quarta-feira, 29 de agosto de 2012

EDITORIAL DEL G.P.: CANTO DEL CISNE DE LA ECOLOGÍA EN EXTREMADURA

       Quizás el término "canto del cisne" sea algo duro, pero próximo a la realidad de los últimos meses. Hemos asistido en este año a un verdadero triunfo de los ecologistas con el rechazo definitivo del plan de la refinería para Badajoz. Después de largos años de confrontación, los poderes públicos han decidido poner fin al proyecto controvertido, movidos más por el desacuerdo en la sociedad civil que por propio convencimiento (al menos eso es lo que parecían reflejar en sus informes). Sin embargo, la victoria sabe agridulce, y deja la ecología en una posición muy endeble frente a la opinión pública. A partir de ahora, la ecología se entenderá como un coste más para el mercado que potencialmente puede dañar nuestra capacidad de crecimiento económico y de generación de empleo.
       Naturalmente, Extremadura no es el único lugar con esta percepción social. Hay que constatar que este problema no afecta solo a nuestra región, sino que se desarrolla a un nivel mundial. Hemos dejado de hablar de ecología. Se ha caído de todas las agendas políticas nacionales e internacionales. Los problemas siguen sin resolverse, pero los conflictos a corto plazo paralizan la capacidad de acción de nuestra especie, con consecuencias dramáticas para nuestro futuro próximo. Pero realmente ese es un problema para abordar en otro momento y otros ámbitos. Hablaremos de nuestro entorno más cercano.
    Durante los años de bonanza económica las necesidades ecológicas coexistían, por decirlo de alguna manera, con otras demandas. En nuestra región, mientras no se tocase ningún interés económico determinado, la ecología era usada como valor de promoción turística en alza, barato y sin comprometer demasiados recursos de la administración. Se podía crear, por ejemplo, un parque natural como el Tajo internacional sin prácticamente otorgarle una partida económica desde la administración y garantizando unos recursos humanos mínimos. Naturalmente los problemas graves de urbanismo descontrolado, control de la caza, uso racional de los recursos hídricos, mantenimiento de los espacios protegidos (parques naturales, ZEPA...)  etc... no se solucionaban con esta mera fachada institucional pintada de verde. La creciente legislación ecológica se mantenía en funcionamiento mientras otra consejería no dijese lo contrario. Se trataba, en definitiva, de una política puesta de moda (detrás de lemas ambiciosos como economía sostenible o verde) que intentaba obtener unos réditos electorales y ecónomicos a un escasísimo coste. Por decirlo de alguna forma, Extremadura era "verde" porque nuestro modelo de desarrollo, basado en los servicios de la administración, la agricultura  y la construcción, no ponía en tela de juicio estos valores.
       Sin embargo, todo ha ido cambiando conforme la crisis ha ido ganando en envergadura y coste social. En una primera fase la caída de la construcción dejó de lado algunos proyectos que ponían en compromiso espacios protegidos, pero no detuvo otros (como la urbanización de lujo de Valdecañas).  Con el paso del tiempo, la sensación es que la ecología ha dejado de ser rentable o viable económicamente hablando: se han ido reduciendo las partidas destinadas a este fin hasta su desaparición. El cambio de gobierno regional ha tenido costes en recursos humanos: ha dejado fuera de sus puestos a un grupo de funcionarios altamente cualificado que fue sustituido de sus cargos por meros intereses políticos y el deseo de colocar gente afín.
        A pesar de esto la conciencia ecológica había calado en una parte importante de la sociedad civil como para cuestionar el proyecto de la refinería de Gallardo. No se trata de una mayoría ciudadana, pero sí bien organizada. De pronto, asistimos a la parada definitiva del proyecto, que tomó por sorpresa incluso a los propios detractores de la refinería. Razones ecológicas no faltan, especialmente aquellas que están fuera de nuestro territorio regional, como la preservación del entorno de Doñana de una posible marea negra por la mayor presencia de petroleros en sus alrededores. Pero son razones que en un contexto de fuerte depresión económica y social, con una tercera parte de la población desempleada, no convencen y dejan por el contrario un sentimiento de amargura en la mayoría silenciosa de nuestra sociedad. Los medios de comunicación empezaron a hablar de oportunidad perdida y de adiós a una Revolución industrial extremeña (ni más ni menos). Soplan desde entonces tiempos perversos para la ecología, convertida de repente en lastre para el desarrollo, y basada precisamente en su propio éxito inicial. El rechazo en su día a proyectos como la refinería, el cementerio nuclear o incluso más atrás en el tiempo, la central nuclear de Valdecaballeros, se ven ahora como errores estratégicos por esa mayoría silenciosa.    

