sábado, 26 de setembro de 2015

FLORES DEL VERANO: PEPINOS DEL DIABLO

 
Las flores del pepino del diablo se asemejan remotamente a las de las calabazas. No dejan de ser parte de la misma família, en el mundo de la botánica.
 
Esta singular flor forma parte de las salidas veraniegas que no pudimos publicar en julio, y ahora nos permiten cerrar el verano: el pepino del diablo. No es una flor que se prodigue demasiado, aunque cuando aparece puede ser abundante. Su predilección por los suelos arenosos hace que sea ese entorno en el que es posible encontrarla, y el GP la ha visto muchas veces en los bancos de arena de los cauces secos de arroyuelos. Aqui nos la encontramos en las vías del tren a su paso por el aliviadero de mina Esmeralda. Como suele ocurrir, andaba el GP buscando otra cosa (rocas de origen volcânico)  a los pies de las colinas de las minas de Aldea Moret, cuando se topó con esta preciosidad. No solo las flores son muy dignas de ser contempladas, sino que lo más peculiar de la planta son sus frutos, esos pepinos peludos tan característicos. Cuando están los suficientemente maduros, les basta un mero roce con algún objeto para dar un petardazo y lanzar sus semillas a más de dos metros de distancia. Si no bastase esta técnica de supervivência reproductora, el pepino del diablo tiene una última particularidade: sus jugos constituyen un potente purgante. Tan sumamente potente, que una dosis demasiado elevada puede producirnos la muerte. Ahora el GP entiende su carácter diabólico. Por lo demás, nunca está de más toparse con esta botánica estival.   
 

domingo, 13 de setembro de 2015

VISITANTES VERANIEGOS DEL BALCÓN


 Bajo las raíces de la orquídea tropical se escondia una diminuta salamanquesa, invisble para los ojos del GP, pero no para los de Inma y Juan.
 


   A veces no hace falta irse demasiado lejos para encontrarse bichitos interesantes cerca de nosotros. En el verano, son ellos los que nos visitan a nosotros, y lo que para algunos es una molestia desagradable, para otros son motivo de sorpresa. Acostumbrados como estamos a ver los estorninos y gorriones en los tejados de enfrente durante el invierno, el GP ve la fauna veraniega visitando brevemente sus macetas y muros. Así, no solo aparecen los fugaces herrerillos y carboneros que de cuando en cuando investigan entre los geranios algo que llevarse a la boca, sino también libélulas y una diminuta salamanquesa común que se han aventurado a subir a un quinto piso en mitad de la jungla de asfalto. Esta diminuta salamanquesa aprovechó nuestras semanas en Galicia y el Jerte para acomodarse en la maceta de una orquídea, y no dudó en quedarse allí, entre sus raíces, aprovechando la gran cantidad de bichos que acudían a la planta (estuvo todo el verano con agua, así que garantizaba la afluencia de pequeños insectos). Con este entorno, parecia más un gekónido tropical que nuestros habituales trepamuros.  Sorprendentemente, la salamanquesa aguantó nuestras miradas y las de Juan varios días, antes de sentirse realmente incómoda y abandonarnos un buen día para no aparecer más. Seguro que anda por otra maceta, menos expuesta a nuestras miradas curiosas... o que ya se ha "occidentalizado" y vuelto a las grietas de muros.