sexta-feira, 30 de dezembro de 2011

SENDERUELAS Y POSTES DE LA LUZ EN LAS CAPELLANÍAS


                  Típico aspecto de la senderuela: láminas crema y espaciadas y pie coriáceo.
Un buen champiñón en Valcajarillo.

   Un champiñón asolado por las heladas de diciembre.

     Con el Señor del Frío llamando a las puertas de enero, la temporada de setas ha tocado a su fin incluso en una zona más templada como la nuestra. Las heladas mañaneras han dejado las narices del G.P. congeladas y los campos que visitamos se despejan de las flores otoñales y de nuestros apreciados hongos. Y aunque el invierno nunca es demasiado largo en nuestra comarca, se nota su presencia. Pregúntenselo a las avefrías, chorlitos y demás compañeros que pululan por cualquier pastizal de los alrededores de Cáceres.
     Decíamos que este iba a ser nuestro último mensaje setero de la temporada, y lo hacemos mostrando alguna de las setas más comunes de nuestros campos: las senderuelas (Marasmius oreades) y los champiñones silvestres. Sobre la primera, podemos aclarar diciendo que es fácilmente reconocible por las láminas de su sombrero muy espaciadas (en otras muchas setas están más apretadas) y porque el pie es mucho más resistente de lo que aparentemente parece: podemos retocerlo sin que se rompa, y es extremadamente fibroso, como pueden apreciar en la fotografía. Esta pequeña seta tiene seguidores en el campo culinario, pero parece ser que los atracones de estas setas tampoco son muy recomendables. Como mandan los aristotélicos, se impone la moderación y el justo medio en su consumo... Estas imágenes proceden de los prados cercanos a la vía del tren Cáceres-Plasencia, pasadas las Capellanías.
    Los otros setoncios que el G.P. descubrió en sus paseos fueron champiñones silvestres (agaricus campestris), muy comunes en nuestros campos. Respecto a los champiñones silvestres, estas setas resisten todavía las primeras heladas y todavía a finales de diciembre es posible encontrarse con alguna seta despistada que es capaz de levantar la tierra helada y salir a la superficie. El champiñón que sostiene la mano del G.P. está ya pasado, con el sombrero totalmente abierto y las láminas ennegrecidas: según los gourmets, ya no es demasiado sabroso para ser consumido.   
    Y por último, el G.P. descubrió setas de cristal, que crecen en postes de madera y con sombrero esférico. Si se encuentan alguna de estas setas, absténganse de consumirlas. Pueden dejarse la dentadura en el intento o sufrir una indigestión de aúpa. Úselas de geniales pisapapeles, adorno casero o de arma arrojadiza contra el político de turno o la suegra impertinente. Feliz año 2013.

Postes de la luz caídos en las cercanías de la casa de Valcajarillo, más allá de las Capellanías.

quarta-feira, 28 de dezembro de 2011

VOLVARIELLA SPECIOSA EN LOS CASTELLANOS


       El G.P. retoma la actividad de nuestro blog después de este parón técnico de varias semanas, y lo hacemos con dos últimos mensajes destinados al reino fungi, producto de nuestras investigaciones del último mes. En este caso, tenemos una de las setas más elegantes que podemos encontrar por nuestros alrededores, muy común en prados y parques: la Volvariella speciosa. Estas de aquí aparecieron en el resto del antiguo olivar que cubría Los Castellanos y que se mantiene junto al hotel Quinto Centenario. Sin embargo, el G.P. las ha contemplado en el parque del Príncipe y en los prados de las Capellanías, así que presumiblemente estarán en otras muchas partes de las cercanías de la ciudad.   
       Para un ignorante como el G.P. en estas lides, el relacionar esta altanera seta con la familia de las amanitas reservaba un problema: no encontraba ni anillo ni volva envolvente, tan típica de este grupo. El anillo desaparece en muy poco tiempo, y la volva de la que nace la seta es alargada y poco abultada, frente a otras amanitas típicas. Por eso nos puede confundir un poco al encontrarnos con estas setas, que asociamos quizás con lepiotas o cualquier otra cosa. Sobre sus propiedades culinarias, dicen que no se puede comer cruda, pero que una vez cocida pierde su veneno. Dicen los entendidos... En cualquier caso, si no se la van a comer, no la tumben.Es demasiado hermosa para verla destrozada por los parques. Y si van a buscarla, mejor esperen hasta el próximo otoño.

