sexta-feira, 17 de novembro de 2017

CRUZIANAS EN LA PLAZA ALTA DE BADAJOZ

    
    Hace casi un mes hablábamos de un curioso descubrimiento paleontológico en las paredes del hospital Infanta Cristina de Badajoz. Ahora, sin salir de esta ciudad, el GP se topa con otro "yacimiento" estupendo de fósiles... en mitad de la plaza alta. A uno ya le entra la duda de si es una casualidad del destino o si bien ha habido alguna mente que pretendiese crear un auténtico museo fosilífero en el entorno urbano de la ciudad. En este caso son las baldosas de la relativamente reciente restauración de la plaza alta, las que delatan un enorme campo de cruzianas a nuestros pies. Recordamos que las cruzianas son las pistas que dejaban invertebrados marinos como los trilobites en los primeros periodos del Paleozoico, especialmente sobre cuarcitas y a veces también sobre areniscas y rocas pizarrosas.


    Pocos de los que visitan este lugar pensarán efectivamente que están pisando suelo marino de hace 400 millones de años y centrarán su mirada en los hermosos portales barrocos de la plaza. Pero basta observar un poco y reconocer distintos tipos de rastros de trilobites a nuestros pies, unos más amplios y estriados, y otros simples "rastros" largos y entrecruzados, que recuerdan bastante a los que podemos encontrar en las paredes del palacio de Carvajal de Cáceres. De hecho, el trazado y los colores de la piedra son tan peculiares que el GP dudó que se tratase de una roca que no fuese artificial, pero las formas de las cruzianas son demasiado únicas como para ser hechas por alguna mezcla sintética... Por otra parte, al no haber ninguna baldosa rota o fracturada tampoco pudimos precisar el tipo de roca que es, aunque podemos suponer fácilmente que se trate de alguna cuarcita o roca areniscosa.
    Uno se siente maravillado por observar este fondo marino, pero también siente cierta lástima. El paso continuado de la gente acabará por erosionar y pulir estas rocas hasta que estas bonitas cruzianas prácticamente dejen de verse. Y lo peor es que mucha gente ni siquiera las habrá visto alguna vez. 

 

quinta-feira, 19 de outubro de 2017

AMMONITES EN EL HOSPITAL INFANTA CRISTINA

Ammonites, conchas, filamentos. Mejor que un cuadro abstracto.
Posible equinodermo (izquierda) y ammonite (derecha arriba)

    ¿Quién iba a imaginar que en un hospital te encontrarías una cantera entera de fósiles? Pues así le ha ocurrido al G.P. Quien tenga la mala suerte de ir al hospital Infanta Cristina de Badajoz por motivos de salud, se podrá consolar al menos contemplando una auténtica colección de fósiles en las planchas pulidas que adornan las paredes de su hall principal. Eso es lo que nos ha ocurrido en los últimos días: esperar una hora detrás de otra estimula la observación. 
Dos ammnonites preciosos en el centro.
Tamaño de algunos de estos bichos.
De pronto, nos encontramos empotrados dentro del mármol infinidad de ammonites, equinodermos partidos por la mitad (como erizos de mar), terebrátulas y otros muchos restos fósiles indeterminados. Afortunadamente la presencia de los ammonites permite datar la rocas en la edad mesozoica y da pistas para investigar la procedencia de estos mármoles que indudablemente, no pertenecen a nuestra región ni tampoco al Alentejo portugués, puesto que nuestra geología es mucho más antigua.
 Haciendo nuestras propias investigaciones, creemos que este"mármol rojo" - que no es mármol, sino más bien una caliza marmórea, dada la presencia tan alta e impresionante de fósiles- tal vez provenga de canteras ubicadas en la zona de Murcia, y se denomina industrialmente mármol rojo de Cehegin o caliza con filamentos, en referencia a los restos orgánicos. Su edad se corresponde con el cretácico y es posiblemente uno de los mejores yacimientos paleontológicos del periodo en España. Es indudablemente una suerte tenerlo disponible aquí, aunque quizás para muchos haya pasado completamente desapercibida... 
El hall interior del Infanta Cristina (Badajoz) donde se encuentran estas maravillas.


