quinta-feira, 24 de abril de 2014

EL PARAÍSO DE LA ORCHIS PAPILIONACEA: LA CUESTA DE ARAYA

     Cerramos este mes, el mes de las orquídeas con una entrada que nos remonta al comienzo de la Semana Santa, en la cuesta de Araya. Es una visita obligada que hace el G.P. cada primavera, especialmente si el Tajo va relativamente lleno. Este sitio, como otras veces hemos comentado, es un lugar fabuloso para buscar piedras curiosas y observar grados de metamorfismo diverso en las rocas de la zona. Pero es también, en el mes de abril (y especialmente a principios), un excelente lugar para observar la Orchis papilonacea, no como algo excepcional, sino en la forma de multitud de ejemplares. La razón es relativamente sencilla para los amantes de las orquídeas. La Orchis papilonacea es una orquídea típica que crece especialmente sobre suelos básicos (o las cercanías de estos), y es por ello que sigue muy de cerca los terrenos trazados por la FAP (el dique de diabasasa de Alentejo-Plasencia). De esta forma, no es en absoluto casualidad que su localización en Cáceres esté centrada en los lugares que atraviesa la falla: desde la rivera de Araya hasta Grimaldo, podemos encontrar esta flor en los suelos silíceos, graníticos o pizarrosos, y especialmente en los suelos básicos de las diabasas y gabros de la FAP: ya sea el suelo rojizo (diabasas), blanquecino (granito) o grisáceo (pizarras), la podremos encontrar con relativa abundancia, dependiendo del gusto que tenga la orquídea con el terreno. 
     Por cierto, que los calores de la Semana Santa estropearon muchas de estas orquídeas. No hay que olvidar que esta zona de Cáceres (el valle del Tajo, especialmente desde esta parte hasta la raya) es de las que concentra mayores índices de termicidad en toda la provincia, y por lo tanto la primavera se adelanta y se prolonga menos en el tiempo. No esperemos encontrar mucho ya en mayo, ¡oh desgracia!
       
Gran filón de cuarzo macizo, en mitad de los afloramientos pizarrosos: se observa el entorno grisáceo del terreno, frente al rojizo del otro lado del río (diabasas). Justo al otro lado, en la fotografía de la derecha, el horizonte gris piazarroso deja paso al horizonte blanco del granito. En los tres suelos hemos encontrado orchis papilonacea, sin haber demasiada distinción en el número de ejemplares encontrados. Lo que quizás queda claro es que sin los suelos básicos de la FAP, estas orquídeas no habrían colonizado los otros suelos. Who knows?

domingo, 20 de abril de 2014

SERAPIAS LINGUA EN LA ALBERQUILLA

Al principio pensaba que alguna deformidad afectaba a esta pobre serapia.  Los que saben de orquídeas reconocen en ella la Serapia lingua variedad "distenta". Más llamativa, pero parece ser que menos eficaz en términos de éxito reproductivo, pues atrae menos insectos.
    Las serapias en mitad del pastizal de la dehesa.
Una serapia antes de abrir la flor. La forma tubular de la flor se convierte en refugio de insectos durante la noche o el mal tiempo, y permite así polinizar la flor. Smart, very smart, Mrs. Serapia. 
    Y vamos con otra más de orquídeas, para rematar nuestras salidas en Semana Santa. Esta vez nuestra fantástica invitada será la Serapias lingua. Y el lugar, la zona conocida como "La Alberquilla", en la dehesa que se extiende al sur del cerro del Milano y los hornos de Sierra de Fuentes. La última vez que visitamos el terreno era el mes de julio, con un calor sofocante y toda la dehesa vestida de amarillo. Tan solo la  pequeña vaguada de una charca mantenía cierta frescura y allí alacranes y gallipatos pasaban el día bajo las piedras, mientras el resto de la naturaleza dormía. Ahora en el mismo lugar, la charca está rebosante, un rebaño de vacas se asienta en su orilla y apenas podemos pisar la vaguada entre el  agua y la hierba. Lo que en verano es un cauce seco es ahora un escaso arroyo invernal que desciende aprovechando la suave inclinación del terreno. El G.P. se deja guiar por el arroyo, persiguiendo a las ranas comunes y tras un rato de vagabundear por mitad del campo, se encuentra junto a una pequeña poza intentando echar una foto a los anfibios, que por supuesto, nos rehuyen. Justo al lado del cauce cubierto de hierba, nos encontramos nuestra humilde serapia. Después vendrían unas cuantas más, en lugares clareados de la dehesa, pero siempre en la zona de vaguada, muy arenosa, y con algo más de humedad que el resto de la dehesa. Luego me enteraría en casa que este es el terreno ideal para este tipo de serapias, poco exigentes con las características del terreno (estamos aquí sobre suelos ácidos, provocados por los granitos del sinclinal, y muy arenizados). Por otra parte, esta serapia es de las más comunes de encontrar en nuestra región, tanto o más que la Orchis champagneuxii (en esta zona, ni una), y el mes bueno para verlas florecer es precisamente abril (como la gran mayoría de orquideas mediterráneas). Buscamos más orquídeas, pero el tiempo se nos echaba encima y tan solo vimos una cuarcita con multitud de cubos de pirita pseudomórfica. Eso sí, ranas por todos los lados, fiesta de los anuros por todo lo alto y flores, muchas flores allí donde pusiéramos la vista.     

