quarta-feira, 30 de dezembro de 2015

2015, AÑO POBRE EN ORQUÍDEAS Y SETAS

Paneolos alucinógenos a finales de diciembre (llanos del Casar).
     Siendo fin de año, podemos hacer una breve descripción de lo que ha sido el 2015 para el GP, en términos micológicos y botánicos: bastante pobre. Sin necesidad de mencionar toda cuestión relacionada con el cambio climático -que también aporta su influencia-, las irregularidades propias del clima mediterráneo han jugado sus cartas contra muchas de las especies más dependientes de la cantidad de lluvia precisa y en el momento justo. Así, después de un otoño de 2014 extremadamente húmedo, le siguió un invierno muy seco y una primavera muy justita e irregular en precipitaciones. En consecuencia, nuestras orquídeas encontraron muy pocos recursos para alimentar sus tubérculos durante los meses fríos y permitir la floración en los meses de marzo y abril. Con la excepción de la Orchis Champagneuxii, siempre relativamente abundante, y alguna Ophrys tenthredifinera, en casi todas las ocasiones agostada por el calor, apenas hemos visto nada relevante durante este año. Cierto que las salidas del GP no se pueden comparar con las de otros años, pero no han faltado nuestras visitas primaverales a los puntos clave que ya conocemos, con resultados bastante negativos.
    Pero si la campaña de primavera fue escasa, aún más sería el otoño. Este último otoño ha sido francamente caótico e impredecible para los recolectores de setas. Algunos de los micólogos tenían grandes esperanzas con las lluvias de octubre, y sin embargo, a pesar de la lluvia caída, se vio que esta precipitación llegó completamente a destiempo.  Peor aún: la irregularidad de noviembre acabó por hacer desaparecer las setas de nuestros campos a finales de ese mes y principios de diciembre. El carácter seco y caluroso de la parte central del otoño ha imposibilitado cualquier resurrección mágica de última hora. Frente a un año extremadamente rico, variado y prolongado de 2014, el pasado otoño ha sido terriblemente escaso. Sin contar con las setas de parques, que evidentemente no cuentan, las únicas especies realmente variadas han sido las setas de prados (pequeñas lepiotas, bejines, clitocibes, volvarias y senderuelas), mientras que la gran mayoría de las setas de tamaño medio o grande que forman micorrizas con las especies de nuestro entorno (encinas, alcornoques, pinos, chopos...) apenas han aparecido. El paseo por las dehesas más cercanas a Cáceres ha sido decepcionante, sin macrolepiotas, amanitas, boletus o níscalos. La Amanita phalloides y la Amanita Cesarea, típica de los septiembres lluviosos, han estado completamente ausentes. Tan solo las pequeñas estrellas de tierra y algunos champiñones silvestres hacían su aparición. Únicamente una seta más tardía de buen porte como la Lepista nuda ha conseguido desarrollarse bien en algunos encinares.
 
El desequilibrio precipitacional se ve en el mes de septiembre (sin apenas precipitación), y a partir de la segunda mitad de noviembre.
    En consecuencia, resulta importante, más que la precipitación global estacional, su reparto equilibrado. En los hongos, las lluvias puntuales de septiembre permiten reactivar los micelios del estío y comenzar su crecimiento; incluso sin necesidad de que estas precipitaciones sean demasiado abundantes, se hacen fundamentales. Si esas lluvias se retrasan en exceso, como ha ocurrido este último año, los micelios no lograrán el punto óptimo de crecimiento. Incluso cuando esto pudo producirse, el brusco parón de precipitaciones de noviembre, ocasionado por el irregular comportamiento de las altas presiones sobre la península, acabó con toda posibilidad. Los micelios necesitan una vez que se reactivan una lluvia generosa dos semanas después, que permita desarrollar adecuadamente el carpóforo. 
      En definitiva, vemos las consecuencias de la irregularidad de nuestro clima en nuestro entorno. Uno no quiere pensar si a esa irregularidad le añadimos cualquier condicionamiento climático extraordinario, como el desvío del frente polar hacia latitudes más septentrionales o la presencia continuada de altas presiones sobre la península, como parece que ha ocurrido este año y lleva sucediendo casi un lustro en otra región del mundo climáticamente parecida a la nuestra, como California. Pobres setas y orquídeas. No saben lo que les espera...   
    

domingo, 6 de dezembro de 2015

LA COLINA DE LOS ALACRANES EN ALDEA MORET

    
 Un último intento en localizar setas esta temporada terminó convertido en fracaso. La dehesa del Junquillo, que en otras ocasiones y por estas mismas fechas aparecente rebosante de pie azul y macrolepiotas, estaba ahora completamente esquilmada y pelada, con el suelo seco por la falta de lluvia -más parecido a mayo que al mes de diciembre-, y con bastante basura acumulada, suponemos que por el día de las castañas y otros domingueros. Y es que el tiempo acompañaba a domingueros desaprensivos: el sol y el calor eran bastante considerables: el granito parlanchín iba en camiseta a las cinco de la tarde, en las laderas de solana. Y puesto que no había setas, nos pusimos a buscar piedras.
     Las colinas que cierran la dehesa del Junquillo tienen, igual que en otras muchas partes de la cara sur de Cáceres, hondonadas y restos de trincheras de la guerra civil. Hay grandes bloques de roca removida en toda la zona y dejan ver bien la petrología del lugar: cuarcitas sometidas a metamorfismo de contacto, arenizadas y en paulatino proceso de formación de esquistos muy ricos en mica. Pero lo de menos fueron las piedras; lo más relevante era lo que había debajo de ellas: un considerable número de alacranes. De seis o siete grandes piedras removidas, encontramos cuatro escorpiones bien hermosos y algo dormidos, ciertamente. Y es normal, si lo pensamos bien: una ladera bien soleada, arenosa y con grandes pedruscos que se pueden convertir en guaridas perfectas para estos bichejos. El GP llegó a tal punto que dejó de remover las piedras, por si acaso -los alacranes no hacen nada, siempre y cuando no se les moleste o se les toque con las manos, lógicamente-. Así que dejamos los alacranes y empezamos a recrearnos en los herrerillos, bastante menos peligrosos que estos singulares artrópodos. 




Todas las veces que hemos visitado la dehesa del Junquillo siempre nos hemos encontrado con estos dicharacheros pajarillos, escalando cabeza arriba o abajo las ramas y troncos de las encinas de la dehesa.