Se aprecia aquí la pequeña volva envainante de la que parte el tronco de la seta.

sexta-feira, 9 de dezembro de 2011

LEPISTAS Y LEPIOTAS EN LA DEHESA DEL JUNQUILLO



       Hacía algún tiempo que no salía el G.P. con la bicicleta, y el puente de diciembre nos ha permitido al menos un pequeño respiro para mover sus neumáticos entumecidos. Así que nos fuimos a la dehesa del Junquillo y aparte de observar la abundante basura -suponemos que del día de las castañas- y escuchar a los carboneros, pudimos el placer de observar las setas más resistentes a los primeros fríos del invierno. Como además nuestros medios fotográficos son nefastos y no podemos fotografiar nada que se mueva y esté a menos de dos metros, en lugar de seguir a los carboneros de árbol en árbol, el G.P. se contentó con quedarse bajo ellos a buscar setas, que es la única ocupación que tenemos últimamente.
    Las macrolepiotas estaban ya en las últimas, mientras que todavía quedaban unos cuantos champiñones silvestres. La que sin embargo abundaba debajo de cada encina, y se elevaba bajo el estiércol de las vacas, era la lepista pura o pie azul (o al menos eso cree el G.P.). Esta es una seta que crece más cerca del invierno que las demás y que además aguanta más o menos bien las heladas. Así que no fue difícil encontrarnos multitud de ejemplares de distintos tamaños. Como distintivo, aparte de ese carácter ondulante del sombrero, el pie azulado que da nombre a dicha seta. Cuentan los entendidos que la seta es comestible, pero que mejor cocerla antes. Nosotros, como siempre, preferimos el placer visual al culinario.

Una lepiota alta y con el sombrero completamente abierto y con el anillo bien vistoso. En estas circunstancias, las lepiotas pierden su interés culinario y no están ya tan frescas para el consumo.

El característico sombrero de las lepiotas con sus escamas oscuras desplazándose del centro.

Vista de la dehesa en diciembre. Entre los árboles y las vacas, una bicicleta está echándose la siesta mientras
su dueño busca bichos y setas.

sexta-feira, 2 de dezembro de 2011

RÚSULAS Y OTRAS SETAS...

                                          Rúsulas, creciendo entre la acícula caída de los pinos.


                                            Setas de chopo creciendo alrededor del árbol.
     
       Con medios precarios, el G.P. se ve obligado a seguir esta bitácora cueste lo que cueste. Y en esta ocasión seguimos con nuestros descubrimientos otoñales favoritos: las setas. Si una cosa tiene buena el parque del Príncipe para esto, es que por la presencia de distintas especies de árboles (pinos, chopos, praderas)  el número de diferentes hongos también se hace más elevado. Mientras el G.P hacía sus fotos correspondientes con una miserable cámara de vídeo, una pareja de señoras buscadoras de setas se acercó a nosotros y empezaron a hablarnos del tema. Nos aseguraban que habían recolectado níscalos, lepiotas, boletus aereus y otras bondades de la naturaleza en el parque y alrededores. "Las lepiotas de aquí", decían, "mejor dejarlas crecer más, no vaya a ser que nos toque alguna mala". Lo que no podía entender es su afán destructor sobre cualquier hongo que no fuera comestible. Como si las setas solo valieran por su bondad hacia el sentido del gusto y no de la simple vista...
    En dicha salida, dos setas llamaron poderosamente nuestra atención y la de nuestra patética cámara: las rúsulas y las setas de chopo. La primera aparece en los pinares y en realidad es una familia entera de setas, con multitud de especies. Aunque no demasiado altas, son muy hermosas por los colores rojizos que presentan, en contraste con su interior amarillento. Desgraciadamente, y como cualquier micófago sabe, buen número de ellas son intragables para el paladar.
      Nuestra otra seta, la seta de los chopos, se distingue fácilmente porque crece únicamente al lado de ese árbol. No sabemos si parasitando o suponemos que "micorrizando" el mismo (fascinante término con el que hablamos de una simbiosis entre ambas especies), y esta sí es mucho más buscada no por su singular belleza sino por sus propiedades culinarias. En cualquier caso, verla crecer en las raíces o en algún hueco del tronco del árbol es algo siempre hermoso.