      Con este panorama, el futuro se divisa complicado. La ecología debe reinventarse. Por un lado, tiene que dejar de ser meramente proteccionista y convertirse en un valor económico de presente, y no solo orientado al desarrollo sostenible a largo plazo. Es dificil oponerse, por ejemplo, a la construcción de generadores eólicos solo por su impacto visual, o como se dijo en algún momento porque Extremadura producía más energía de la que consumía. Tiene que poner sobre la mesa planes de desarrollo local y comarcal viables, y no solo mantenibles por subvenciones cada vez más escasas y transitorias en el tiempo. Debe hacer un contundente estudio de consecuencias en términos de costes y beneficios de cada una de sus acciones, y hacerlo llegar a la sociedad. En definitiva, debe hacer un esfuerzo mucho mayor por intentar compaginar desarrollo y conservación.
      Por otro lado, es preciso hacer redoblados esfuerzos en volver a la agenda política. La ecología debe dejar de ser un arma arrojadiza ideológica, detentada únicamente por los partidos de izquierda más radicales, y que levanta las sospechas irracionales del electorado contrario. Por poner un ejemplo extremo pero no infrecuente, nos hemos encontrado con gente que no recicla solo porque piensa que eso va contra su espectro ideológico conservador. La eliminación de estos prejuicios es un compromiso especialmente educativo con las generaciones venideras, no solo en la escuela sino también en las familias y el resto de las instituciones políticas y sociales.
     Naturalmente, este es un programa nada fácil de aplicar en los tiempos que corren. Pero tendemos a pensar que solo de esta forma, volveremos a hablar y pensar en verde de forma positiva y sin miedo al rechazo social.      

domingo, 26 de agosto de 2012

RANAS PATILARGAS JÓVENES EN EL PIORNAL

 La rana, en su ambiente típico, vegetación cercana a los remansos de agua más tranquilos de los arroyos de montaña. Aquí tiene la gentileza de mostrarnos uno de sus aspectos característicos: el antifaz negro del tímpano.

La rana patilarga posando para el GP. Nadie se piense que las ranas están así sobre la roca esperando las cámaras. Tiempo nos costó cazarla, y un buen resbalón sobre el granito.

       El verano ha dado para bastantes cosas y entre ellas, encontrarnos con estos pequeños ejemplares de la rana patilarga (Rana iberica). Era mediados de agosto y a cualquier fuente, charca o corriente que acudamos, nos encontramos con multitud de pequeños anfibios salidos de su fase larvaria. En esta ocasión, la visita del GP al Calderón, en Piornal, se vio recompensada con el hallazgo de este anfibio relativamente poco frecuente en la geografía extremeña. La rana patilarga es un tipo de rana roja, común en los países europeos y el norte de España, pero más pequeña que sus parientes europeos. En nuestra provincia solo aparece en los sistemas montañosos, siendo más frecuente en el Sistema Central. Así que a 1000 metros de altura, con agua bien fresquita y limpia recién llegada de las fuentes de Peña Negra, esta rana se siente a las mil maravillas.
    Por estas características, nuestra rana es también un indicador medioambiental. Las aguas más polucionadas y menos frías son ocupadas por su competidora, la rana común, que es más abundante incluso en el Piornal. Para distinguir a una de otra el GP se ha basado en la distinción típica del antifaz en el ojo, arrancando de las fosas nasales hasta superar el tímpano.  Lar rana común no posee esa característica y por contra, sí posee la típica línea dorsal verdosa a su espalda.
     En cualquier caso, ha sido un placer conocerlas y hemos quedado para tomar café y unas moscas de río el próximo verano, si el río tiene caudal para ello y no se lo chupan todo los regantes piornalegos, cosa que no es infrecuente.  
 
