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segunda-feira, 13 de junho de 2016

JUNIO FLORIDO: SAPOS, GARZAS Y CIGÜEÑUELAS EN LAS CAPELLANÍAS

Vaguada de una charca en las cercanías de los marrados (llanos de las Capellanías).
El imperio de las flores compuestas.


Cardos en plena floración entre la hierba seca.
La primavera se resiste a dejarnos. Se esconde en las zonas umbrías, se refugia en las vaguadas encharcadas de invierno, ahora sin agua pero todavía llenas de humedad. Esa es una zona estupenda para que las compuestas y distintos tipos de cardos pueblen a sus anchas y todavía den a muchos prados un precioso color amarillo, que nada tiene que ver con el secarral veraniego. Muchas de ellas llevan floreciendo desde mayo, pero ahora están sin competencia de leguminosas o de las borrajas y destacan mucho más. Eso sí, ya no hay las alfombras verdes de abril o mayo. Solo manchas verdes que precisamente por lo escasas que son, llaman más la atención cuando tienes la suerte de atravesarlas con la bicicleta. 
En cauces secos de arroyos es fácil ver anfibios como el sapo corredor.
Las garzas huyen rápidamente en cuanto notan nuestra bicicleta.
    Afortunadamente, en los llanos de las Capellanías, entre charcas y vaguadas, la naturaleza todavía no ha caído en el letargo veraniego. Los sitios anegados de invierno, los arroyos crecidos del invierno, que obligaban a bajarte de la bicicleta ya no están. En su lugar, las extensas manchas de hierba fresca y barro todavía húmedo, se convierten en refugio de algunos anfibios. Otra vez, los sapos corredores se ven con facilidad entre el barro que empieza a cuartearse por el calor. 
      En estas condiciones, las charcas y sus alrededores ahora acumulan una enorme cantidad de comida en forma de insectos, cangrejos, lombrices y anfibios,  y se convierte en parada obligatoria para muchas zancudas. De esta forma es relativamente fácil toparnos con garzas, cigüeñas blancas y cigüeñuelas, como las de las fotos, tomadas de la charca de la torre, a unos diez kilómetros de Cáceres con la bicicleta... Allí tuvimos la suerte de ver una bonita garza que todavía aguantó unos pocos segundos nuestra presencia antes de levantar el vuelo. Todo lo contrario a una pareja de ruidosas cigüeñuelas, inquietas por el GP, pero sin esquivarnos.  
Nuestra amiga la cigüeñuela, emitiendo sus típicos ruidos.

Las cigüeñuelas son menos asustadizas, pero más ruidosas cuando detectan algún peligro. Aquí, con un galápago.


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