sábado, 7 de outubro de 2017

OCTUBRE SECO, EL INFIERNO DE LOS ANFIBIOS

Tritón pigmeo. El primero que vemos por la zona.
Humedales que ahora solo valen para pienso del ganado.
     Salir al campo en este mes resulta demoledor. A pesar de no hacer el calor sofocante del verano, el suelo está calcinado y sin humedad alguna. Llevamos cuatro meses sin apenas llover, y nuestos campos están ya al límite. La última lluvia se remonta a un par de días en agosto, puramente anecdótica. E incluso cuando el ganado ya empieza a pasarlo mal, los que sin duda llevan la peor parte son los que más dependen del agua: nuestros amigos los anfibios. 
El final de una charca estacional.
   A pesar de que muchos de ellos desarrollan sistemas para sobrevivir al verano -entrando en periodos de hibernación similares a los del invierno- la prolongación de la sequía no augura nada nuevo para muchos de ellos, como este pequeño tritón pigmeo que nos encontramos por las charcas entre Malpartida y Cáceres. Nuestros gallipatos de Sierra de Fuentes han desaparecido, una vez que nuestro estanque se secó a finales de agosto. Lo cierto es que cada vez resulta más raro encontrarnos con otros anfibios que no sean las ranas comunes, todoterrenos adaptables a casi cualquier tipo de agua. Empiezan a ser noticia en otras regiones el mantenimiento de algunas charcas solo con el fin que sobrevivan en ellas los amenazados anfibios. Quizás habría que empezar a pensar en ello, si la sequía se prolonga más.


El hogar de nuestro tritón pigmeo. Por ahora...


quinta-feira, 7 de setembro de 2017

LAS CANTERAS DEL MOJÓN BLANCO, REVISITADAS.


El Mojón blanco desde el cerro de Oliva Martín. Desde aquí se distingue el carácter plano de la cima y la caída a la Vera.


La ruta: en rojo, el trazado por caminos.

Punto de entrada desde la carretera de Piornal a Garganta.
Cuarzo rosa en las rampas de subida al Mojón blanco
   El Mojón Blanco ha sido otro de los "regresos" de este año para el GP. Desde el 2009 no subíamos a esta mesa de la Sierra de la desesperá; entonces lo hicimos a pie con el tío Crispín, buen conocedor de la zona. Ahora el GP lo hacía solo, acompañado únicamente de su bicicleta; en nuestro favor contamos que en la actualidad (y por el momento), el sendero está muy bien señalizado y no tenemos el riesgo de pérdida. Tanto la cima del mojón, como las canteras o el propio pueblo de Piornal se convierten en referentes visibles durante buena parte del camino, por lo que a pesar de sentirnos a veces en mitad de la nada, no hay
Brezos pequeños en las mesas: cimas planas a 1400 metros.
pérdida y casi todos los caminos nos conducirán a Roma (es decir, Piornal).

   El Mojón blanco es más que un pico, una amplia "mesa" de  la sierra de la Desesperá, prolongación de la sierra de Tormantos y que alcanza en su punto más alto 1415 metros. Hacia Piornal el desnivel es tan solo de unos 250 metros, pero hacia la Vera, ese desnivel se vuelve casi kilométrico, y las vistas, como en buena parte de la sierra de Tormantos, son impresionantes.
Habitantes pétreos en el Mojón. El GP hizo más.

Mi propio monolito, mirando la Vera.
  Estas "mesas" o mesetas altas son bastante típicas de toda esta sierra. De hecho, el propio pueblo de Piornal se asienta sobre una de ellas. A veces forman grandes berrocales graníticos (como el berrocal de La padrona), mientras que otras veces, como
Cantera del Mojón Blanco, abandonada.
Xenolitos y migmatitas (cantera de las Jurres)
Cortes de la cantera de la zona de las Jurres.
Haces de turmalina sobre pegmatita (cantera de las Jurres).

