Ladis, nuestro particular guía, sentado sobre una de las tumbas convertida con el paso de los siglos en un perfecto banco. Lo que fue un cementerio se convirtió con el tiempo en un romántico sitio para las parejas del pueblo que venían a pasear hasta estas peñas.
Hacía mucho, mucho tiempo, que ya había quedado con el padre de mi cuñado, Ladislao, para hacer una visita a unas tumbas de Malpartida, desconocidas para el G.P. La cosa se demoraba por multitud de imprevistos. Cuando no era Juan, era el trabajo, y cuando no, el mal tiempo. Pero por fin encontramos un hueco en la agenda para que en el puente del uno de mayo pudiésemos escaparnos y que él me enseñara algunos secretos de Malpartida no tan conocidos para los forasteros como el G.P.
Ladis, además, se emociona con su pueblo. Lo siente y le duele, como a Unamuno le dolía España, por lo menos. Te cuenta la historia de cada casa, de cada rincón, con entusiasmo y pasión. Se enfada con lo que le parece que está mal hecho o abandonado: da igual si es una depuradora o una tumba romana: todo cae bajo su interés. Se detiene a hablar con cualquiera parroquiano o con turistas suizos y lo hace chapurreando en un espanglish tan divertido como eficaz y comunicativo. En definitiva, una persona ideal para que tengas un buen vistazo del pueblo y pases un buen rato, si tienes la curiosidad del G.P.
El lugar que primeramente queríamos visitar es lo que se conoce con el nombre de El Corchao. Este lugar es interesante por dos cosas. Primero, una fuente que da nombre al lugar, que muestra aguas blanquecinas ("canas", las llaman aquí), con un alto nivel de sales disueltas en el agua. Estas aguas salobres, según Ladis, fueron usadas continuamente en Malpartida, incluso para el consumo humano (aunque hoy evidentemente se tienen por no potables). El otro detalle de interés es la necrópolis tardorromana o altomedieval que aparece diseminada por los peñascos graníticos de la zona. Algunos estudios muestran su parecido con las tumbas de Los Arenales, por su forma y aparición, pero lo cierto es que sabemos bastante poco de las mismas, puesto que fueron saqueadas o abandonadas desde hace siglos y apenas quedan otros vestigios que los rectángulos excavados en la propia piedra. Quizás estas eran las tumbas de familias pudientes, ya que es muy posible que los restos de otras familias descansasen sobre la propia tierra y desaparecieran con rapidez. En cualquier caso, no son más que conjeturas aventuradas del G.P.
Ladis se quejaba con amargura del abandono del lugar. "Ni un miserable
letrero, ni una indicación, ni nada". Un estado de abandono similar a otras tumbas en los Barruecos o en los Arenales, donde es difícil encontrar el lugar si no estás familiarizado con él o te llevan directamente hasta allí. Junto a la desinformación, la fuente del Corchao está debidamente restaurada, pero el letrero que muestra la fuente del Corchao difícilmente se puede leer por el gamberrismo o la dejadez. Al final, los enemigos de nuestro patrimonio acabamos siendo nosotros mismos...
La fuente de aguas canas del Corchao, con la depuradora al fondo, donde se podían observar patos y galápagos. |
Otra tumba, mostrando esta vez un espacio excavado para la cabeza, y orientada hacia el oeste.
Dos tumbas adultas sobre una gran mesa de granito. Los eucaliptos del final muestran la colina de San Isidro, lugar donde se celebra la romería más importante del pueblo. A unos cien metros a la izquierda, transcurre la carretera hacia Los Barruecos.
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