terça-feira, 23 de abril de 2013

DE VISITA AL... MOLINO DE HIJADILLA


Lo que resta del molino: un edificio presente desde la época medieval, pero cuya  construcción actual data del siglo XIX, en 1862, según indica una placa de la época que todavía se conserva en una de sus paredes...
 
Salto de agua para desviar el agua hacia el molino.
     
"Se edificó este molino siendo hacendado J.M.Calzada y Pedrilla, mes de octubre": Ecos de los escasos cambios históricos de Extremadura en el siglo XIX.
     La semana pasada el G.P. hizo su tercera incursión primaveral a las tierras del Salor, al sur de los Barruecos, en una hermosísima y fresca mañana de abril. Nuestro último objetivo era el dolmen de Hijadilla, pero está claro que echar un vistazo a los mapas de google no siempre basta para tener un buen resultado. Así que al atravesar el Salor por el paso del puente de estacas, nos movimos tres kilómetros hacia el sur en una caminata errática; cuando el G.P. se percató que las faldas de la sierra de San Pedro se iban aproximando más y más, nos dimos cuenta que algo habíamos hecho mal. Afortunadamente uno se va encontrando gente por las dehesas aparentemente vacías, incluso un domingo por la mañana -no existen festivos en el campo-, que nos fueron orientando en el camino de vuelta. El G.P. fue perseguido por perros, sorteó vacas con ternerillos, casi es atropellado por un grupo de ciclistas, y hasta evitó la invitación a una cervecita  por un par de hombrecillos joviales que estaban haciendo su domingo en mitad de la dehesa. Sorprendentemente, iba pasando una "fauna humana" sumamente rica: cuatro por cuatro conducidos por individuos que parecían sacados de un rancho de Texas; esforzados deportistas de fin de semana, perfectamente equipados con sus bicicletas y sus trajes encorsetados, tractoristas que te miran con cara de risa; domingueros que te invitan a cervezas con panceta recién hecha de una hoguerilla improvisada; moteros destructores del ruido natural y por último un grupo de viejos peregrinos desviados de los Barruecos para conocer mejor este pasaje natural.    
       Pero en el viaje de unos 12 kilómetros andando -desde los Barruecos hasta la Redondilla, y vuelta-, lo mejor era con gran diferencia sentirse parte de una dehesa en su mejor explosión primaveral de tonos rosados, violetas, amarillos y blancos. Casi todos con los que el GP pudo hablar estaban de acuerdo: esta sí que es una primavera "de las buenas", y lo decían como quien saborea una buena copa de vino viejo. "Disfruta este año, no son normales y tampoco sabemos lo que va a durar", dijeron al GP los domingueros del lugar, y no  se equivocan. En la dehesa, los encuentros habituales: prados morados de viboreras, galápagos saltando a las charcas, milanos planeando por el cielo, herrerillos, carboneros, picúas y demás pequeñajos moviéndose nerviosamente por los árboles. Tan solo las puestas de los renacuajos en minúsculos charcos del camino nos hacía sentir algo de lástima por su destino. Hasta geológicamente, el andar puso a nuestra disposición buenos ejemplares de cuarzos ahumados y de pizarras con gruesos nódulos de cordierita (típicas manifestaciones del metamorfismo de contacto de la zona). 
     Y finalmente, el Salor de nuevo, esta vez en su paso por el molino de Hijadilla. Este edificio, datada su última construcción de 1862, se enclava en un delicioso estrechamiento del río sobre unas durísimas pizarras mosqueadas que pueden llevar a tener la apariencia de corneanas, porque aparentemente pierden toda su esquistosidad. A su alrededor florece la típica vegetación de ribera de alisos, sauces y fresnos, que a veces se echa de menos en otras partes del río y que aquí está bien presente.     
Los encuentros con el ganado -las vacas blancas cacereñas- son continuos y a veces hasta embarazosos para alguien como el GP poco acostumbrado a tratar con terneros y vástagos asustadizos.

Destacados nódulos de cordierita -o eso creemos- sobre las pizarras mosqueadas. Este mineral será motivo de un post cuando hablemos nuevamente de geología cacereña... 
 