Otra maravilla digna de verse.

                         ¿Por qué el otoño tiene que ser triste? Las hojas ofrecen buena diversión.

segunda-feira, 21 de novembro de 2011

MINERALES DE CÁCERES: PIRITAS

Detalle de cubo completamente seudomorfizado de pirita sobre una pizarra en las cercanías de "Los Castellanos"

Doble cubo de pirita sobre roca granítica (extraído de las zanjas de la autovía al oeste de Aldea Moret), aumentada con el microscopio electrónico (x40)

       He aquí una entrada que el G.P. se debía así mismo hace muchísimo tiempo, y es una entrada destinada a los amantes de pedruscos más pequeños -si hay alguno al que llegara este blog-. En cualquier época, encontrar una pirita era la tarea fundamental de cualquier coleccionista que se preciara y para mí, cuando empecé a cultivar mi amor por los pedruscos era un auténtico reto. La pirita, por su brillo metálico, su color dorado y su cristalización cúbica, y tambien por su relativa frecuencia, es desde siempre una de las reinas de cualquier colección de minerales amateur. Pero yo no tuve suerte con mi ciudad: Cáceres no tenía ni por asomo ninguna pirita que se preciara (y eso que en la región no faltan buenos ejemplares) y yo pasé algún año de mi infancia rompiendo piedras solo para ver si contenían el preciado mineral. Tan solo una vez, en el parque del Príncipe y cuando este vivía sus horas más bajas a mediados de los ochenta, me encontré una pizca de pirita dorada en mitad de un cuarzo. Durante años guardé esa pieza como si de auténtico oro se tratara.
      Pasó el tiempo, y transcurrieron trece años fuera de Cáceres en los que naturalmente aquella pieza se perdió. Cuando volví, jamás se me ocurrió ya salir a buscar piritas, pero ahora han ido apareciendo en cantidades mínimas por distintas partes de la ciudad en nuestras salidas. Y dada la popularidad que tienen, las comentamos brevemente. Piritas frescas como tales, tan solo hemos encontrado en los granitos al este de Aldea Moret, salpicando rocas graníticas de aspecto verdoso, y formando pequeños cubos dorados de un par de milímetros, reconocibles a simple vista. Piritas sometidas a seudomorfismo y oxidación aparecen sin embargo en número más apreciable en distintas partes de nuestros alrededores. Son relativamente frecuentes en algunos estratos pizarrosos y cuarcíticos silúricos en Los Castellanos, al oeste del sinclinal, y también en algunos filones de cuarzo del parque del Príncipe. Hemos comentado también la presencia de pizarras piritiferas en plena parte antigua. Y por último, en los estratos de cuarcitas y areniscas oscuras ferruginosas del Portanchito podemos encontrar también cubos oscurecidos y transformados en limonita o hematites. Todo esto son hallazgos pequeños, pero que al coleccionista primerizo le pueden saber a auténtica gloria: ¡Tener piritas cacereñas!

