Panorámica del valle del riachuleo Villoluengo desde la N-630.
Esta visita tiene cierta historia por detrás, pero antes vamos a situarnos en el mapa. El arroyo Villoluengo es un pequeño riachuelo que se atraviesa por la antigua N-630, a unos 25 km. de Cáceres y justo en el momento en que iniciamos el descenso hacia el valle del Tajo. Ahí irrumpe este arroyo formando un valle sumamente encajado y que discurre atravesando los límites del batolito de Cabeza de Araya. Desde que era muy pequeño tenía conocimiento de ese arroyo, porque en nuestros viajes a Galicia, siempre pasábamos por ese paraje y me quedaba ensimismado mirando el paisaje pedregoso y el cauce seco del arroyo en el verano. Veinticinco años después, el GP tiene ocasión de visitarlo de nuevo, esta vez a pie. Y claro, hay muchos cambios. La línea del AVE ha marcado una cicatriz sobre la cabecera del valle, hay señales indicadoras de la Ruta de la Plata, y por encima de todo, estar sobre el terreno te muestra cosas que no veías fugazmente desde el coche de tus padres. Ahora es invierno, ha llovido en abundancia y lo que recordaba que era un arroyo miserable, se transforma de repente en un torrente que recuerda más a los de las montañas del norte que a los de la penillanura cacereña. Merece la pena acercarse hasta aquí para verlo en estos días. Cuesta creer que en pocos meses este paraje se convertirá en una estepa abrasadora: conviene recordar que esta zona del valle del Tajo es uno de los lugares más calurosos y con menos pluviosidad de toda la región.
Respecto a la conservación del lugar, está en un término extraño entre lo inaccesible y lo degradado. Numerosas escombreras de las obras cercanas de la carretera, el AVE o la antigua vía del tren han ido a parar al valle, aunque afortunadamente son la inmensa mayoría rocas graníticas y arenas. Por otro lado, apenas hay caminos -o el GP todavía no los conoce- para acceder a aquellos lugares más interesantes -marmitas, fallas o rupturas del granito etc...-, y a veces hay que contentarse con verse un poco a la distancia, especialmente en invierno (las rocas son sumamente traicioneras en esta época por el musgo y GP estuvo a punto de despeñarse). Prometemos volver en verano o primavera.
Sobre qué podemos encontrarnos allí: para el aficionado a los minerales podrá encontrar enclaves pegmatíticos muy ricos en mica moscovita, así como los otros típicos: cuarzo y turmalina. La vegetación está marcada por algunas especies típicas de las riberas, como mencionamos abajo. Por último, es muy fácil divisar martines pescadores o mirlos acuáticos. El primero, basta detenernos un poco para ver cómo su sombra azul atraviesa el entorno como una flecha y desaparece con la misma rapidez con la que ha aparecido.
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Respecto a la conservación del lugar, está en un término extraño entre lo inaccesible y lo degradado. Numerosas escombreras de las obras cercanas de la carretera, el AVE o la antigua vía del tren han ido a parar al valle, aunque afortunadamente son la inmensa mayoría rocas graníticas y arenas. Por otro lado, apenas hay caminos -o el GP todavía no los conoce- para acceder a aquellos lugares más interesantes -marmitas, fallas o rupturas del granito etc...-, y a veces hay que contentarse con verse un poco a la distancia, especialmente en invierno (las rocas son sumamente traicioneras en esta época por el musgo y GP estuvo a punto de despeñarse). Prometemos volver en verano o primavera.
Sobre qué podemos encontrarnos allí: para el aficionado a los minerales podrá encontrar enclaves pegmatíticos muy ricos en mica moscovita, así como los otros típicos: cuarzo y turmalina. La vegetación está marcada por algunas especies típicas de las riberas, como mencionamos abajo. Por último, es muy fácil divisar martines pescadores o mirlos acuáticos. El primero, basta detenernos un poco para ver cómo su sombra azul atraviesa el entorno como una flecha y desaparece con la misma rapidez con la que ha aparecido.
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Puente de la N-630. El agua ha excavado profundas grietas sobre el granito, ya diaclasado previamente.
Las fallas en la masa granítica provocan pequeños saltos de agua y la aparición de las típicas marmitas creadas por la erosión de los materiales.
La vegetación de ribera está también presente, aunque de forma discreta. En un lugar especialmente húmedo de la ladera, en el que manaba agua hasta la superficie, nos encontramos una auténtica alfombra de "pamplinas" o "maruxas"; una excelente planta consumida en el norte que nos vale para deliciosas ensaladas y que el GP nunca había visto por los alrededores.
También son característicos de la zona los tamujares, arbustos que constituyen la última línea de la vegetación de ribera, capaces de soportar fuertes estiajes durante una parte importante del año. Son típicos de encontrar por la zona, así como en las zonas bajas del embalse de Alcantara, donde las aguas solo están presentes por algún tiempo. En invierno presentan estas coloración violácea, fácilmente distinguibles de las retamas predominantes.
A nivel geológico, el área forma parte del batolito de Cabeza de Araya, pero litológicamente presenta curiosidades que hacen la erosión del terreno todavía más compleja. Las masas graníticas están atravesadas por filones de granito muy fino y ocasionalmente también por enclaves pizarrosos, , cornubianitas, filones pegmatíticos o cuarcíticos, de diferente resistencia al terreno y que permite crear formas curiosas como este enorme bloque de granito erosionado por dentro por la presencia de un granito de grano fino que no aguanta tan bien el impacto de las condiciones climatológicas. Eso a su vez ha provocado la creación de taffonis y otras marcas en el granito superior.
Sólo conozco parte del tramo que va del puente de la N-630 al embalse. Una visita de primavera y, como bien dices, la zona era una olla. Lo del Mirlo acuático es muy interesante.
ResponderEliminarFeliz año.
Este año va bien lleno de agua y merece la pena ver el arroyo sorteando las rocas. Y lo del mirlo, a mí me llamó la atención, pero no encontraba otro pájaro con el que identificarlo. Un saludo!
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