 
Las charcas rebosantes y con los ranúnculos en flor. Las ranas comunes pululan por todas partes, aunque no siempre se dejan fotografiar. La de al lado fue ya en el campo familiar de Sierra de Fuentes entre flores y relativamente lejos de estanques y charcas, y donde ignoramos la razón, pero resulta mucho más sencillo fotografiarlas (¿estarán acostumbradas a la presencia humana? Desconocemos su comportamiento...) 

quinta-feira, 17 de abril de 2014

OPHRYS SPECULUM EN EL CERRO CABEZARRUBIA



 

 No sé si las orquídeas consiguen la visita de sus avispas fecundadoras, pero sí la de los humanos. Una
consecuencia no prevista en la evolución. Además, el GP siente que cuanto más contempla las orquídeas, más humano se siente, al romper esas reglas prácticas de la naturaleza, y guiarse solo por su belleza.

     El que la sigue la consigue, como suele decirse. Y por fin, tras mucho buscar, el G.P. captura una especie más de orquídea, la Ophrys speculum,  conocida vulgarmente como espejo de Venus, y también con el nombre más científico de Ophrys vernixia. Menudita entre los hierbajos que la cubren, pero impresionante cuando la vemos de cerca. Una más dentro de los once tipos de orquídeas que los botánicos más reconocidos aseguran que viven en la comarca de Cáceres. Esta en cuestión, es típica de suelos calizos, y por lo tanto muy rara de encontrar fuera de este ámbito. Dado que nuestra provincia tiene tan poco de estos suelos, su lugar de aparición queda muy reducido: apenas Aliseda y  las calizas de la zona de Almaraz comparten la suerte de albergar esta especie, según el Proyecto Orquídea. Por otro lado, crecer en el cerro Cabezarrubia tiene además sus propios méritos y riesgos: suelos muy escasos y desgastados por el lapiaz, y un incendio estival garantizado cada año. Aunque estos detalles, destructores para los pocos pinos que sobreviven en el cerro,  a las orquídeas les importan más bien poco. Por esa época ya están bien dormiditas, en sus tubérculos, reservándose y guardando fuerzas para la primavera siguiente. 
   Por cierto, si alguien piensa en llevarse los tubérculos para casa, en la esperanza de poder disfrutar de estas magníficas plantas, ni lo sueñe: los tubérculos necesitan el terreno  calizo y sobre todo, un hongo simbionte con el que micorriza la orquídea. Corremos el riesgo de quedarnos sin planta y además, quitar al resto de la gente la posibilidad de contemplarlas al natural. Si añadimos que solo había cuatro plantas en la zona, sacarlas de aquí sería algo imperdonable.

   Hay que decir, de todas formas, que estas no son las únicas pequeñas maravillas que guarda el cerro. Conviven aquí algunas especies también típicas del entorno calizo y su típico aspecto agreste. Un ejemplo especial lo ponemos en la Linaria aeruginea (si el G.P. no mete la pata esta vez), otra delicada planta amante de los pedregales calizos y con una flor llamativa. Esta especie la hemos disfrutado también, y en gran número, en las laderas de las minas El Salvador y Esmeralda, rellenando cualquier grieta y  recovecos formados en la roca.

