domingo, 27 de março de 2016

NARCISOS EN EL CAMINO DE LA VIÑA (PIORNAL)

Niebla pegada al valle, imagen típicamente invernal.
Narcisos rupicula, abundantes en los tramos altos de la viña.
Narciso mirándose lo guapo que es, como el mito.
        Acostumbramos a pasear por el camino de la viña en pleno mes de agosto, entre helechares, con un calor húmedo sofocante y sobre todo, con un buen puñado de moscas rondando por tu cabeza, como si fueses una auténtica vaca. Ahora, en las últimas semanas del invierno piornalego, el paisaje cambia radicalmente por la Viña Blanca. Los surcos del camino, arenosos y secos en verano, van frecuentemente llenos de agua, y la bici de montaña va salpicando a menudo en el camino. Valle abajo se escuchan las cascadas del Calderón y de la Luz. Los robles están desnudos y grises, los helechares han desaparecido y apenas quedan sus restos pardos entre los matojos de hierba. Los tonos apagados solo se rompen con peñascos desaparecidos en verano entre la vegetación, y que se descubren ahora totalmente cubiertos de musgos. Hay signos de primavera, evidentemente. Podemos escuchar algún pico, martilleando algún tronco de árbol. El frío se aguanta bien; no te hielas las manos ni la nariz. Las retamas ya han iniciado su floración. Y sobre todo, descubrimos los narcisos: las flores de fines de invierno. En Cáceres, los narcisos están casi desaparecidos ya. Tan solo quedaban los últimos narcisos pálidos en la umbría del Portanchito. Aquí, sin embargo, a las puertas de abril, los narcisos están en pleno apogeo. Y van dejando manchas amarillas en el paisaje. No hablamos de los algaritones -todavía el GP no los ha visto en los prados altos de Piornal- sino de tres especies que conviven en el camino de la viña: narcisos rupicola, narcisos pálidos y narcisos bulbocodium -una descripción botánica hecha grosso modo, de andar por casa-. 
Las fotos son realmente penosas, pero algo dejan ver entre las especies que el paseante o ciclista puede encontrar por estos andurriales en esta época del año. Los narcisos del tipo rupicola están presentes sobre todo en la parte alta del camino de la Viña, próximos al pueblo. Como corrige Enrique Luengo, al narcissus rupicola le gusta el aire de la montaña, suele crecer en zonas altas y terrenos escabrosos. Por eso quizás al llegar al Calderón, son los narcisos pálidos los que dominan el terreno. Y una excepción la constituyen los narcisos bulbocodium, que crecen sobre la misma piedra de una de las fuentes contiguas al calderón, pero del que no hemos visto ninguno más durante nuestro recorrido. 
    Finalmente, el GP se llevó una cierta decepción, cuando iba llegando al estanque del Calderón. Escuchando el agua a lo lejos, uno se esperaba un buen torrente invernal. Y sin embargo, tierras removidas, grandes bloques de piedra desplazados, y un par de presas de riego habían cambiado el paisaje al que estaba acostumbrado a ver en los pasados veranos.
Narcisos pálidos entre la niebla, en zonas bajas del Calderón (800 metros)
 Las presas muestran hasta qué punto la coexistencia entre el entorno natural y la explotación humana se hace compleja. Sin ellas el riego siempre creciente no se garantiza -se han construido varias represas y estanques en el último año- pero por otro lado las presas han acabado haciendo de estas gargantas un lugar prácticamente muerto para muchas especies piscícolas, por no hablar del hecho que estas gargantas se secan en verano totalmente por culpa del riego descontrolado. Si estas presas logran acabar con ese riego ilegal, habrán cumplido bien su cometido... pero lo dudamos.
 

