sábado, 17 de maio de 2014

REFLEXIONES EN LOS BARRUECOS

Vista de las peñas del tesoro, lugar característico de los Barruecos, y llamadas así por haber sido encontrada una estatuilla animal a sus pies.
  
Peña donde aparecen petroglifos.
  Los Barruecos constituyen para el G.P. el más mágico lugar que podemos encontrar en nuestra comarca. No una magia de minúsculas, sinónimo de bonito o atractivo a secas y demasiado frecuente en los panfletos turísticos. Hablo de una sensación extraña, que solo sientes ante lugares o paisajes realmente anómalos, rompedores, extraños... y que te hace preguntar qué sentido puede tener todo esto. 
     Para conocer la magia de un lugar nos tenemos que preguntar: ¿fue reverenciado alguna vez por el hombre? En la mente primitiva, semejantes castillos de piedra alzados en los Barruecos no podían ser explicados por la erosión química o la formación geológica de un berrocal. La ciencia no se había descubierto todavía, y por lo tanto, "Alguien" tuvo que haber puesto esos enormes bolos de piedra allí mismo. Dioses de la naturaleza o una desconocida raza de hombres, desaparecida hace milenios. Nosotros ya no estamos dominados por esa mente arcaica, y sin embargo, el estremecimiento continúa en aquellos que tengan cierta sensibilidad hacia en esta naturaleza pétrea. Prima el quedarnos boquiabiertos y la admiración. Quizás eso fue lo que hizo que Wostel dejase la marca de Fluxus en Malpartida.
     Pero está claro que nuestros ancestros no se podían quedar tan solo con esa mera contemplación. Y esa es la razón fundamental de la gran cantidad de restos arqueológicos que encontramos en toda la zona. Acompañados de Ladis -al que presentamos en el anterior post-, el G.P. conoció por fin los rincones arqueológicos más interesantes de todos los Barruecos. Tumbas, sillares, ladrillos, petroglifos, restos de pinturas... testimonio de que por una razón o por otra, a lo largo de la historia, los Barruecos nunca dejaron de estar poblados desde el Neolítico en una asociación entre hombre y naturaleza sorprendente. 

Muestras de la presencia humana en la zona desde el neolítico:
Manchas de pintura roja en el interior de la roca-santuario, sobre taffonis de granito.


Petroglifo de un calendario solar. 
      Dado que el G.P. es filósofo, aunque habitualmente aquí no lo parezca, me atrevería a decir que en Los Barruecos podemos contemplar la propia historia de la humanidad y sobre todo su aspecto más ecológico, su relación más directa con el entorno. Durante algunos milenios, los Barruecos fueron lugar de culto religioso o mágico. No tenemos pruebas definitivas para ello, pero indudablemente, el hombre primitivo reacciona de esa manera ante semejantes anomalías de la naturaleza y difícilmente pueden explicarse todos los pequeños hallazgos arqueológicos de la zona, sin este detalle de importancia. Con la entrada en la historia, el lugar se convierte en cementerio, lugar sagrado donde reposaron por un tiempo las familias que poblaron estos lugares. Desde entonces, y aquí está el detalle más interesante, la naturaleza pierde su sacralidad para el poblador de la zona. El hombre empieza a entenderla como una fuente más para su propia riqueza y bienestar. Surgen así villas romanas, antiguas prensas de aceite, y mucho después, ya en la Edad Moderna, presas, molinos, canalizaciones, y hasta un lavadero de lanas. El hombre irrumpe en el territorio y le da forma. Posiblemente, el hombre sensible del siglo XVIII que llegase hasta aquí seguiría fascinado por estas grandes peñas, pero indudablemente, tenía un negocio que atender y vería más allá de la belleza del paisaje, un lugar perfecto para construir y conseguir más recursos económicos del entorno. 
Refugio para ganado, invadido por la hiedra.
      Después, una vez que la Revolución Industrial roba este pequeño entorno de riqueza y lo desplaza a algún otro lugar, los Barruecos permanecen en el olvido. Esa fue su gran suerte: si la mentalidad económica hubiese dominado el lugar con la tecnología industrial, indudablemente los Barruecos habrían desaparecido hace tiempo, como otras muchas maravillas del mundo natural. Pero el desarrollo se paró a tiempo, en un tiempo en el que todavía el impacto del hombre bajo el entorno podía ser relativamente bajo y fácilmente reciclable en beneficio del entorno. Siguen explotados, y testimonio de ellos son los varios refugios de ganado bajo los grandes bolos construidos hasta la segunda mitad de siglo XX. Pero la naturaleza vuelve a ganar prestancia en la zona, y son redescubiertos    por ni más ni menos que la mano de un polémico artista, asqueado de la revolución industrial y el paisaje del cemento, y que construye un centro de arte que no todo el mundo entiende, pero que resulta claro que no está ahí por cualquier cosa. 
     Pensemos que Los Barruecos han sido tocados por tres mentalidades humanas e históricas radicalmente distintas: la mentalidad mágica del hombre primitivo, la visión económica del hombre moderno, y la mirada nostálgica y postmaterialista del arte contemporáneo, que busca un imposible reencuentro con ese mundo perdido de la antigüedad. En pocos sitios podemos encontrar tal cantidad de interpretaciones, de filosofías o mentalidades sobre la naturaleza y el hombre. El hecho de que podamos hacer esta reflexión, en el siglo XXI, y repensar el problema de la relación del hombre con su entorno, debería invitarnos a pensar hacia dónde vamos en el futuro, y cuál será nuestro incierto destino.