Cubo de pirita en una arenisca ferruginosa de las antiguas canteras del Portanchito.

segunda-feira, 14 de novembro de 2011

REINO FUNGI EN LOS PARQUES DE CÁCERES

   

            Pequeñas setas con aspecto de senderuelas crecen entre la hojarasca del parque del Príncipe. A pesar de su pequeño y frágil aspecto, aseguran los maestros del arte culinario que es bien rica.

   Cuanto más conoce el G.P. del reino fungi, más embelesado está de él. Y es que los hongos y setas permiten acercamientos de todo tipo: culinarios, médicos, antropológicos, religiosos, biológicos y por supuesto puramente estéticos (estos son nuestros favoritos). Hasta el reino fungi tiene un lugar propio en la misma historia de la ciencia dada su equidistancia respecto a los otros reinos y las polémicas que alimentaron su clasificación. Una riqueza de perspectivas tan grande que nos animaría a escribir un ensayo parecido al de The botany of desire de Michael Pollan, en el que casi cada especie puede contar su propia historia, y si no piensen lo distinto que es la historia del champiñón o el níscalo, frente a la amanita phalloides, la amanita muscaria o las plagas de la tiña y la grafiosis.  
       Pero precisamente en el momento que más podíamos aprovechar la temporada de setas, los hados se han acumulado contra todos nuestros intentos y han tumbado todo posible proyecto. Con la bicicleta arrinconada y cogiendo moho y con mi cámara de fotos desaparecida para siempre en un despiste lamentable, el G.P. se ha quedado sin recursos para continuar el blog, así que tiraremos del archivo durante algún tiempo para sobrevivir. Afortunadamente, en nuestras últimas incursiones fotográficas al parque del Príncipe, el Paseo Alto y Cánovas, pudimos fotografiar multitud de fascinantes setas que después de mucho trabajo hemos podido ir reconociendo, con dificultad y paciencia. Y es que la magia fungi aparece en los sitios más insospechados de nuestros alrededores.  

Un enorme políporo parasitando un pequeño árbol del parque y ofreciendo este magnífico aspecto (no para disfrutar con el paladar, sino con la mirada).

Un champiñón amarillento sobre la grama del parque del Príncipe. Esta especie es muy frecuente y relativamente fácil de descubrir: al frotarla con la mano rápidamente se pone amarilla. Desgraciadamente, no es comestible y produce indigestiones en los estómagos delicados.

domingo, 6 de novembro de 2011

EL FONDO DEL MAR... EN EL PASEO ALTO

     "Peazo cacho piedra que me he encontrao", parece estar diciendo nuestro sorprendido paleontólogo Juan.     


   
      El Paseo Alto es uno de los parques arcanos de nuestra ciudad, y también uno de los más olvidados. Alejado de todas partes, devorado por la ciudad, pero igual de aislado que siempre en lo alto de la colina, al pasear por allí me traen recuerdos de la infancia: los viernes, al salir del colegio, subíamos por las traseras del cementerio y tomábamos la merienda bajo los eucaliptos. Allí estaban también los jubilados con sus transistores, y en algún rincón apartado, los yonquis de mirada perdida y aguja en brazo. Y desde allí mirábamos la llegada del invierno conforme las montañas de Gredos se cubrían de nieve. Años después llegaría la adolescencia y el botellón en la explanada del parque. El G.P. formó parte de la generación que destrozó el parque irremediablemente. Después el parque se borró de mi vida, hasta mis paseos con carrito, en el que he vuelto a contemplar las montañas y Juan se ha enamorado de los columpios.  
       Y precisamente ayer, en un día ventoso, decidimos ir hasta allí a buscar setas bajo las encinas. Cuál sería nuestra sorpresa cuando de forma inesperada al final del paseo nos encontramos ni más ni menos que con el fondo del mar. Sí, fondo marino auténtico. O por lo menos, el fragmento de un mar prehistórico, desaparecido ya, pero que con una gran losa cuarcítica cubierta de eskolitos atestigua que una vez existió. Alguna vez hemos hablado ya de los escolitos. Son pequeños agujeros formados por animales del fondo del mar -presumiblemente gusanos- que después quedaron petrificados en la roca. Es una de las fosilizaciones típicas de la cuarcita armoricana, y relativamente fácil de observar en Extremadura. Para nuestros alrededores, el lugar predilecto es el cerro del Milano, pero nunca habíamos contemplado una lasca tan grande como la que apareció en el parque. Un fragmento de mar ordovícico de hace 450 millones de años: ahi es nada. Ante estos pequeños grandes descubrimientos, uno puede regresar a casa con la conciencia tranquila de haber aprovechado bien el día.