Proximidades del Calderón, en el Piornal, donde conocimos a estas simpáticas ranas, y del que hablaremos en próximos posts.  

quinta-feira, 23 de agosto de 2012

DE ORONJAS CON EL TÍO PICHI

     
        En nuestra visita estival a Piornal no podía faltar una salida con el tío Crispín, o el "tío Pichi", como lo ha bautizado Juan en su lengua de trapo. Cuando invitó al G.P. a buscar setas la tentación era demasiado grande como para no caer en ella. Por otro lado el GP, en su total ignorancia, no sabía que pudieran darse tantas setas en verano como para salir a llenar cestas. Sin embargo un par de días de lluvia invernal que pasaron a mitad de mes habían hecho el milagro. Un poco de humedad y mucho sol: bastaba eso para desperezar a las oronjas de su letargo y poder disfrutar de ellas.
       Pero para eso había que buscarlas y encontrarlas; esa tarea que me parecía fácil resultó ser la más complicada. Menos mal que el tío Pichi posee un olfato especial para las setas y nos llevaría por el buen camino. Bajamos a unos castañares situados en el valle del Calderón, y empezamos a buscar pacientemente. Paseando de terraza en terraza,  yo miraba desolado hacia el suelo de erizos sin encontrar rastro de una pobre seta, y el tío Pichi recomendaba: "inspecciona el terreno", "mira los desniveles, las irregularidades del suelo", y de pronto, se detenía, observaba hacia un montón de hojas de castaños, y empezaba cuidadosamente a removerlas. Entonces un enorme boleto salió como por arte de magia. "Este no se come, es parecido al boleto de Satanás". A partir de ese momento empezaron a salir las oronjas. Enterradas todavía en el suelo, cubiertas por las hojas, no escapaban al sexto sentido del tío Pichi. Ya fuera un "huevo" enterrado, una oronja en toda su belleza o las setas ya arrugadas, todas iban cayendo bajo la mirada de mi compañero experto. Incluso un delicioso Boletus edulis cayó en nuestra bolsa. Parecía que el olfato del G.P. para los pedruscos se hubiese convertido en el don del tío Pichi para las setas, y lógicamente le daba mucha envidia y llegaba a sentir cierta humillación. Después de un par de otoños cazando setas, pensaba que algo se había avanzado al respecto, pero aún le queda al GP mucha sabiduría micológica por aprender...
      Nos quedaba contemplar la majestuosidad de la oronja y su delicada belleza. Los ejemplares no atacados por parásitos ni resecos por el calor presentaban un vivo color anaranjado y un porte elegante que personalmente para el GP no tiene muchos rivales en el mundo de las setas. Según el tío Pichi, esa propia belleza la hace precisamente inconfundible con otras setas venenosas. Tan solo la Amanita muscaria puede presentar alguna similitud cuando esta seta pierde su color rojo característico y sus peculiares pintas blancas. Sin embargo, la oronja o Amanita caesarea es totalmente naranja, mientras que las láminas y el tallo de la amanita tóxica son completamente blancos. Nuestra salida se completó con una veintena de estas setas, que permitieron hacer un estupendo guiso a la suegra Carmen, para nuestro deleite. 
 
El tío Pichi mostrando un enorme boleto no comestible. El GP tiene la certeza de que a este hombre le sueltan en el campo y sobrevive un invierno entero de lo que se encuentra en sus paseos.

Dos setas que al final pudo encontrar el GP por sus propios medios y sin contar con la vista del tío Crispi. Se ve cómo las setas luchan por salir de la capa de hojarasca, pero muchas veces pueden tener su ciclo vital cubiertas por las hojas.
 