Bloques migmatíticos desechados de la cantera.
el de este lugar, tan solo pisamos un suelo liso y arenoso que acentúa ese carácter plano. Aparte del propio Mojón, el lugar se hace interesante además por el hecho de encontrarnos con fuentes serranas, trampas de lobos, y dos canteras en explotación esporádica que pueden visitarse sin problemas. La ruta que seguimos, como hemos dicho, está dentro de los senderos que el ayuntamiento de Piornal ha habilitado hace dos años, y en el día de hoy, están bien señalizados y también wikiloc dispone de este recorrido. Esta ruta empieza poco después de dejar el cámping del pueblo en la carretera de Garganta la Olla; pero nosotros tomamos el camino un poco después por otra entrada, cuando veamos una espesa plantación de pinos a mano izquierda. El camino se va haciendo cada vez más empinado, y si al principio es relativamente fácil de ascender con la bicicleta, aparecerán rampas de tierra, fuertemente erosionadas por el agua y con gran cantidad de piedra suelta, que nos obligarán a bajarnos de ella (al no ser que seamos unos sansones). En esas rampas podemos observar grandes filones de cuarzo, buenos prismas de biotita, granitos pinitizados de aspecto verdoso, óxidos de hierro y en un sorprendente caso, nos topamos con un bonito cuarzo rosa. Esta es la parte más dura de la ruta, subiendo por este lado.
Vista de Piornal bajando a las canteras.
Anatexia en el granito. Metamorfismo.
     Pero el esfuerzo no es excesivo: al cabo de un kilómetro de ascenso, la pendiente se suaviza y alcanzamos la mesa o altiplanicie de la sierra. Incendios pasados le dan un aspecto plano y uniforme, con brezos no demasiado desarrollados y robles
La bicicleta serrana, algo destartalada por la ruta.
achatados por los rigores del clima en invierno. Es en ese trayecto donde encontramos la trampa de lobos y la fuente del Mojón blanco, construida hace unos setenta años, y testigo silencioso de la época de máxima expansión de la cabaña caprina de Piornal y de mayor explotación del monte. No esperemos encontrarla por indicaciones: la fuente solo es identificable por la presencia de helechares y pasto verde de montaña. Como hemos comentado en otra ocasión, el carácter abandonado de esta fuente la convierte en hábitat natural de víboras, aunque nosotros no hemos visto ninguna. Un kilómetro después nos encontraremos con una señal que marca la dirección al Mojón Blanco. Una vez llegados allí, el GP se encuentra con la sorpresa de mudos visitantes, en forma de hitos de losas de piedra. Otros visitantes antes que nosotros se entretuvieron haciéndolos, y entonces el GP tampoco pudo evitar hacer unos cuantos más y contribuir al paisaje. Al igual que ellos, uno se queda contemplando como un bobo el horizonte, que llega hasta las Villuercas y todo el Campo Arañuelo, y se pone a reflexionar sobre la vida y la envidia que le está dando al cuñado, al que manda una foto solo para fastidiar. La única cosa que falla en estas alturas es la escasez de aves que observar. Y es que no hay ni un miserable buitre que avistar por las latitudes, quizás también porque nos encontramos en una zona eminentemente agrícola, y no ganadera, y los buitres se largan para otro lado.
El mojón del Mojón Blanco.
    A partir de ese punto, el camino empieza a descender lentamente hasta una primera cantera; por el sendero nos vamos topando con todos los minerales típicos de la zona, cristales de feldespato, buenas puntas de cuarzo y turmalina, procedentes de filones pegmatíticos que atraviesan el camino. Pero es en las canteras donde nos encontramos con "buenas vistas"  geológicas. La cantera más alta, excavada sobre una planície húmeda y turbosa, ofrece multitud de bloques desechados para la construcción precisamente por tener irregularidades en su textura en la forma de filones e intrusiones de migmatitas. La forma como se conservan estas últimas, al corte, permiten ver los grados de intrusión y los fenómenos de anatexia que ha sufrido la masa granítica. En nuestra opinión son planchas muy hermosas, pero menos resistentes y poco homogéneas que suelen descartarse en la industria de la piedra. Aunque ya hemos hablado alguna vez de estos procesos, los procesos de anatexia son modificaciones metamórficas de la roca de partida por fusión, y en las que suelen ser visibles la parte de la roca alterada (neosoma) y la de partida (paleosoma). En este caso, lo más interesante es visualizar los límites entre una y otra, como si de un cuadro impresionista se tratara.
    No está mucho más lejos la otra cantera, menos visible y
Xenolitos (cantera de las Jurres).
que debemos prestar atención en el camino si no queremos desviarnos. Esta mira hacia el Jerte y es de mayores dimensiones. Máquinas abandonadas y saqueadas, hierros oxidados y casetas cerradas aumentan la sensación de abandono de toda la zona. Aquí los cortes del granito permiten ver grandes filones de aplitas y pegmatitas, xenolitos, restitas y migmatitas. Desgraciadamente, apenas tuvimos unos pocos minutos para visitarla adecuadamente, y encima, mirando los granitos casi nos chocamos con panales de abejas, con lo que del susto el GP se marchó corriendo, camino de Piornal nuevamente.


Preciosas intrusiones de migmatita sobre la masa granítica: Van Gogh podría habelo firmado (cantera del Mojón Blanco)







quarta-feira, 23 de agosto de 2017

SUBIENDO LA SILLETA DE CAÑAVERAL


Estupenda vsta de ascenso a la Silleta. Se observa el zarpazo de la FAP, y la ubicación del dique de diabasas.