A la derecha: una de los muchos restos de tégulas 
que podemos encontrar por la zona, de origen incierto, pero atribuible al periodo tardorromano. Las tégulas (tejas) son planas con dos de sus lados rematados para evitar la entrada de agua.
Tumba tardorromana excavada en un bolo de granito, con el guía Ladis.

sábado, 10 de maio de 2014

DE VISITA A... LAS TUMBAS DEL CORCHAO (MALPARTIDA)

Ladis, nuestro particular guía, sentado sobre una de las tumbas convertida con el paso de los siglos en un perfecto banco. Lo que fue un cementerio se convirtió con el tiempo en un romántico sitio para las parejas del pueblo que venían a pasear hasta estas peñas.

     Hacía mucho, mucho tiempo, que ya había quedado con el padre de mi cuñado, Ladislao, para hacer una visita a unas tumbas de Malpartida, desconocidas para el G.P. La cosa se demoraba por multitud de imprevistos. Cuando no era Juan, era el trabajo, y cuando no, el mal tiempo. Pero por fin encontramos un hueco en la agenda para que en el puente del uno de mayo pudiésemos escaparnos y que él me enseñara algunos secretos de Malpartida no tan conocidos para los forasteros como el G.P. 
     Ladis, además, se emociona con su pueblo. Lo siente y le duele, como a Unamuno le dolía España, por lo menos. Te cuenta la historia de cada casa, de cada rincón, con entusiasmo y pasión. Se enfada con lo que le parece que está mal hecho o abandonado: da igual si es una depuradora o una tumba romana: todo cae bajo su interés. Se detiene a hablar con cualquiera parroquiano o con turistas suizos  y lo hace chapurreando en un espanglish tan divertido como eficaz y comunicativo. En definitiva, una persona ideal para que tengas un buen vistazo del pueblo y pases un buen rato, si tienes la curiosidad del G.P.  
     El lugar que primeramente queríamos visitar es lo que se conoce con el nombre de El Corchao. Este lugar es interesante por dos cosas. Primero, una fuente que da nombre al lugar, que muestra aguas blanquecinas ("canas", las llaman aquí), con un alto nivel de sales disueltas en el agua. Estas aguas salobres, según Ladis, fueron usadas continuamente en Malpartida, incluso para el consumo humano (aunque hoy evidentemente se tienen por no potables). El otro detalle de interés es la necrópolis tardorromana o altomedieval que aparece diseminada por los peñascos graníticos de la zona. Algunos estudios muestran su parecido con las tumbas de Los Arenales, por su forma y aparición, pero lo cierto es que sabemos bastante poco de las mismas, puesto que fueron saqueadas o abandonadas desde hace siglos y apenas quedan otros vestigios que los rectángulos excavados en la propia piedra. Quizás estas eran las tumbas de familias pudientes, ya que es muy posible que los restos de otras familias descansasen sobre la propia tierra y desaparecieran con rapidez. En cualquier caso, no son más que conjeturas aventuradas del G.P. 
    Ladis se quejaba con amargura del abandono del lugar. "Ni un miserable
La fuente de aguas canas del Corchao, con la depuradora
al fondo, donde se podían observar patos y galápagos.
letrero, ni una indicación, ni nada". Un estado de abandono similar a otras tumbas en los Barruecos o en los Arenales, donde es difícil encontrar el lugar si no estás familiarizado con él o te llevan directamente hasta allí. Junto a la desinformación, la fuente del Corchao está debidamente restaurada, pero el letrero que muestra la fuente del Corchao difícilmente se puede leer por el gamberrismo o la dejadez. Al final, los enemigos de nuestro patrimonio acabamos siendo nosotros mismos...