 
Un precioso boleto comestible en las manos del tío Pichi. Según nuestro distinguido micólogo, un ejemplar raro para estas épocas del año.
 
Un "huevo" de amanita caesarea. Este estadio temprano de la seta es el más apreciado para aquellos que disfrutan del sabor de la oronja. También se hacen los más difíciles de reconocer en el terreno: ayuda siempre que junto a una amanita seca o madura, pueden encontrarse huevos en las cercanías, como ocurre con otras muchas setas que forman anillos.
 
Nuestro botín. Multitud de oronjas y un boleto. Las cerezas están ahí para que nadie se equivoque de la procedencia: el valle del Jerte.
 
Mi muy distinguida suegra Carmen, preparando las setas. Su receta es sencilla: las setas en la sartén junto a un poco de pimientos secos, ajo, aceite y una pizca de harina para espesar el jugo de las setas. Estas setas, por otro lado, se pueden comer crudas en ensaladas y están deliciosas (para el paladar del GP).  

terça-feira, 14 de agosto de 2012

IMPORTANCIA HISTÓRICA Y CULTURAL DE "MINA ESMERALDA"

       Aquí dejo el pequeño trabajo que hice en colaboración con el estudio de arquitectura ARC para la justificación histórico-cultural de la restauración de la chimenea del Pozo de mina Esmeralda. El tema es más serio que de costumbre, pero creo que merece la pena para aquellos amantes de la historia y la geología de nuestros alrededores. El texto está hecho en colaboración con el arquitecto Eduardo Reveriego y las fotografías, por una vez, son hechas por ARC y no por el G.P...
ÍNDICE
1 – INTERÉS GEOLÓGICO-MINERO
2 - ALDEA MORET Y MINA ESMERALDA EN LA HISTORIA ECONÓMICA CONTEMPORÁNEA.
3 – VALORES ARQUITECTÓNICOS Y DE PATRIMONIO.
4 – MINA ESMERALDA: ENTORNO Y CHIMENEA
5 – BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

