique de pórfido granítico, con un espesor de unos doscientos metros. Este dique presenta una orientación parecida a la FAP, y se prolonga unos quince kilómetros en dirección SO-NE, arrancando desde las inmediaciones de Santa Marta de Magasca. Aunque no hemos analizado a nivel macroscópico ninguna pieza del granito, en algún lugar con fracturas frescas observamos que tenían una coloración bastante clara y amarronada por meteorización, con presencia de moscovita y pocos minerales oscuros.
 Y es por esta especial condición del dique granítico, que el río Tozo presenta estas características tan peculiares en su paso por Las Tinajas. El desnivel de terreno y la intensa fracturación del dique ha provocado la creación de estas hermosas marmitas en uno de los puntos del río, la más grande de todas ellas (una marmita de gigante), ocupando una poza de más de seis metros de ancho. Resulta interesante cómo en su escalón superior, varias marmitas (las propias “tinajas”) van comunicándose entre sí y están en proceso de erosión. En realidad el GP no tiene ni idea si estas marmitas se realizaron en momentos de una climatología más húmeda o si el processo continúa hoy en día, pero la roca da muestras de grandes crecidas del agua que inundan todas las marmitas. En conclusión, este es un lugar geológica y paisajísticamente bien interesante, desgraciadamente en fincas privadas en las que el acceso no siempre es tan sencillo como en nuestras visitas más cotidianas. Agradecemos aquí al amigo Natalio por haber hecho de estupendo guía en nuestra visita, y hablaremos todavía de él en las siguientes entradas (la visita no acabó en las tinajas, ni mucho menos).

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