          Es imposible no sentir lástima por los bancos de renacuajos moribundos que nos encontramos por los pequeños charcos que atravesamos en la dehesa. Las lluvias han llevado a los anfibios a una enorme tarea reproductora: a pesar de estos fracasos como el de la foto, no cabe duda que este año será excelente para los distintos tipos de sapos y ranas que pueblan las dehesas. La descendencia quedará asegurada en otros muchos lugares con más agua y humedad... Por otro lado, no es difícil pensar que estos pobres renacuajos serán bien aprovechados por pájaros de muchas clases que harán buen uso de esta comida regalada para llenar el buche...
Prados con mi particular reina de las flores primaverales, la viborera. Al fondo, la torre de los Mogollones.

sexta-feira, 19 de abril de 2013

PEQUEÑOS GRANDES RÍOS: SALOR, TAMUJA, GUADILOBA...

 
El Guadiloba, con aspecto casi otoñal en abril: la flor de los chopos da un toque amarillo engañoso.
  
    Según podríamos contrastar en cualquier estudio hidrográfico y climático de la comarca de Cáceres, nuestros ríos son pequeños, no nacen en ninguna altura relevante (excepto el Almonte) y tienen un caudal escaso que varía enormemente según la estación, secándose prácticamente su lecho en el periodo estival. En contraste con los afluentes del lado norte del Tajo, con frondosas riberas, generosas cuencas sedimentarias, todos de origen serrano y casi siempre con agua garantizada en verano, nuestros riachuelos parecen desmerecer a sus vecinos. Sin embargo, en un invierno tan anormal como el que hemos tenido (el marzo más lluvioso de todas las marcas: tres veces más de lo habitual), y después de un año anterior igual de extraño (el invierno más seco de toda la historia), nuestros pequeños riachuelos bien que se merecen unas cuantas fotos.


 Un Tamuja muy crecido a su paso por la carretera hacia Santa Marta de Magasca.
El Salor en las cercanías de la carretera Cáceres-Valencia de Alcántara.

 Puente sobre el Salor en la carretera de los Barruecos.

sábado, 13 de abril de 2013

BUSCANDO DIABASAS EN EL TAJO

Diabasas descascarillándose y creando los típicos bolos.

El suelo dejado por las diabasas, típicamente rojizo, contrasta con los tonos claros de los granitos.

Los bolos llegan a ser de buen tamaño en la zona.
       Hace más de un mes hicimos nuestra primera búsqueda de diabasas en la Falla de Alentejo-Plasencia en la carretera de Navas del Madroño, y ahora lo hacemos en nuestras últimas excursiones a la desembocadura de la rivera de Araya. De hecho, toda la rivera transcurre paralela a la FAP y no se entiende sin este accidente geológico. En esta ocasión, divisamos las diabasas desde el otro lado del embalse, atraídos por el color rojizo del suelo, en contraste con el más pálido propio de los granitos, y aquí las zanjas son lo suficientemente amplias como para ver bolos de diabasas de gran tamaño. Para ello tuvimos que meternos por un camino que se aparta de la carretera y el sendero natural de la zona, a mano derecha, y pasar por un lugar con cierto peligro por estar hasta arriba de colmenas de abejas. El G.P. casi va allí de cabeza, cuando se dio cuenta que había demasiado bichitos zumbando a su alrededor y se echó a correr ladera abajo. Aparte de ese pequeño percance, el desvío merece la pena para ver in situ este dique y observar la evolución de la meteorización en las diversas rocas: había desde bolos convertidos prácticamente en tierra negruzca -bastaba un zapatazo para hacerlos estallar- hasta otros que estaban todavía "hinchándose" en la roca madre. Ese "hinchazón" parece que se debe a procesos de hidratación de la roca y sobre todo de sus componentes más ricos en hierro -especialmente el piroxeno-, y esto hace que la roca acabe desprendiéndose en forma de esos peculiares bolos. Este componente es el que le da también su considerable peso, mayor que el de los granitos de los alrededores.
      Las diabasas no son lo único digno de interés de la zona. Como mencionamos en otra ocasión, la rivera de Araya es interesante para ver el metamorfismo de contacto y las rocas resultantes: esquistos, cuarzo ahumado, nódulos de cordierita, diques feldespáticos, enclaves pegmatíticos con turmalina, granitos con granate y cordierita... Dependiendo de la zona geológica que pisemos -pizarras mosqueadas, granitos cordieríticos, o dique de diabasas- nos encontraremos con unos ejemplares u otros. En definitiva, una zona muy interesante para perderse de cuando en cuando y contemplar las maravillas y singulares de las piedras.  