quarta-feira, 23 de março de 2016

CRUCÍFERAS SILVESTRES DE NUESTROS PARQUES

Bloody hell! higher than Juan...
   Muchas veces son las flores más cotidianas las que pasan más desapercibidas. Quizás por eso de que nos setimos más atraídos por la escasez que por la abundancia. Pero las tonalidades que ofrecen la familia de las crucíferas en nuestros campos, por no hablar de sus usos culinarios o medicinales,  merece que por una vez le dediquemos unas cuantas líneas. Porque seguramente que muchos habrán centrado su atención en grandes campos amarillos y blancos que pueblan los entornos cacereños  en esta (febril, fabulosa, fantástica, flipante) época del año, aunque después busquemos otras cosas por ahí. Y no solo eso: estas especies son tan agradecidas que no solo florecen en primavera, sino que también lo hacen aparatosamente durante el otoño, formando los típicos campos amarillos de noviembre. Por todo esto, es preciso que desgranemos algunos de sus secretos...
Las abejas se ponen las botas con la mostaza...
Las pequeñas vainas contienen las semillas de mostaza.
En primer lugar, las crucíferas se distinguen relativamente fácil del resto de congéneres por sus flores en forma de cruz, formada por cuatro pétalos. Eso lo convierte en un distintivo sencillo en muchas de sus especies. En segundo lugar, las crucíferas forman parte de nuestra comida cotidiana... hasta el punto que el GP las cultiva en su balcón, como es la rúcula (Eruca vesicaria). Y por último, cuando sales al campo, te encuentras con varias especies muy similares que no siempre son fáciles de distinguir. 
La primera especie de la que hablamos es la mostaza silvestre (Sinapis arvensis). Aunque es fácil meter la pata porque no siempre es sencillo distinguir las especies siguiendo tan solo la forma  y color de sus flores amarillas. 
Comunidades de ajo blanco, malva y mostaza.
En nuestros alrededores más próximos, forman auténticas espesuras en el parque del Príncipe, en conjunción con especies como el ajo blanco, o ella sola. La altura que alcanzan aquí llegan al metro y tapan a Juan. El que sean tan frecuentes en esta zona, tiene varias razones. En primer lugar, esta es una planta típica de baldíos. 
Rabanillos en las laderas del Marco.
Aunque se considera un mala hierba, tiene usos importantes como es la nitrogenización del suelo (se usa como barbecho) y también es interesante como forraje para animales. Cuando hace décadas el parque no estaba tan controlado, comunidades de esta especie ocupaban todavía más espacio del que ocupan hoy. El GP recuerda perderse entre ellas cuando era pequeño, allá por los años ochenta.    
Flores del rabanillo, que permite distinguir a los del clan familiar...
Otra especie muy común en nuestro entorno más próximo la constituye el rabanillo (Raphanus raphanistrum). Aunque aquí hay subespecies y variantes, bajo ese nombre se engloban las habituales florecillas blancas similares a la mostaza, y que también pueblan con frecuencia eriales y baldíos muy próximos a la ciudad. Estos rabanillos, al igual que la mostaza o el pan y quesito presentan formas parecidas y aparecen en las mismas zonas, siendo muy numerosas en el Olivar de los frailes o en las laderas de la Montaña y el Marco, por poner solo dos ejemplos. Las flores amarillas, igualmente presente por nuestros campos y típicamente otoñales, serían variantes o especies próximas del rabanillo.
   Y por último, volvemos al balcón del GP y dejamos también algún detalle de su rúcula medio silvestre. Lleva ya más de un año en el balcón y viene de segunda generación. Si decidimos cultivarla, tenemos que tener en cuenta dos cosas: que cuando salgan naturalizadas, son más picantes, y que cuando recolectamos las hojillas cercanas a la flor, tienen un sabor más fuerte. Para distinguir la rúcula de estas especies, el GP tiene una forma infalible aunque poco ortodoxa: basta con llevarse una hojita a la boca, limpiarla de algún bicho y masticarlas (todas suelen ser comestibles, de una forma o de otra): la rúcula tiene un sabor mucho más picante, mientras que el rabanillo es amargo y la textura áspera, por el carácter piloso de sus hojas.