Otra tumba, mostrando esta vez un espacio excavado para la cabeza, y orientada hacia el oeste.


Dos tumbas adultas sobre una gran mesa de granito. Los eucaliptos del final muestran la colina de San Isidro, lugar donde se celebra la romería más importante del pueblo. A unos cien metros a la izquierda, transcurre la carretera hacia Los Barruecos.

sábado, 3 de maio de 2014

MÁS SERAPIAS EN LA SIERRA DE AGUAS VIVAS

    


    Es difícil dejar de lado las orquídeas, así que le dedicamos una última foto en esta primavera cacereña, preparada ya para afrontar el calor y echarse a dormir en el próximo verano. En este caso son más Serapias lingua (nuevamente si el G.P. no mete la pata). Aparecían tres ejemplares a la sombra de una encina en su forma de arbusto y acompañada de los cardos típicos de la zona. Con este, ya son cuatro las orquídeas de la zona: Ophrys t., Orchis champaneuxii y Orc. papilionacea. Esperemos que en la próxima temporada registremos alguna más, con un poco de suerte. Ya cayendo mayo, es difícil que volvamos a tener un encuentro con ellas nuevamente... 
 Una de las mariposas más comunes de nuestro entorno.

quinta-feira, 1 de maio de 2014

AMANITAS PANTERA EN EL CERRO OTERO

    Volvemos a nuestro lugar favorito en la observación de setas cacereñas, para ver qué nos encontramos esta vez, en mitad de primavera, cuando la mayor parte de nuestros hongos descansan bajo tierra en sus micelios. Efectivamente, la explosión micológica del otoño no tiene comparación con ningún otro momento del año, y sin embargo, eso no quiere decir que de cuando en cuando tengamos magníficas setas para observar.  Sirva de ejemplo estas amanitas panterinas, encontradas en la bajada del Cerro Otero, en la sierra de Aguas Vivas. Alguna que otra vez el G.P. las ha visto durante el otoño, y sin embargo, ahora se muestran hasta más abundantes que entonces. Las encontramos en el arbolado mixto de piño piñonero y encinas que desciende la ladera del cerro, así como en los mismos sitios donde crece la amanita muscaria en noviembre (hasta el punto que tal vez podrían tratarse de muscarias descoloridas). La forma del pie, mostrando una especie de anillado en su parte superior, nos sacó de dudas, aunque nos faltó comprobar las estrías del sombrero. Wonderful Amanitas, anyway... 
      Si alguien deseaba eliminar algún emperador romano, no había que hacer otra cosa que tirar de amanitas (cuentan que al emperador Claudio lo mataron así), aunque la amanita pantera no llega al extremo de la oronja verde y no es mortal (al no ser que nos hartemos de comerlas). Y seguro que hoy más de uno le metería una amanita de estas a algún presidente de gobierno o político corrupto o una suegra indecente. Para meterle un sustillo, más que otra cosa. Aunque, puestos a hablar de políticos del PP, el G.P. optaría por la muscaria, menos dolorosa y más divertida, para que por lo menos una vez nuestros gélidos y distantes políticos viesen enanitos verdes anarquistas, una revolución social o los caperuchos de Semana Santa convertidos en seguidores del KKK; cosas así, que supongo que serán el terror para los conservadores bien pensantes de este país.