1- INTERÉS GEOLÓGICO-MINERO                      
            Los yacimientos de Mina Esmeralda, al igual que todas las explotaciones de los alrededores, descansan sobre los límites geológicos de lo que se conoce como sinclinal de Cáceres, muy cerca del contacto con el batolito granítico de Cabeza de Araya.
           Este sinclinal está constituido por una sucesión de elementos sedimentarios paleozoicos, similares a los presentes en otros puntos de la geografía cacereña (San Pedro, Villuercas, Monfragüe, Cañaveral) y que explican también la orografía de toda la comarca.  La zona de Aldea Moret se encuentra enclavada, dentro de dicho sinclinal, sobre un conjunto sedimentario calcáreo, en el que dominan calizas, dolomías  sometidas a un metamorfismo de grado bajo, lo que le da un aspecto marmóreo y cristalino en la mayor parte de las ocasiones. Las propias escombreras todavía existentes de la Mina Esmeralda dan buena cuenta de estos materiales calizos, con sus típicos cristales dolomíticos en forma de estribo o con hermosas drusas de calcita, y todavía presentan interés mineralógico para coleccionistas y aficionados a la geología. 
          Al sur de Aldea Moret, y rodeando el sinclinal se encuentran terrenos geológicos más arcaicos, el Complejo esquisto-grauváquico (C.E.G.) o alodomo extremeño, del precámbrico, y las formaciones graníticas antes mencionadas de origen herciniano. Precisamente, el contacto de este batolito –rico en muchos lugares en P, Sn, Li y W- con el sinclinal ha permitido la aparición de una paragénesis mineral interesante que se ha traducido en Aldea Moret con la presencia de numerosos filones de apatito masivo -fosfato cálcico-, alternando con las calizas y dolomías marmóreas dominantes.  Los filones presentan muy distinta entidad y grosor, aunque su paragénesis suele ser siempre la misma: apatito masivo –en su variedad de dahlita y más raramente colofana- acompañado de cuarzo o calcedonia. Todavía hoy se pueden observar multitud de estos filoncillos en cualquier obra de importancia de esta zona. Los yacimientos mineros propiamente dichos fueron los que se explotaron sistemáticamente entre 1876 y 1960, y entre ellos el de la Mina Esmeralda fue de los primeros.
            Siendo geológicamente más precisos, Mina Esmeralda se levanta sobre un promontorio creado por el buzamiento de los estratos del propio sinclinal. Estos estratos son dolomías o calizas magnesianas de tipo marmóreas, de edad carbonífera,  y cuyos estratos se rompen al sur hacia una pequeña depresión cubierta con materiales cuaternarios y en el que confluyen los acuíferos provocados por el propio enclave calizo dominante y por las mismas explotaciones mineras (el aliviadero de Mina Esmeralda, con un caudal de 8 l/s) formando parte de lo que comúnmente se llama “El Calerizo”.
            La importancia económica que tuvieron tanto la Mina Esmeralda como las explotaciones de Aldea Moret solo son comparables en la provincia de Cáceres con las labores de fosfato “Constanza” de Logrosán o con la mina “La Parrilla”, que detentó buena parte de la producción de wolframio y estaño nacional a mediados del siglo XX.  Su prolongación en el tiempo y el impacto que tuvo tanto en el urbanismo cacereño como en los restos que todavía hoy se mantienen, precisan sin embargo de una explicación que rebasa su interés puramente geológico o minero.
2- ALDEA MORET EN EL MARCO DE LA HISTORIA ECONÓMICA CONTEMPORÁNEA       
La historia de la explotación de la mina Esmeralda, y por inclusión del conjunto de las minas de Aldea Moret, nos lleva al siglo XIX. Podríamos decir sin equivocarnos que con este yacimiento la ciudad de Cáceres quedaba ligada por primera vez en su historia a los circuitos comerciales globales que se estaban impulsando con fuerza gracias a la Revolución Industrial.
Efectivamente, esta revolución industrial provocó a lo largo del siglo XIX no solo un vertiginoso incremento del volumen de las transacciones comerciales mundiales, sino que también provocó significativos aumentos en la población europea e impulsó movimientos migratorios. Esto a su vez produjo una expansión agrícola paralela en todo el mundo y en los países emergentes de la época (EEUU, Australia y Argentina, especialmente), destinada a satisfacer la creciente demanda de alimentos y bienes agrícolas para Europa.
Lógicamente, el incremento de productividad no se redujo solo al campo industrial gracias a la llegada de las máquinas. En el sector agrícola, se empezó a extender el uso de abonos que permitiesen un mayor incremento de una producción que ya no se reservaba al mercado local sino que iba dirigida directamente a la exportación para un mercado internacional. Es en este contexto en el que tenemos que explicar el auge (e igualmente la decadencia) de las explotaciones de Aldea Moret. El fosfato se presenta como una materia prima de primera necesidad para mantener los rendimientos de la agricultura más avanzada de la época.
Durante buena parte del siglo XIX la mayor producción de fosfatos se desarrolló en las costas del Perú (las célebres explotaciones de guano, un fosfato de origen orgánico) pero sin embargo estas se encontraban en fase de estancamiento a finales del siglo XIX.  Fue en ese momento en el que empezaron a buscarse nuevos yacimientos que pudieran satisfacer la demanda creciente de abonos del mercado internacional, y es justamente en ese instante en el que se decide y se reúne un capital suficiente capaz de poner en explotación de los yacimientos de fosforita de Aldea Moret, casi al mismo tiempo que los yacimientos de Logrosán (1864). 
