Tras muchas plegarias a los Dioses, por fin las lluvias descargaron ayer en Cáceres. Para reconocer el evento, el GP subió a la Montaña a primera hora de la mañana. Un viento cortante y cargado de humedad sacudía con fuerza los olivos y las encinas, y nos recordaba una sensación largamente olvidada: el frío. En el horizonte cercano, Cáceres bañado todavía por el sol de la mañana. Algo más allá, la oscuridad de la lluvia. Fue volver a casa y empezar a llover con fuerza, abrir todas la ventanas para cargar la casa de las fragancias de la tierra mojada, y poco después, salir a disfrutar con Juan de "lagos" y "ríos" (es decir, el agua corriendo calle abajo junto a los bordillos y anegando las cloacas). En nuestra salida visitamos unos cuantos parques de la ciudad -unas veces andando, otras con el coche-, y cuando por fin escampó, a media tarde pudimos disfrutar de la simpática salida de unos animalitos amantes de la humedad: los caracoles. Decenas de ellos pululaban tranquilamente en los bordillos del parque del Perú, en pleno centro de la ciudad. Como nosotros, estaban deseando que cayeran unas gotas para celebrarlo. Solo que ellos salieron en masa por todo lo alto y se dieron un festín de finas hierbas para conmemorar el día... Quizás el GP tenga algo de caracol que desconocía anteriormente.
Los caracoles buscándose entre la hierba.
En otra parte del parque del Peru, y sobre la misma arena, surgían un gran número de hongos del tipo Geastrum o Escleroderma. Con tanto caracol ya no tuvimos tiempos de deternernos a examinarlos tranquilamente.
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