Arqueología urbana en el Paseo Alto. El único en el que a pesar de las sucesivas reformas y mejoras, quedan restos del antiguo parque, como los sillares graníticos de estos bancos orientados al norte.

Sombrero de una seta de la familia de las agaricus (los champiñones). Encontramos el ejemplar al pie de una encina. Como todavía estamos investigando sobre setas, el G.P. prefiere no meter la pata con suposiciones sin fundamento.

terça-feira, 1 de novembro de 2011

CALIZAS ORNAMENTALES EN LA VÍA DEL TREN



       Pues sí, con el cambio del tiempo (deseado hace varias semanas) el G.P. se ha cogido un resfriado de aúpa. Tanto celebrar la llegada de las nubes, que se había creído que seguía siendo verano. Así que incapacitado para coger la bicicleta ni hacer salidas ambiciosas, nos vemos obligados a repasar imágenes de las pasadas estaciones para ver qué podemos publicar este nuevo mes. El G.P. tiene pendientes varias entradas de geología que irán llegando al mismo tiempo que los resfriados inesperados.
        Para esta ocasión, queríamos destacar la trinchera del tren que se abre entre la estación de ferrocarril y el Carrefour. Es un lugar my  bueno -yo me atrevería a decir de los mejores- para observar la calidad ornamental de las calizas cacereñas y también para obtener una muestra curiosa en el caso de los amantes de los pedruscos. Y lo cierto es que el lugar no promete en absoluto, rodeado de las viejas escombreras que rodean la antigua cantera del cerro cercano, y sin nada que mirar por allí excepto alguna chumbera. Afortunadamente su acceso se ha mejorado mucho con el corredor para bicicletas abierto hace poco tiempo.
       Estas calizas aparecen en la trinchera sumamente erosionadas debido a los procesos típicos de disolución del carbonato cálcico en contacto con el agua de la lluvia, y aparecen enrojecidas por su contacto con el suelo arcilloso, proveniente a su vez de los procesos de lixivización. Esto les hace presentar unas formas particularmente llamativas que pueden apreciarse incluso mejor cuando las sometemos a un buen lavado y a una "cura" con la disolución de ácido clorhídrico. Aquí es mejor quedarse corto que pasarse, y no aplicar nunca a cristales o los perderemos irremediablemente.    

El lugar, aparentemente poco atractivo para la vista.

Una de las calizas sometidas a "limpieza" con una disolución de ácido clorhídrico.
Casi nos quedamos sin caliza, aunque conseguimos eliminar toda la arcilla.

Las arcillas rojas son un excelente patrón para saber que estamos sobre el terreno calizo.