El conocimiento de los yacimientos de fosfatos en Aldea Moret se sabía desde fechas anteriores, pero fue en esas décadas en las que la población cacereña y la sociedad española en general empezó a ser consciente del calado e importancia de esta nueva riqueza industrial. Son los años dorados de la minería española (el mercurio de Almadén o los sulfuros de Río Tinto, por poner ejemplos), en las que grandes sociedades, en su mayor parte de capital extranjero, se lanzan a una explotación ferviente de los recursos de nuestro subsuelo. Los yacimientos cacereños no fueron una excepción a esta fiebre extractiva.  Entre los años 1866 y 1875 se sitúan los inicios de la explotación del yacimiento de fosforita en el Calerizo cacereño por la sociedad minera La Fraternidad, creada a partir del descubrimiento del filón de mina Esmeralda, estableciéndose asentamientos junto a los pozos de acceso, y generándose así el primitivo barrio de Las Minas.  Rápidamente, un ambiente de euforia se extendió entre aquellas élites sociales que soñaban con un germen de industrialización en una sociedad eminentemente agraria y atrasada. Sin embargo, en esta primera fase, las explotaciones fueron sumamente rudimentarias, los medios extractivos eran precarios y la falta de comunicaciones con los mercados del mineral hacían que el fosfato extraído fuera costoso y su comercialización poco rentable.
Esta atonía desapareció cuando las explotaciones atrajeron el interés de las élites políticas de la Restauración, bastante dispuestas a explotar y participar en los beneficios mineros. En este caso, el político liberal Segismundo Moret adquirió los derechos del rico coto minero en el año 1876: gracias a su iniciativa e influencia en Madrid –no olvidemos que llegó a la presidencia del gobierno varias veces- se creó el primitivo Barrio de Moret y se construyó en 1880 el ferrocarril que enlaza Cáceres con Lisboa, lugar y puerto de embarque de los fosfatos hacia toda Europa. El primer ferrocarril cacereño tuvo, por tanto, una base minera, y marca un antes y un después en la expansión de las explotaciones, abaratándose el precio del producto. Con el tiempo, este simple asentamiento minero, dirigido en un principio por la empresa "Unión Española de Explosivos" (más tarde "Explosivos Rio Tinto"), se convirtió en un pequeño poblado gracias a su prosperidad económica. Desde el año 1886 se comenzó la exportación a países como Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica y Holanda de un mineral de acreditada calidad, y el fosfato cacereño empezó a cotizar en los mercados internacionales.
Al entrar en el siglo XX, la producción de fosfatos está en su fase álgida, si atendemos a su participación en el mercado de capitales. En el momento de máxima extracción se encontraban en producción las siguientes minas: Perla de Cáceres, La Esmeralda, San Salvador, María Estuardo, Abundancia, Labradora, Imposible, Casualidad, Agricultora, San Eugenio, San Salvador, Estrella, Eloisa, Productora, Esperanza y Carvajala, totalizando 12 pozos de extracción de mineral y 119 construcciones anexas,  y sin contar otras muchas explotaciones más pequeñas destinadas al beneficio de filones mucho más reducidos.
La mejora de las técnicas extractivas y de procesado permitieron la fabricación de los superfosfatos, de mayor concentración y riqueza en fósforo; para ello se instaló una fábrica de ácido sulfúrico, la cual empleaba las piritas provenientes de Huelva. Las dos primeras décadas de siglo marcan su mayor auge, cuando las fábricas de Aldea Moret también se alimentan de los materiales extraídos del filón “Costanaza” de Logrosán y de otros yacimientos menores como los del “Caracol” de Aliseda. De los restos de las piritas utilizadas se extraían también, como subproducto, cobre de alta pureza que se comercializaba igualmente. En los años cuarenta, la producción de fosfato decrece paulatinamente en la medida en la que se agotan los filones más ricos y se van descubriendo otros yacimientos, especialmente los ubicados en el Sáhara Español y norte de África, de menor precio y mayor competitividad por la abundancia de mano de obra. De esta forma las labores mineras de Mina Esmeralda y el resto de los  yacimientos disminuyen paulatinamente hasta desaparecer por completo en los años 60 del pasado siglo XX. La producción de ácido sulfúrico con las piritas provenientes de las minas de Río Tinto apenas sobreviviría pocos años más.
Al cierre de la fábrica de ácido sulfúrico en el año 1963, existían en Aldea Moret una explotación minera de fosfatos (parada desde 1960), dos instalaciones para la elaboración de ácido sulfúrico -con dos baterías de horno-cuba cada una-, una planta para la obtención de cobre en cáscara y electrolítico y un almacén de fosfatos con cintas móviles de transporte. El abandono subsiguiente de toda la maquinaria en los siguientes años fue total: desguazada, achatarrada y finalmente, en los años 70 fue vendida al peso después de permanecer a la intemperie casi un decenio. La ironía de la historia quería que en el preciso momento en el que España desarrollaba un vertiginoso despegue económico, el sueño de una Revolución Industrial en Cáceres desaparecía para siempre.