Aspecto de la zona del dique de diabasas, desde la carretera a Garrovillas.

domingo, 7 de abril de 2013

DE VISITA A... LOS PIZARRALES DEL SALOR

    
El río Salor: la pendiente escarpada contrasta con la orilla fuertemente, y con áreas que el río ha abandonado en su proceso de erosión del valle.
Pequeñas marmitas creadas por la corriente sobre las pizarras.
Pizarras pulidas por el agua.
       En un despiste con el coche el G.P. se perdió. Como todavía no controla demasiado esta máquina tuvo que dar mil vueltas hasta encontrarse en la carretera hacia Aliseda. Así que fijamos nuevo rumbo y fuimos a un lugar al que no había vuelto desde los tiernos dieciocho años: los riveros del Salor.  Aprovechando que el mes de marzo ha sido tan lluvioso, el espectáculo merece la pena. Para acceder a la zona desde la carretera a Portugal, lo mejor es introducirse en los accesos a la antigua carretera, situadas ambas entradas al lado izquierdo si vamos desde Cáceres. Con facilidad encontraremos gente que ha tenido la misma idea que nosotros y que están pescando o tumbados en una hamaca, pero el sitio es lo suficientemente grande para no molestar a nadie y no ser molestados.
     El río Salor atraviesa en la penillanura dos terrenos bien definidos de la geología extremeña: batolitos graníticos y las pizarras y grauwakas del Precámbrico. En esta ocasión hemos visto los riveros sobre estos últimos terrenos. Son muy similares a los del Guadiloba o el Tamuja (los otros dos riachuelos que han cambiado la morfología de la penillanura), pero con más caudal y mayor capacidad erosiva. No contamos aquí con el Almonte, convertido en un embalse. A diferencia de la erosión sobre el terreno granítico, creando numerosos heucos y formando fácilmente marmitas, el efecto del agua sobre la pizarra es más suave. El agua aprovecha la esquistosidad de la pizarra para deformar aquellos estratos más débiles, creando surcos y canales. Los bloques partidos de las pizarras suelen guardar una exfoliación perfecta, a diferencia de los granitos.  
        En aquellas zonas donde se depositan los materiales traídos por la corriente observamos grauwakas, pizarras y cuarzos extraidos de los filones, con sus típicas formas configuradas por la pizarra. Sin embargo, resulta muy interesante para los pedrólogos acercarse a las escombreras situadas en la orilla este, provocadas por la creación del puente "nuevo". Allí encontramos pizarras, grauwakas y esquistos bien definidos, limpios  y frescos. Con suerte nos podemos topar con formaciones de pirita y óxidos de hierro, que son inusuales en este tipo de pizarras, pero que en este punto se convierte en un elemento importante de las pizarras más oscuras. Si a pesar de buscar, no encontramos las piritas, se puede acudir a la trinchera de la carretera y allí no hay pérdida: sobre los muros encontramos infinidad de pequeños cristales cúbicos, que se acumulan especialmente en algunos estratos.

En las laderas de encinas nos encontramos con algunos magníficos boletos, más propio del otoño que de esta época. En este caso creemos que es un Leccinum quercinum o Leccinum lepidum: peculiares nombres científicos.


La presencia de las orquídeas nos muestra que efectivamente es primavera. Aquí tenemos la Orchis conica (o eso cree el G.P.), estaba situada en las laderas del Salor, junto a un pequeño arroyuelo y en un entorno marcadamente umbrío, cercano a las escombreras de pizarras.
Rebaños de cabras en las dehesas colindantes con el río.

sexta-feira, 5 de abril de 2013

ORQUÍDEAS OPHRYS BAJANDO EL CERRO OTERO


    Como quien hace un descubrimiento importante en su vida, el G.P. está empezando a sentir auténtica pasión por las orquídeas. Ahora entendemos cómo estas florecillas engatusaron a tantísima gente ilustre, empezando por Darwin hasta llegar al Proyecto Orquídea de nuestra región. No solamente son las formas de sus flores las que atraen la atención de la gente, sino sus peculiares mecanismos de reproducción, su poder de hibridación y variablidad y la predisposición hacia ciertos lugares y terrenos que hacen que los encuentros con las orquídeas muchas veces sean "buscados". En el caso del G.P., lo que andábamos buscando eran las anatasas que se nos resisten a ser encontradas, pero en su lugar encontramos muchas setas, flores y también agua. De las setas destacaban los paneolos y cortinarios, pero entre las flores, sin lugar a dudas, lo que llamó nuestra atención fueron los ejemplares de Ophrys tenthredifinera. 
    Esta llamativa flor imita a la perfección el cuerpo de abejorros y abejas zumbonas, hasta el punto que aquel que se encuentra de imprevisto con estas flores puede pensar que están ocupadas por estos insectos. Pero lo que es aún más llamativo es que en realidad esta llamada tiene la intención de atraer machos que al intentar copular la hembra falsa lo que hacen es... copular con la flor y fecundarla efectivamente. El pobre abejorro desconoce que en su tierno revolcón la orquídea será la única beneficiada, al depositar en ella el polen fecundador que lleva en su abdomen. Uno lo piensa con frialdad y queda asustado con la precisión con la que el relojero ciego -la conocida metáfora de Dawkins- sincroniza el éxito evolutivo de unas especies como estas. 
       Este tipo de orquídea es de las más extendidas del género ophrys en Extremadura, según los creadores del Proyecto orquídea, por lo que es posible que se pueda avistar en otros lugares de los alrededores. Aquí llamaba la atención que en este lugar -el cerro Otero- solo crecía a la sombra de una amplia tapia que protege el descenso del cerro frente al viento frío y húmedo del oeste. El terreno está formado por suelos arcillosos de naturaleza silícea, propios de las cuarcitas, arcosas y pizarras del cierre que marcan el cierre del sinclinal por esta parte.  



