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quinta-feira, 23 de agosto de 2012

DE ORONJAS CON EL TÍO PICHI

     
        En nuestra visita estival a Piornal no podía faltar una salida con el tío Crispín, o el "tío Pichi", como lo ha bautizado Juan en su lengua de trapo. Cuando invitó al G.P. a buscar setas la tentación era demasiado grande como para no caer en ella. Por otro lado el GP, en su total ignorancia, no sabía que pudieran darse tantas setas en verano como para salir a llenar cestas. Sin embargo un par de días de lluvia invernal que pasaron a mitad de mes habían hecho el milagro. Un poco de humedad y mucho sol: bastaba eso para desperezar a las oronjas de su letargo y poder disfrutar de ellas.
       Pero para eso había que buscarlas y encontrarlas; esa tarea que me parecía fácil resultó ser la más complicada. Menos mal que el tío Pichi posee un olfato especial para las setas y nos llevaría por el buen camino. Bajamos a unos castañares situados en el valle del Calderón, y empezamos a buscar pacientemente. Paseando de terraza en terraza,  yo miraba desolado hacia el suelo de erizos sin encontrar rastro de una pobre seta, y el tío Pichi recomendaba: "inspecciona el terreno", "mira los desniveles, las irregularidades del suelo", y de pronto, se detenía, observaba hacia un montón de hojas de castaños, y empezaba cuidadosamente a removerlas. Entonces un enorme boleto salió como por arte de magia. "Este no se come, es parecido al boleto de Satanás". A partir de ese momento empezaron a salir las oronjas. Enterradas todavía en el suelo, cubiertas por las hojas, no escapaban al sexto sentido del tío Pichi. Ya fuera un "huevo" enterrado, una oronja en toda su belleza o las setas ya arrugadas, todas iban cayendo bajo la mirada de mi compañero experto. Incluso un delicioso Boletus edulis cayó en nuestra bolsa. Parecía que el olfato del G.P. para los pedruscos se hubiese convertido en el don del tío Pichi para las setas, y lógicamente le daba mucha envidia y llegaba a sentir cierta humillación. Después de un par de otoños cazando setas, pensaba que algo se había avanzado al respecto, pero aún le queda al GP mucha sabiduría micológica por aprender...
      Nos quedaba contemplar la majestuosidad de la oronja y su delicada belleza. Los ejemplares no atacados por parásitos ni resecos por el calor presentaban un vivo color anaranjado y un porte elegante que personalmente para el GP no tiene muchos rivales en el mundo de las setas. Según el tío Pichi, esa propia belleza la hace precisamente inconfundible con otras setas venenosas. Tan solo la Amanita muscaria puede presentar alguna similitud cuando esta seta pierde su color rojo característico y sus peculiares pintas blancas. Sin embargo, la oronja o Amanita caesarea es totalmente naranja, mientras que las láminas y el tallo de la amanita tóxica son completamente blancos. Nuestra salida se completó con una veintena de estas setas, que permitieron hacer un estupendo guiso a la suegra Carmen, para nuestro deleite. 
 
El tío Pichi mostrando un enorme boleto no comestible. El GP tiene la certeza de que a este hombre le sueltan en el campo y sobrevive un invierno entero de lo que se encuentra en sus paseos.

Dos setas que al final pudo encontrar el GP por sus propios medios y sin contar con la vista del tío Crispi. Se ve cómo las setas luchan por salir de la capa de hojarasca, pero muchas veces pueden tener su ciclo vital cubiertas por las hojas.
 
 
Un precioso boleto comestible en las manos del tío Pichi. Según nuestro distinguido micólogo, un ejemplar raro para estas épocas del año.
 
Un "huevo" de amanita caesarea. Este estadio temprano de la seta es el más apreciado para aquellos que disfrutan del sabor de la oronja. También se hacen los más difíciles de reconocer en el terreno: ayuda siempre que junto a una amanita seca o madura, pueden encontrarse huevos en las cercanías, como ocurre con otras muchas setas que forman anillos.
 
Nuestro botín. Multitud de oronjas y un boleto. Las cerezas están ahí para que nadie se equivoque de la procedencia: el valle del Jerte.
 
Mi muy distinguida suegra Carmen, preparando las setas. Su receta es sencilla: las setas en la sartén junto a un poco de pimientos secos, ajo, aceite y una pizca de harina para espesar el jugo de las setas. Estas setas, por otro lado, se pueden comer crudas en ensaladas y están deliciosas (para el paladar del GP).  

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