Fig. 1. Planta de Cerro Esmeralda
3- VALORES ARQUITECTÓNICOS Y DE PATRIMONIO
El momento en el que se decide la construcción de los establecimientos mineros está marcado en la arquitectura por el triunfo de la corriente historicista. De origen esencialmente anglosajón, la corriente historicista triunfa en Europa, adaptándose en cada país o región de una forma ecléctica a las corrientes arquitectónicas autóctonas de siglos anteriores.
El historicismo, de tradición romántica, desarrollado principalmente en el siglo XIX y principios del XX concentra todos sus esfuerzos en recuperar la arquitectura de tiempos pasados. Se trataba de imitar estilos arquitectónicos de otras épocas –especialmente estilos medievales- incorporándole algunas características culturales del momento. En España, el sentimiento nacionalista llevó a la búsqueda de la propia identidad, al deseo de encontrar una arquitectura nacional, que pudiera identificarse con nuestro país, nuestras costumbres y que fuera un reflejo social. Esto dio lugar a la resurrección sobre todo de los estilos medievales. El medievalismo gozó de una gran profusión ya que respondía a la idea de paraíso perdido a la que el espíritu romántico quería retornar. La arquitectura industrial de la época bebe directamente de esta corriente arquitectónica, adaptando a las edificaciones mineras estructuras acastilladas, almenas y torreones con merlones y albardillas, de piedra y ladrillo, asimilando fortificaciones.
En relación con las edificaciones en el área de Aldea Moret sobresalen la Mina de la Abundancia, el edificio Embarcadero, la Mina San Salvador, o la propia mina Esmeralda. Los edificios que actuaban como bocas de minas tienen un cuidado aspecto de fortalezas, construidos rudimentariamente con pequeños bloques de cuarcita y argamasa –similares a las construcciones medievales de la ciudad-, y usando el ladrillo en los elementos arquitectónicos más destacables. La ubicación de la Mina Esmeralda o San Salvador en las cimas de los cerros calizos realza aún más su aspecto aparentemente medieval tan del gusto historicista. Mención aparte merece el modelo urbanístico de poblado minero se planea como un espacio habitacional autosuficiente. De nueva planta se crean viviendas, equipamientos, dotaciones, servicios e infraestructuras. Se crea un hábitat ordenado en un medio productivo, acercando lugar de trabajo y residencia. La trama urbana planeada era de colonia obrera, de clara influencia anglosajona, y en  el momento de su construcción –finales del siglo- es referente a nivel nacional.
4- MINA ESMERALDA: ENTORNO Y CHIMENEA