 El lugar del hallazgo: las laderas del cerro Cabezarrubia, con unos pocos pinos castigados frecuentemente por los fuegos del verano, y un escaso suelo marcado por la erosión de la caliza. Basta con mirar la imagen de al lado, para ver la realidad que suele tener el cerro en el verano. Este incendio fue del 2010, pero desgraciadamente tiende a repetirse. El año pasado esta parte del monte se salvó, pero no el resto del cerro. 
la falda del cerro cubierta de margaritas grandes. El contraste con el verano no puede ser mayor en esta zona de la ciudad.

quarta-feira, 16 de abril de 2014

LIRIOS DE AGUA EN EL MARCO

   
   Si alguien pregunta sobre vegetación fluvial y acuática en nuestra ciudad, no tendrá más remedio que acercarse a unos pocos rincones del Marco; allí  podrá disfrutar de algunas especies particulares de este hábitat tan escaso en nuestros alrededores. El curioso encontrará alguna flor inesperada, como la de estos fantásticos lirios de agua, que adornan la charca eternamente turbia del Marco (y casi siempre con alguna basura flotando en el agua). En este sentido, los lirios hacen ciertos servicios de limpiadores, pues acumulan metales pesados en sus tejidos que hacen de las aguas del Marco algo menos sucio de lo cotidiano. Gran tragedia para nosotros: el único curso de agua de la ciudad y lamentablemente contaminado, aunque siempre menos en abril que en verano y otoño, cuando el olor puede hacerse insoportable. Indudablemente, la rehabilitación de los huertos y el camino urbano son siempre logros, pero ¿de qué valen cuando las aguas bajan muchas veces contaminadas, y varios desagües desembocan en el Marco? Al menos en la charca el agua, aunque turbia y estancada, todavía baja relativamente limpia, pero conforme seguimos avanzando río abajo, la cosa se estropea irremediablemente.
     Volvemos a los lirios. Sus flores no son fáciles de encontrar y no porque no sean abundantes, sino porque son demasiado apreciadas. En cuanto sale alguna, se convierte en pieza deseada para algún florero particular. Se notan lirios cortados limpiamente con un cuchillo en toda la orilla de la charca. Estos se han salvado por estar demasiado metidos en el agua. Y ahora casi uno siente remordimientos de haber cogido tres gladiolos días atrás, viendo lo cotizadas que están las flores en todo el Marco. Indudablemente, un grano tras otro acaban creando un desierto. Aparte de los lirios, hay otras muchas plantas que observar en la charca y sus alrededores pantanosos, pero tenemos tiempo: este es el único lugar de la ciudad donde la primavera se prolonga un poco más, y podemos encontrar alguna flor hasta en el verano. Así que volveremos al Marco en la época de los cardos borriqueros, a finales de mayo.
   No pensemos que entre los lirios no hay nada. Las orillas están repletas de pececillos, posiblemente crías de barbos, según los carteles indicadores de la zona. A veces incluso podemos ver el aleteo de peces más grandes en mitad de la charca. Y por supuesto, cangrejos americanos que bullen por todas partes, y ranas que escuchamos y no vemos.
 Calizas arriba, en olivares abandonados, el G.P. se pierde en prados cubiertos de ajos blancos. Ninguna orquídea caliza, pero una fantástica primavera en compensación...
       

sábado, 12 de abril de 2014

ENTRE GLADIOLOS SILVESTRES Y OBSESIONES FILOSÓFICAS

     
      El comienzo de las cortas vacaciones no ha podido ser mejor. Día soleado, ribera del Marco, una mañana entera por delante en compañía del pequeño complemento R2-D2 (el pequeño Juan) y una primavera rompedora. Algo necesario para que el G.P. olvide un poco el cansancio rutinario, los problemas cotidianos, los rifirrafes políticos, la crisis educativa. Llegados a este punto, y mientras uno disfruta de estos pequeños placeres, lo pensamos más despacio. Quizás todo sea parte de un gran sedante, un engaño, una ideología alienante  marxista o mecanismos de sublimación freudiana, si le permiten al G.P. usar su terrorífica jerga filosófica en peligro de extinción y que da la risa. Disfrutar en la naturaleza para olvidar disgustos o reponerse no es algo que necesariamente tengamos que poner en una lista de pecados capitales. Y preferimos esa visión positiva de los psicólogos humanistas, a lo Abraham Maslow. Algunas personas, entre ellas el G.P., entienden la salida a la naturaleza como una forma de realización personal. Y nada más (y nada menos). Pero siempre a uno le quedan dudas: seis años de blog, exceso de dedicación... ¿vale todo esto para algo? ¿No se podría haber orientado todo este tiempo a un trabajo más profesional, o más reivindicativo y menos complaciente en torno al mundo bucólico pastoril del G.P.? ¿A quién narices le pueden interesar los desvaríos y elucubraciones geológicas de un alma nerd? Ponemos puntos suspensivos...
       