  Hace cuatro años publicábamos una reseña de nuestra subida al Silleta y la visita a El Arco. Pero la impericia ha borrado el artículo, y eso ya fue el último detalle para rehacer el artículo volviendo a este fantástico sitio y disfrutando de sus vistas y su geología. 
   Frente a la gran mayoría de las sierras centrales de Cáceres, que escasamente superan los 600 metros, el Silleta o la Silleta se levanta a una altura considerable respecto a Cañaveral (825 metros frente a los 360 de la localidad), altura aún más remarcada si consideramos la cercanía del Tajo. Así, la Silleta adopta la posición de un imponente macizo sobre toda la comarca, y como es lógico, las vistas que podemos disfrutar desde su cumbre son fantásticas (y geológicamente muy interesantes). 
Ruta seguida en tres horas mezclando bicicleta y a pie.
    Nuestra ruta comenzó desde la estación, puesto que nos movimos a Cañaveral en el tren de las ocho de la mañana, una hora estupenda para iniciar la visita en pleno mes de julio y en un día no demasiado cálido -si no se corre el riesgo de quedarse achicharrado a medio camino-. Contábamos con tres horas y media para ascender al monte. Al dejar la parada de tren, nos encontramos con un barrio casi abandonado (la Estación) y que no está desprovisto de interés. Como en otros lugares, y fruto de la llegada del tren al pueblo, el barrio se desarrolló con brío en las décadas centrales del siglo XX, para iniciar su progresivo abandono hasta la actualidad. Hoy en día solo se sienten las golondrinas, que  anidan en las casas, almacenes y fábricas abandonadas más cercanas a la estación. Únicamente en la cercanía de la nacional nos encontramos con cierta actividad industrial activa hoy día.

Entre pitas ascendemos al Arco.
     Al entrar en Cañaveral nos desviamos al tomar la curva  de entrada al pueblo y subiendo por la calle alfarería o la calle real,  atravesamos la localidad hasta alcanzar la sinuosa carretera que nos lleva al Arco, preciosa muestra de la arquitectura popular de los riberos del Tajo. Esta ruta se puede seguir muy bien por wikiloc, gracias a la labor de Teófilo Amores. También recomendamos su post de su blog www.enfilando.blogspot.com, donde aparece, aparte de unas fotos estupendas, indicaciones muy útiles para seguir esta ruta.
   No es necesaria seguir la carretera: un sendero rehabilitado va atravesando las colinas que jalonan las faldas de la sierra, bien empedrado y acompañando de grandes pitas, limoneros, olivos y huertos. Está bien documentado que en el siglo XIX, estas faldas producían gran cantidad de limas y limones destinados a la ciudad de Madrid. Si observamos con atención el empedrado nos daremos cuenta que las piedras oscuras pertenecen a la diabasa dominante del terreno. Los interesados en la geología también nos percataremos que estamos atravesando el dique de diabasas de la falla Alentejo-plasencia. En uno de los tramos, la trinchera abierta por el sendero nos permiten ver los típicos bolos de diabasa y la tierra amarronada propia del dique. Al mismo tiempo, y durante ese trayecto, podemos distinguir una línea de colinas que siguen la traza de la falla y del dique de diabasas, mientras que a mano derecha dejamos de lado "el reventón", un monte moderadamente más bajo que la sierra de Cañaveral, y provocado por un hundimiento del tipo graben propiciado por el paso de la misma falla. En contrapartida, la propia sierra de Cañaveral gana en altura frente al resto de las sierras por el mismo motivo, tal y como aparece explicado en la diapositiva de desarrollo de un graben. 
Pilón de la canaleja e iglesia del Arco.
  Siguiendo el sendero acabamos llegando al Arroyo y la fuente de la Canaleja. La iglesia del Arco, de un único cuerpo con sólidos contrafuertes de mampostería y torre campanario,  queda a mano izquierda y se divisa desde el camino y la fuente de la Canaleja, todavía con abundante agua en tiempo estival.  
Desde la fuente, el camino hacia la derecha nos conduce al pueblo del Arco atravesando un hermoso sendero con una vieja acequia de compañera. Pero nosotros, para subir a la Silleta, debemos tomar el sendero que se abre a la izquierda, poco antes de llegar a la fuente desde Cañaveral. Por allí vamos atravesando las faldas del monte, entre monte bajo, eucaliptos y pinos salvados de anteriores incendios, hasta llegar a un cortafuegos, antes abierto, y ahora cerrado bajo propiedad privada. Un pequeño sendero al lado de la verja nos permite sin embargo inciar el ascenso por la ladera, en línea recta y con mucha pendiente. Es el momento de dejar nuestra compañera la bicicleta atada a la torre de la luz e iniciar la ascensión a pie. Para ello, se hace necesario un buen bastón, que resulta a veces difícil de encontrar: las ramas que quedan entre los arbustos son mayoritariamente de pinos incendiados años antes, y se quiebran con mucha facilidad. Pero si queremos hacer la subida más cómoda, conviene buscar un poco y hacerse con una buena vara.