Siendo más concretos en relación con los edificios de Mina Esmeralda, originariamente son los más antiguos, pues no hay que olvidar que la sociedad minera local "La Fraternidad" inicia su andadura en 1865 en torno a este filón, marcando el comienzo del desarrollo minero en Aldea Moret. Con una extensión de 120.000 m2 la mina tuvo su concesión como mina de fosfatos en 1878. El complejo de edificios que componen la mina se edificó durante la década anterior, en los inicios de su explotación.
Además de los edificios de acceso a la mina, tenía barracones a modo de viviendas de los mineros así como los hornos y edificios de transformación del mineral. De estilo historicista, en su construcción se utilizan estructuras basadas en muros de carga de tapia, ladrillo y mampuesto, sobre el que disponen arcos, bóvedas y cubiertas de madera.

Aparte de las instalaciones propiamente mineras, en el cerro de la Esmeralda se ubica igualmente un acuífero con una galería de desagüe así como un pozo con instalación de grupo de elevación que hasta los años 70 abastecía algunos barrios de la capital. Estos pozos sirven a su vez como reguladores del manantial del Marco que da lugar al riachuelo del mismo nombre. El abandono y el deterioro, así como la peligrosidad de las labores, con grandes desniveles del terreno y riesgo de accidentes imprudentes, provocaron el tapiado de toda la zona. La rapiña del material susceptible de ser protegido llega hasta épocas muy recientes, cuando en los años noventa desaparecieron algunas de las estructuras metálicas más representativas de los depósitos del acuífero.
Para evitar el progresivo deterioro de este patrimonio arqueológico industrial, se han iniciado en los últimos años distintas intervenciones restauradoras en los diversos edificios que configuran en entorno minero de Aldea Moret. A nivel legal, y para evitar mayores deterioros y expropiaciones urbanísticas, el complejo de mina Esmeralda fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) junto con el resto de edificaciones que componen la red de minas de Aldea Moret en Decreto 92/2011 de 20 de Mayo y publicado en el DOE 101 de Viernes, 27 de mayo de 2011. Igualmente está catalogado con el nº 087 en el Catálogo de Bienes Protegidos del Plan General Municipal de Cáceres con nivel de protección Estructural.



Fig. 2. Vista aérea del complejo minero de Mina Esmeralda

LA CHIMENEA
             La chimenea es, dentro del conjunto de edificios, el elemento mejor conservado. Del resto de edificaciones sólo se mantienen algunos muros y divisiones. En el momento del cese de actividad en la mina (en los años 60) se desmantelaron las instalaciones dejando únicamente algunos elementos estructurales. La chimenea servía al horno donde se separaba el mineral de las impurezas calcáreas y permitía la obtención del fosfato que después era tratado en la fábrica levantada en Aldea Moret.  Con planta cuadrada (3,90 m de lado en la base) tiene una altura de 32,08 m desde la base de piedra que forma el cimiento superficial.
Construida íntegramente en ladrillo macizo cocido (el ladrillo más usado en la época), con distintos aparejos basados en el aparejo inglés con hiladas alternadas a soga y tizón. Las caras están tratadas con sobriedad, predominando las líneas rectas y las simetrías. Tiene algunos sobrios elementos decorativos como rehundidos y cornisas realizadas igualmente en ladrillo. Supone un claro ejemplo de la majestuosidad de este tipo de arquitectura, siendo uno de los elementos mejor conservados de la industria minera cacereña.


5- BIBLIOGRAFÍA Y WEBS BÁSICAS

BAHAMONDE, A., MARTÍNEZ, J. Historia de España del siglo XIX, Cátedra, 1993.

GARCÍA PÉREZ, SÁNCHEZ MARROYO, MERINERO MARTÍN, Historia de Extremadura. Los tiempos actuales, Universitas Editorial, 1985.

GIL MONTES, JUAN, “Geología del Calerizo de Cáceres”, en Estudios de Geoarqueología en Extremadura, 2009 (www.jugimo.blogspot.com).

HOBSBAWN, E., La Era del Imperio, 1875-1914, Crítica, 1989.

MARTÍN BORREGUERO, GARCÍA MOYA, JIMÉNEZ BERROCAL, La vida minera en Aldea Moret, 2010

MUÑOZ MARCO, MARTÍNEZ, Esperanza (coord.) Patrimonio Geológico de Extremadura, junta de Extremadura, 2005.

VVAA, La minería en Extremadura, Junta de Extremadura, 1993.


Fig. 3. Vista General del complejo minero de Mina Esmeralda



Fig. 4. Perspectiva de la chimenea



Fig. 5. Contrafuerte de apoyo





Fig. 6. Alzado.