terça-feira, 25 de outubro de 2011

RAMILLETES DE SETAS

coprinos, una familia de setas muy común en nuestros parques.
     Por fin el tiempo vuelve a sus cauces normales y el viento ha despejado los parques de muchos de sus habituales viandantes. Quedan los incondicionales de esta época del año: perros paseando a sus amos, deportistas de cuerpo y alma, alguna pareja solitaria y cuatro nostálgicos de turno que han salido a disfrutar el frío y la caída de las hojas. El G.P. no puede decir que disfrute con el frío y la lluvia pero al menos le alivia. Por fin se podrá ver un otoño en condiciones, como manda el calendario. Y aprovechando las circunstancias, dimos el pasado domingo una vuelta por el parque del Príncipe a ver qué nos encontrábamos. El resultado no pudo ser más otoñal, aunque en realidad no dependería para nada de la lluvia.
    En las raíces de una acacia nos encontramos unos buenos ramilletes de setas, llamadas por los entendidos "lignícolas", puesto que solo crecen sobre raíces y tocones de árboles que hacen de huéspedes. En este caso, varios ramilletes se habían amontonado en la pobre acacia y crecían apretadamente casi unos sobre otros. Mientras Juan tiraba el carro cuesta abajo, el G.P. se dedicó a hacer unas cuantas fotos e investigar con ansia aristotélica qué diantre de hongo tenía delante de sí. Como el G.P. se siente inseguro en el mundo de la micología, decidimos tirar en casa de libros y enciclopedias y llegamos a la atrevida conclusión de que quizás se trate de una especie cercana a la foliota cambiante (Kuehneromyces mutabilis), una pequeña seta apreciada en el mundo culinario, a pesar de su pequeño tamaño o más posiblemente el coprino micado (Coprinellus micaceus). Claro que pronunciamos el juicio con todas las reservas posibles. Para un pobre ignorante que solo es capaz de reconocer el parasol, aún le queda mucho por aprender en este intrigante mundo.


Distintos ramilletes de coprinos creciendo en las raíces de la acacia.

Ha bastado un día de lluvia y viento para traernos el otoño de golpe.

domingo, 23 de outubro de 2011

EL PAPAMOSCAS ATACA DE NUEVO



      En este otoño tan seco no ha habido todavía ocasiones para muchas alegrías. El letargo estival se ha prolongado un mes más y nos ha dejado sin algunos visitantes habituales de la temporada. Pero lo que es malo para algunos no lo es tanto para otros: lo que no nos han fallado han sido nuestros pequeños pájaros de los parques. Alegres con una temporada que todavía les proporciona alimento, desde los frutos otoñales a los insectos del buen tiempo, es el tiempo idóneo para escuchar al petirrojo, o ver más de cerca a los carboneros. La anterior semana fue el turno del papamoscas cerrojillo. Tan solo el GP lo había visto en una ocasión en el parque del Príncipe, y otra vez tuve la oportunidad de fotografiarlo con más tranquilidad. Él estaba en la tarea suya y de los mirlos: buscar suculentas lombrices en los terrenos más umbríos del parque, y damos fe que consiguió un buen par de presas.  

Dado su pequeño tamaño y sus tonos grises, el papamoscas pasaba fácilmente desapercibido en la alfombra verde del parque. Sus movimientos nerviosos acabaron delatándolo ante nuestra implacable cámara. 

sexta-feira, 14 de outubro de 2011

EL ÚLTIMO HABITANTE DE MALTRAVIESO

      Deseando enseñar el origen de nuestros ancestros a Juan, dimos un paseo más largo de lo habitual y fuimos a parar ni más ni menos que hasta la cueva de Maltravieso. No pudimos ver gran cosa, pues era lunes y el centro de interpretación estaba cerrado. A pesar de ello, hicimos con que nos cortábamos los meñiques y nos asomamos a la reja de la cueva. Allí descubrimos con sorpresa uno de los últimos inquilinos de la gruta, a la que las rejas no suponen impedimento alguno para habitarla sino más bien descanso: una preciosa largatija ibérica. Esta se encontraba tan ricamente en la puerta de la gruta, ajena sin duda al prehistórico trajín humano del lugar. Tan solo huyó de nuestro lado cuando Juan se acercó con una vara amenazando y gritando de una forma... algo primitiva, acorde con el lugar. 
 

Curiosas concreciones arriñonadas de calcita en la entrada a la cueva. Lástima no poder ver los tesoros geológicos y arqueológicos del interior...

Regreso a los orígenes.