Puntos azules: mineralizaciones remarcables. Círculo verde: zona con interés botánico.
Esta última primavera el GP ha salido con bastante frecuencia por esta zona de la ciudad, que vendría a ser su límite noroeste y creemos que ya podemos esbozar una ruta interesante que por supuesto, muchos conocerán ya y que es muy frecuentada por senderistas y paseantes cacereños. El recorrido es bastante sencillo: dura unos cuatro kilómetros, aunque ciertamente se camina por senderos algo empinados. Podría empezarse desde la rotonda de la ronda norte hacia el Casar, iniciando allí el ascenso hacia la sierra de Aguas Vivas por un estrecho sendero que viene marcado por la zanja de la Ronda Norte y una finca particular (hay que tener algo de cuidado porque no hay valla alguna que nos cuide de la creciente altura de la zanja). De allí subimos al monte de Aguas Vivas, siguiendo los estrechos senderos disponibles, siempre bordeando las fincas privadas. En esta zona son de especial interés unos afloramientos rocosos de estructura brechoide, que se intercalan en la formación de la cuarcita armoricana, y por supuesto, filones de cuarzo cristalizado. Aquí también es donde se han localizado anatasas acompañando al cuarzo, aunque el GP reconoce que solo las ha visto en una ocasión, oh desgracia. Es llamativo que hasta podemos toparnos con lugares más despejados que han sido usados directamente por buscadores de piedras, por los restos que encontramos (cuarzos partidos, y hasta alguna brocha limpiadora).
Al final del monte, y ya descendiendo, el sendero tropieza con otra finca y se desvía hacia la derecha. Si nos percatamos en el suelo o en las rocas de los muros, podremos darnos cuenta que los afloramientos rocosos corresponden a conglomerados ricos en cuarzo, muy compactos y de edad precámbrica. Acompañan ocasionalmente a las pizarras y esquistos del alodomo extremeño y esta es la única zona donde podemos encontrarlos. Seguimos bajando hasta llegar a un pequeño valle adehesado y con un regato habitualmente seco -no siempre-, poblado con cañas y chopos. Tras cruzar el riachuelo, el camino vuelve ascender hasta llegar a una bifurcación en el que tomamos el camino de la izquierda, para ascender al cerro Otero. Esta es la zona más interesante a nivel botánico, por la cantidad de hongos muy diversos (paneolos, amanita panterina, cortinarios, estrellas) desde el otoño hasta la primavera, y orquídeas (serapias, orchis y ophrys, al menos cuatro especies, entre marzo y abril). Evidentemente en verano solo hay cardos corredores, pero llama mucho la atención que en esta zona la primavera se prolongue alguna semana más que en el resto, formando a veces una mancha verde entre el pastizal seco (quizás por la orografía y la composición del suelo, que es más fértil que en el resto de la zona).
En la subida nos encontramos de nuevo con afloramientos rocosos interesantes: el camino atraviesa cerca de la cima estructuras brechoides, pero en este caso su cemento es muy rico en óxidos de hierro, produciendo mineralizaciones atractivas de hematites, en forma globosa. Guarda aún más interés y cierto misterio los materiales que encontramos en un muro alto al lado derecho del camino, donde aparecen (sin que lo espere el visitante) mineralizaciones de cuarzo y dahlita (apatito masivo, palmeado), acompañados también de minerales de hierro, que corresponden más bien al área de contacto del batolito con el sinclinal a un par de kilómetros de distancia, pero de los que no conocemos su procedencia a ciencia cierta, porque vienen acompañados de cuarcita. Recorrer ese muro es casi visitar un museo dedicado a estos minerales, y merece la pena.
Ya en lo más alto del cerro Otero, entramos en una zona más poblada y nos dirigimos hacia la izquierda para llegar hasta el depósito de agua. En las zonas más adehesadas y limpias, podemos tener la suerte de toparnos con un suave manto de narcisos pálidos entre febrero y marzo, con sus características flores amarillas. Los afloramientos rocosos que dominan toda esta zona de cumbre, son cuarcitas, aunque no la armoricana, según los mapas del IGME, sino de época silúrica. Nuevamente aparecen a veces estructuras brechoides, pero sin duda lo más relevante es el yacimiento fosilífero que se abre al iniciar el descenso de la ronda norte, a mano derecha. Se trata de unos bloques cuarcíticos con algunos estratos particularmente ricos en restos fósiles o icnofósiles, que le dan a la roca el aspecto de un queso gruyere, pero del que no podemos desgraciadamente extraer identificación (presumiblemente pueden ser restos de braquiópodos, pero es una mera conjetura). Igualmente, en los muros nos hemos encontrado restos de cruzianas, pero no hemos podido localizar su punto de origen. Los cuarzos cristalizados son igualmente abundantes en este punto, si buscamos bien. De aquí bajamos ya a la Ronda norte, atravesando cuarcitas con vetas de cuarzo que suelen rezumar agua en invierno. Ya en la base, terminamos el paseo el la ronda norte con su habitual desfile de estratos de cuarcitas, pizarras, ampelitas y rocas areniscosas, y con sus restos fósiles de braquiópodos y graptolites. Pero de eso ya hemos hablado otras veces.
Sem comentários:
Enviar um comentário