LA FLOR:  La descripción de la flor de ophrys se vuelve un galimatías para los que no entendemos de botánica: "sépalo ovado, cóncavo, con margen revoluto, en tonos blanco verdosos a rosados con nervadura verde. Pétalos triangulares o cordiformes, más intensos y pequeños que los sépalos. Labelo subcuadrangular, entero o trilobado con pequeñas gibosidadesbasales, convexo, escotado, muy piloso. Zona central de color pardo rojiza,  espéculo en forma de U o de H., azulado o violáceo. Campo basal en tonos pardo rojizos, con dos protuberancias en forma de ocelos." (Guía de orquídeas de Extremadura).

EL LUGAR: descenso del cerro Otero hacia la carretera del Casar: una zona intermedia entre la penillanura y las colinas de la sierra de Aguas Vivas, marcado por encinas de repoblación. Junto al muro y en la zona de sombra, es donde proliferan nuestras amigas ophrys.

LAS ROCAS: El suelo está formado por derrubios de ladera provenientes del Cerro Otero (arcillas silíceas con numerosos cantos de cuarcita y cuarzo), que dejan de cuando en cuando aparecer la roca madre: conglomerados del Precámbrico incluidos en el Complejo esquisto grauwáquico o alodomo extremeño. Este es el único lugar donde aflora esta unidad en las cercanías de Cáceres.



segunda-feira, 1 de abril de 2013

OREJAS DE JUDAS EN PRIMAVERA


Estas orejillas están marcadas por un sombrero endeble y flexible, con ausencia de pie.
Más que de Judas, las orejas parecen de Mr. Potato, especialmente alineadas así.
  Aspecto de las orejas de Judas por debajo del sombrero, con las rugosidades típicas por las que se ha ganado su nombre con justicia...
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        Iniciamos abril con una nueva reseña micológica, y que viene al pego con las fechas que se acaban de celebrar: la oreja de Judas (Auricularia auricula-judae). Si la primera palabra guarda una relación directa con la forma peculiar de la seta, el que sea propiedad de Judas (sin especificar si es el Tadeo o el Iscariote), constituye un misterio para el G.P. Sea lo que sea, al pobre Judas le caen todos los muertos, buenos o malos. Este interesante hongo crece habitualmente sobre tocones o ramas muertas que guardan mucha humedad, y que están vinculados a determinadas familias de árboles. Lo hemos observado sobre ramas de olmos y en tocones de eucaliptos, para ser más exactos, aunque los entendidos dicen que también fructifica sobre la madera viva. En el caso que estamos viendo, los ejemplares proviene de Sierra de Fuentes. Las ramas estaban en el campo de la familia del G.P., fruto de la poda del otoño pasado y muy humedecidas por la continua lluvia que ha caído desde entonces. El otro caso que avistamos durante el pasado noviembre fue en el Olivar de los frailes, lugar muy generoso durante esa época en setas y hongos de todo tipo.   
     La oreja de Judas es fácilmente reconocible por su forma -de oreja, si invertimos la seta-, su peculiar textura -gelatinosa, flexible- y su lugar de aparición. Aunque en la cultura occidental no se suele recoger con frecuencia, esta seta hace las delicias de la cocina oriental, y los amantes de los restaurantes chinos o tailandeses más de una vez la han degustado, aunque no hayan caído en la cuenta de ello...

  Las Orejas de Judas estaban junto al estanque del campo. Este año, rebosante de las tres especies más abundantes de la zona: sapo de espuelas, ranas comunes y gallipatos. Faltan a la cita las ranas meridionales, que no se suelen dejar ver dentro del agua.