   Después de estas dudas filosóficas, queda la realidad: una mañana dedicada a la observación y caza de cangrejos, al ensayo del tiro de la rana sobre el agua de la charca del Marco, a la recolección de flores silvestres y a disfrutar, al final de la mañana, de una Superbock -cerveza portuguesa, la favorita del G.P.-, desconocida en Cáceres. Y aquí vino el feliz hallazgo motivo del post de hoy: el descubrimiento de un enclave con numerosos gladiolos silvestres, hermosísimos, bien erguidos, en plena floración múltiple. Desde lo lejos destacaban ya sus tallos altos y sus flores rosadas, por encima del manto de ajos blancos y otras flores que también adornan las huertas abandonadas del Marco. Por un momento, el G.P., obsesionado con las orquídeas, pensó que podría tratarse de una nueva especie vista por los alrededores, pero indudablemente la planta del gladiolo es casi inconfundible, incluso para los zotes de la botánica como es el caso del G.P. (si el G.P. hubiese visto el bulbo, lo habría reconocido hasta con más rapidez que la propia planta). Eran tan numerosos que hemos hecho una excepción por una vez, y hemos recogido un ramo de flores silvestres, ajos blancos y gladiolos rosados (solo tres), para el disfrute de Inma. 
     Los gladiolos silvestres (Gladyolus illiricus) son de un porte más pequeño que las especies cultivadas, pero a pesar de su menor tamaño, sus flores destacan por igual. Aquí los encontramos sobre un antiguo olivar a las orillas del Marco, en una zona de cultivo abandonada, pero fértil y con suelos pardos más profundos que los de los alrededores, provocados por la antigua sedimentación fluvial. Toda en sí es una zona extremadamente abundante para las liliáceas y umbelíferas, es decir plantas bulbosas perennes que aquí tienen la posibilidad de extenderse a sus anchas, siempre que los cardos borriqueros las dejen, eso sí. 
  
El ramillo en cuestión, con ajo blanco, kundmaria amarilla y gladiolos silvestres. 
   
Los eriales del Marco, en plena ebullición primaveral.

quarta-feira, 9 de abril de 2014

TOBOGANES DE NIEBLA EN MINA ESMERALDA





      Tres momentos de niebla desde las escombreras de Mina Esmeralda. Andaba el G.P. buscando hierbajos y rocas calizas, cuando se vio sorprendido por una espesa niebla; algo fácil de predecir después de unos cuantos días de lluvias (esto ocurrió el primer día de abril). Tan pronto venía la niebla como se iba, y jugaba a lanzarse laderas abajo de las minas. El pequeño resalte topográfico permitía deshacer la niebla y reagruparse poco más abajo, como si de una lanzadera se tratase. En poco tiempo el valle del arroyo de mina Esmeralda fue cubierto con un mar de nubes, como si de altos picos se tratasen. Aunque el G.P. no encontró gran cosa en esa salida, tan solo ver estos juegos de la niebla mereció la pena. Aparte, gran cantidad de muscari y las primeras amapolas empezaban a pintar de violeta y rojo el paisaje agreste y escarpado de la zona. Aún no ha empezado el auténtico boom primaveral, pero promete.  

sábado, 5 de abril de 2014

MINERALES DE CÁCERES: WAVELITAS

Fantástica cristalización de wavelita. Lástima que mi cámara-lupa no dé para más alegrías. 
  
     La wavelita es uno de los últimos encuentros mineralógicos del G.P. en las inmediaciones de Cáceres. Recogidas en las canteras del Ceres Golf, es precisa una buena lupa o un microscopio para reconocer su auténtica belleza. Los diminutos cristales aciculares pueden pasar fácilmente desapercibidos, pero una vez que conseguimos identificarlos, podemos encontrarnos auténticas maravillas. La wavelita es un mineral secundario, formado por un fosfato de aluminio y que acompaña grietas y filones hidrotermales en rocas ya de por sí ricas en fosfatos. Suele recubrir las rocas que acompañan formando cortezas de muy distinto grosor, pero siempre con esa apariencia.  De esta manera, es relativamente fácil encontrarse con este mineral en Valdeflores (las cortezas anaranjadas de la ambligonita es wavelita) o en Aldea Moret, donde pueden formar cristales fácilmente confundibles con aragonito, como ocurre con las fotos inferiores. No hace falta decir que el G.P. nunca habría identificado este mineral de no ser por la ayuda de los grandes pedrusqueros de FMF.
 Típicas cristalizaciones de las wavelitas.