Típica puerta con tejadillo a dos aguas
 realizado con la pizarra de la zona.



Cortafuegos que inicia la ascensión a la cima, hoy cerrado.
Colinas entre Cañaveral y el Tajo.
Conglomerados con fractura ortogonal.


En este tramo, y al coger altura, es cuando merece la pena contemplar el mar de lomas y colinas que se abren entre la depresión formada por el arroyo Guayanquil y el Tajo. Este mar de colinas que rompe la relativa monotonía de la penillanura cacereña se produce por estos dos accidentes geográficos de primer orden: la fractura formada por la falla Alentejo-Plasencia (la FAP), en dirección SO-NE, y por otro lado la fractura provocada por el encajamiento del Tajo. Estos dos abruptos cortes del terreno han provocado la progresiva erosión de la penillanura por el drenaje fluvial y forman este curioso y llamativo paisaje. 
Cuarcitas con abundantes óxidos de hierro.
Restos de pinares que emergen lentamente
 de fuegos de hace una década.
Esto no es lo único por observar: durante la subida por el cortafuegos podemos encontrarnos en primer lugar cuarcitas provenientes de la erosión de los crestones con gran cantidad de óxidos de hierro, provocando dendritas y bonitas rocas brechoides, producto de la fracturación y las fallas. Cuando el sendero se desvía a mano izquierda, empieza una formación de conglomerados ordovícicos, sometidos a metamorfismo débil que los ha aplastado y orientado laminarmente  y que forma llamativas peñas y bloques.
Esta formación es rara de encontrar en todo el sinclinal. 
   Junto a estas observaciones geológicas, contemplamos cómo
Crestones rugosos provocados por los conglomerados.
toda la ladera de la sierra se va recuperando lentamente de las heridas de incendios pasados. Aunque el matorral mediterráneo es predominante, en algunos lugares empiezan a formarse pequeñas manchas de pinares, jóvenes todavía, pero que ya nos superan en altura y que en ocasiones llegan a bloquear
bloque de conglomerados.
el sendero. Comparado con la última vez que subimos en el 2013, la recuperación existe, pero no ha habido ningún otro intento de repoblación, especialmente tras el incendio de ese año sobre los árboles más jóvenes.
  Ya coronando la cima, las formaciones de conglomerados dejan
Cuarcitas con intrusiones.
paso a la cuarcita armoricana, que hace, como en todas estas sierras, de crestón predominante gracias a su gran dureza. Del otro lado observamos otra línea de sierras de menor altura, con pinares de repoblación y menos afectada por los fuegos. Conviene ahí detenerse en otro detalle geológico: observar la desviación de la
La sierra del Arco desde el Silleta.
cordillera en más de un kilómetro, si miramos en dirección este hacia Casas de Millán. En efecto, la línea se desplaza hacia el NE de forma llamativa. De nuevo, la falla Alentejo Plasencia es responsable de esta importante desviación.
   Después de todas estas consideraciones y desbarres geológicos que se monta en GP en su cabeza, son ya las diez de la mañana. Hemos tardado más o menos unas dos horas en ascender hasta la cima, contando con las paradas y haciendo buena parte del camino en bicicleta. Es hora de descender, sin poder detenernos por desgracia en el Arco. Aquí si se hace obligatorio el uso del bastón, para aquel que no haya traido nada en la subida. La pendiente de bajada es un revientapiernas que nos dejó tocada la rodilla durante un par de semanas. Por supuesto, a esa hora y como es casi habitual por la zona, los buitres leonados inician su vuelo, y nos permiten recrearnos en su imponente planeo. Algo que ya vimos también en nuestra última visita a Mirabel. Finalmente, una lata de cerveza y un libro del brillante Zizek en la estación de Cañaveral dan término a este viaje estival, cuatro años después de hacerlo por primera vez. La próxima tendrá que ser en la primavera. 


Explicación geomorfológica del terreno desde lo alto de la silleta.
Ladera norte de la Silleta. Se observa la desviación de las sierras del fondo en más de un kilómetro, por culpa de la FAP.
El pino de la derecha está algo más crecidito, desde la última vez que lo vimos...