Durante el pasado verano el GP tuvo la afortunada ocasión de reconocer un par de especies que no se dan por nuestros lares cacereños, aunque ciertamente disfrutemos de familia cercana. La primera que tuvimos ocasión de reconocer, tras algunos años de ausencia, fue la rana roja o rana bermeja. Como recordarán quienes sigan el blog, el pariente extremeño de este anfibio es la rana ibérica o rana patilarga, a la que también hemos visitado este verano. En realidad, para aquellos que no tengan vista aguda y conocimientos herpetológicos, les resultarán ranas sumamente parecidas. Tan solo el enorme tímpano de la rana roja y unas líneas dorsales más marcadas podrían dar alguna pista para diferenciarlas.
Fuimos a su encuentro a nuestro lugar predilecto en las afueras de nuestra aldea, con pastos húmedos y el lecho de un arroyo enlodado (lugares óptimos para encontrar esta preciosa rana). Desgraciadamente, cuando llegamos al cauce, el GP no se dio cuenta que su sobrina Rosa se estaba poniendo de barro hasta las orejas, y que su cuñado Eduardo se estaba poniendo nervioso con tanto lodo. Entre cazar la rana y salvar a Rosa del lodo el GP tuvo que optar a regañadientes por lo segundo, pero después de poner a la sobrina a salvo tuvimos tiempo de localizar de nuevo a nuestra esquiva amiga y hacerle la foto que tienen arriba. Rosa, por cierto tiene pánico a estos animalitos desde que una ranita meridional le saltó a la boca: fue verla allí y empezar a llorar.
. Nadie espere que la rana esté ahí esperando a nuestra fotografía. Habitualmente está escondida en la hierba o mimetizada con la tierra húmeda: el entorno de abajo es el más propio de este anfibio.
Nuestro paraje favorito para localizar esta rana, entre Gustei y Vilarnaz.
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