quinta-feira, 26 de julho de 2012

CRUZIANAS EN EL POLVORÍN DEL PASEO ALTO

           La cuarcita armoricana emerge en las cercanías del antiguo polvorín del Paseo Alto.

        Hace algún tiempo, el G.P. distinguió unas aparentes cruzianas en el museo natural que constituyen los muros del Cáceres antiguo. Pero necesitaba lógicamente la corroboración de campo de que estos icnofósiles se daban realmente en nuestra zona. Por más que estuvimos revolviendo la cuarcita armoricana de aquí para allá, jamás nos encontramos con ningún ejemplar hasta que casualmente nos topamos con una en el Paseo Alto hace unas pocas semanas. Naturalmente, seguimos investigando Juan y yo hasta que por fin nos encontramos con la corroboración definitiva: un interesante ejemplar en el que varios rastros de cruzianas se superponen entre sí y crean sus típicas formas hechas al azar, como si de piezas de puzzle se tratara.
      El descubrimiento de esa última pieza devolvió al G.P. a su estado de niñez, en el que la sorpresa era la orden del día y no un lejano sentimiento que nos visita de cuando en cuando. Esto le hace recordar todos los elementos que intervinieron en el descubrimiento (aquí advierto que nos ponemos sentimentaloide). Una suave brisa del oeste agitaba los eucaliptos y hacía olvidarnos del calor asfixiante del verano. De cuando en cuando, el viento dejaba escucha bandadas de abejarucos canterrujeando por encima de la copa de los árboles. Mirando al frente, el cerro se corona con el antiguo polvorín, símbolo de una lejana guerra civil. Las ruinas del cuartel evocaban lastimosamente ese poema de Quevedo "miré los muros de la patria mía..." y daban un toque artificialmente romántico al lugar. Y finalmente, ante mis ojos y bajo mis pies, las cuarcitas, nuestra meta definitiva. Perennes, siempre presentes, superando épocas geológicas enormes y crisis financieras efímeras. El G.P., pacientemente, examina las superficies de las rocas, levanta una detrás de otra del suelo terroso, y como siempre, cuando la búsqueda parecía acabar en un fracaso total, distinguimos la forma de la preciada cruziana en uno de los bloques de cuarcita. Doy saltos de alegría, hablo conmigo mismo y recorro con los dedos las formas dejadas por animales marinos hace cientos de millones de años. "Qué suerte, qué suerte...". En la alegría casi no me doy cuenta que mi dedo sangra tras haber intentado partir una cuarcita como un primitivo homo erectus. Pero da igual. Como podría haber dicho Aristóteles: bienaventurado el hombre que recupera la sorpresa ante el mundo porque siente que la vida recupera su más profundo sentido. 
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  La primera cruziana que me encontré en compañía de Juan.
El pedrusco de cruzianas que me hizo dar saltos de alegría. Tanto para tan poco, podrán pensar. Pues así es.

Recreación de unos trilobites dejando un rastro en el fondo del mar. Este será el origen de los icnofósiles conocidos como cruzianas, semejantes a los del Paseo Alto.

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