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GUÍA DE FÓSILES DE CÁCERES

quarta-feira, 23 de março de 2016

CRUCÍFERAS SILVESTRES DE NUESTROS PARQUES

Bloody hell! higher than Juan...
   Muchas veces son las flores más cotidianas las que pasan más desapercibidas. Quizás por eso de que nos setimos más atraídos por la escasez que por la abundancia. Pero las tonalidades que ofrecen la familia de las crucíferas en nuestros campos, por no hablar de sus usos culinarios o medicinales,  merece que por una vez le dediquemos unas cuantas líneas. Porque seguramente que muchos habrán centrado su atención en grandes campos amarillos y blancos que pueblan los entornos cacereños  en esta (febril, fabulosa, fantástica, flipante) época del año, aunque después busquemos otras cosas por ahí. Y no solo eso: estas especies son tan agradecidas que no solo florecen en primavera, sino que también lo hacen aparatosamente durante el otoño, formando los típicos campos amarillos de noviembre. Por todo esto, es preciso que desgranemos algunos de sus secretos...
Las abejas se ponen las botas con la mostaza...
Las pequeñas vainas contienen las semillas de mostaza.
En primer lugar, las crucíferas se distinguen relativamente fácil del resto de congéneres por sus flores en forma de cruz, formada por cuatro pétalos. Eso lo convierte en un distintivo sencillo en muchas de sus especies. En segundo lugar, las crucíferas forman parte de nuestra comida cotidiana... hasta el punto que el GP las cultiva en su balcón, como es la rúcula (Eruca vesicaria). Y por último, cuando sales al campo, te encuentras con varias especies muy similares que no siempre son fáciles de distinguir. 
La primera especie de la que hablamos es la mostaza silvestre (Sinapis arvensis). Aunque es fácil meter la pata porque no siempre es sencillo distinguir las especies siguiendo tan solo la forma  y color de sus flores amarillas. 
Comunidades de ajo blanco, malva y mostaza.
En nuestros alrededores más próximos, forman auténticas espesuras en el parque del Príncipe, en conjunción con especies como el ajo blanco, o ella sola. La altura que alcanzan aquí llegan al metro y tapan a Juan. El que sean tan frecuentes en esta zona, tiene varias razones. En primer lugar, esta es una planta típica de baldíos. 
Rabanillos en las laderas del Marco.
Aunque se considera un mala hierba, tiene usos importantes como es la nitrogenización del suelo (se usa como barbecho) y también es interesante como forraje para animales. Cuando hace décadas el parque no estaba tan controlado, comunidades de esta especie ocupaban todavía más espacio del que ocupan hoy. El GP recuerda perderse entre ellas cuando era pequeño, allá por los años ochenta.    
Flores del rabanillo, que permite distinguir a los del clan familiar...
Otra especie muy común en nuestro entorno más próximo la constituye el rabanillo (Raphanus raphanistrum). Aunque aquí hay subespecies y variantes, bajo ese nombre se engloban las habituales florecillas blancas similares a la mostaza, y que también pueblan con frecuencia eriales y baldíos muy próximos a la ciudad. Estos rabanillos, al igual que la mostaza o el pan y quesito presentan formas parecidas y aparecen en las mismas zonas, siendo muy numerosas en el Olivar de los frailes o en las laderas de la Montaña y el Marco, por poner solo dos ejemplos. Las flores amarillas, igualmente presente por nuestros campos y típicamente otoñales, serían variantes o especies próximas del rabanillo.
   Y por último, volvemos al balcón del GP y dejamos también algún detalle de su rúcula medio silvestre. Lleva ya más de un año en el balcón y viene de segunda generación. Si decidimos cultivarla, tenemos que tener en cuenta dos cosas: que cuando salgan naturalizadas, son más picantes, y que cuando recolectamos las hojillas cercanas a la flor, tienen un sabor más fuerte. Para distinguir la rúcula de estas especies, el GP tiene una forma infalible aunque poco ortodoxa: basta con llevarse una hojita a la boca, limpiarla de algún bicho y masticarlas (todas suelen ser comestibles, de una forma o de otra): la rúcula tiene un sabor mucho más picante, mientras que el rabanillo es amargo y la textura áspera, por el carácter piloso de sus hojas.

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