domingo, 20 de março de 2016

HABEMUS OPHRYS

Ophrys tethendiniphera, la planta al completo.
     Ya a finales de febrero nos encontramos las primeras Orchis champagneuxii por la zona de la Sierrilla, haciéndose un hueco azulado entre los matojos de estepa blanca y otros arbusbos espinosos. Entonces el GP se convenció que esta primavera convenía pasarse por toda la zona en busca de orquídeas:  la cosa apuntaba bien para encontrar estas flores esta temporada, y ya no las orquídeas champagneuxii, siempre presentes y agradecidas en Aguas Vivas, sino otras especies, como las Ophrys t., Serapia lingua o más singularmente, la Orchis papilonacea, rarísima de encontrar por esta zona.
      Así que cuando hemos vuelto en el comienzo de estas vacaciones nos hemos encontrado (como era de esperar) una auténtica legión de Orchis Champagneuxii, con distintas tonalidades, en grandes grupos y colonizando lugares hostiles (casi salen al lado del asfalto de carretera). Conviene destacar que aunque en Aguas Vivas es una flor muy común y abundante, encontrándose en toda la zona (Sierrilla, Olivar de los frailes, depósito de agua...), esta proliferación el GP no la ha visto en el Portanchito o la Montaña, donde tan solo se ve algún que otro ejemplar perdido. 
     Pero eso era naturalmente "lo esperable"; había que investigar si había alguna cosa más interesante, como las orquídeas "avispas" o Ophrys. Hacía un par de años que apenas las veíamos en la sierra de Aguas Vivas; el año pasado tan solo unos pocos ejemplares algo pasados ya. Tal vez una mezcla de mala suerte y de un invierno sin lluvias hizo que el lugar favorito para su observación por parte del G.P., el descenso de la cañada del Casar, estuviese completamente vacío de esta magnífica planta. 
Orchis champagneuxii
Y sin embargo, esta primavera aparecen a patadas en un pequeño espacio que no rebasa unos veinte o treinta metros y que resulta difícil de identificar para aquel que no sepa de su situación exacta. Por dar alguna pista, esta colonia de decenas de ejemplares está situada justo por debajo de una gran tapia, apro
Tan abundante en Aguas Vivas como escasa en el Portanchito.
vechando su umbría, a la altura de una bifurcación de la cañada señalada por un gran letrero orientativo de los llanos de Cáceres (curiosamente, nada habla de las orquídeas). Allí el buscador de orquídeas podrá saciar su apetito de Ophrys T. Por supuesto, hay más lugares donde encontrar esta orquídea: en la sierra de Aguas Vivas se instala preferentemente al lado de muros de piedra semiderruidos y es relativamente fácil llegar a verla prácticamente desde la bicicleta o andando por los caminos. Del lado del Calerizo, hacia la cantera María Antonia, también existe la posibilidad de reconocerla. Esta especie de Ophrys de nombre tan impronunciable es posiblemente la más abundante de su género por la comarca, aunque "abundante" hablando de orquídeas es siempre un decir; digamos simplemente que no es tan difícil de localizar como otras...
El lugar donde disfrutar de estas super-flores. No se pueden dañar ni recolectar, of course.

sábado, 5 de março de 2016

NOSTALGIAS DEL PRESENTE REMOTO: BUJÍO DE LOS MARRADOS

Singular doble bujío en la finca de los Marrados. Conviene recordar que es propiedad privada.
Arco de medio punto uniendo los dos bujíos.
Restos de las cochiqueras.
     Al GP le pasa de cuando en cuando, pero es inevitable. Una singular nostalgia le invade a uno cuando encuentra de pronto ruinas en mitad del campo. No hablamos de arqueología de tiempos remotos, ni mucho menos. Es el eco de un pasado no muy lejano, y que sin embargo parece de una edad histórica opuesta a la nuestra. Cuando el GP andaba deambulando por este romántico lugar, en Los Marrados, cuajado de ruinas agrícolas -bujíos, cochiqueras, casas de labranza abandonadas...-, se sentía en el tiempo más cerca de unas ruinas medievales que de restos de hace apenas cien años o quizás incluso menos. Ese es el significado del gran muro que levanta nuestra generación sobre el resto de la historia. El río que separaba a nuestros abuelos de nuestros padres no tiene nada que ver con el inmenso océano que separa a nuestros hijos de nosotros mismos. Las condiciones de los pastores y labriegos que vivieron por estos lares hace apenas un par de generaciones se parecían indudablemente más a las de un campesino medieval que a las de un agricultor actual. Y esta circunstancia hace que cualquier pequeño humano resto que encontramos por nuestros campos -y hay muchísimos- se vuelve fascinante y valioso, más allá de nuestra realidad y estimulante de nuestra imaginación. Por esa razón se hacen tan interesante blogs como el de Cáceres al detalle, donde su autor busca con la misma meticulosidad que el GP localizando un pedrusco, cualquier fragmento o retazo, por pequeño que sea, de esa historia tan cercana y tan antigua, que nos rodea allí donde posemos la vista por nuestros campos.  


A un lado, un mojón de caminos, marcando que este era desde antiguo un sendero público. Del otro lado, el marco de una puerta de una casa labriega abandonada. El granito desnudo, con su tonalidad grisácea y su carácter rugoso permite un toque histórico todavía más profundo a unas ruinas que no son tan antiguas. .