El pobre Juan intentando sacar el carro del atolladero en el que lo ha metido.
Juan, atado al carro e intentando acercarse inútilmente a la flor de los cardos. El pobre todavía no sabía lo que pinchan.
Paseando por las cercanías de la ronda Norte el G.P. se encontró en estas últimas semanas de primavera algunas flores típicas de finales de junio: zarzamoras, achicorias y cardos cabreros. Toda una dolorosa lección de botánica para Juan, porque achuchaba las zarzas o las flores de los cardos igual que las margaritas. Muy posiblemente las zarzamoras debían ser antes mucho más numerosas por toda la ciudad, pero basta una tapia desgastada o alguna ruina para que estas colonizadoras se infiltren por cualquier parte. Las zarzas nacen en cualquier lugar con un mínimo de fresco o humedad y donde puedan trepar con facilidad. Por eso son frecuentes en cercas, estanques o charcas o la misma tapia que aparece en la foto. Respecto a las otras dos especies, son bastante frecuentes en muchos puntos del entorno de la ciudad. La achicoria, en concreto, puede darse sobre cualquier terreno y varía mucho su tamaño: puede alcanzar casi medio metro hasta levantarse unos pocos centímetros del suelo. En cualquier caso, sus bonitas flores azules están aseguradas para cualquier curioso que se detenga a contemplarlas.
Flores de zarzamora que después dan su apetitoso fruto. Desgraciadamente en esta zona el polvo en el verano es tan abundante, que necesitamos lavarlas antes de cualquier intento de llevarlas a la boca.
Vistosas flores del cardo cabrero, fácil de ver en muchas partes de la ronda norte. Suele crecer al lado del pavimento, aprovechando la humedad que se mantiene bajo el mismo.
Flor de la achicoria. Con la que está cayendo, uno se pregunta si volverán tiempos tan malos en los que tengamos que usar las raíces de esta planta como sustituto del café. Hasta ahora, no pasa de ser una infusión aconsejada por muchos dietistas por sus valores medicinales.