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sexta-feira, 14 de outubro de 2011

EL ÚLTIMO HABITANTE DE MALTRAVIESO

      Deseando enseñar el origen de nuestros ancestros a Juan, dimos un paseo más largo de lo habitual y fuimos a parar ni más ni menos que hasta la cueva de Maltravieso. No pudimos ver gran cosa, pues era lunes y el centro de interpretación estaba cerrado. A pesar de ello, hicimos con que nos cortábamos los meñiques y nos asomamos a la reja de la cueva. Allí descubrimos con sorpresa uno de los últimos inquilinos de la gruta, a la que las rejas no suponen impedimento alguno para habitarla sino más bien descanso: una preciosa largatija ibérica. Esta se encontraba tan ricamente en la puerta de la gruta, ajena sin duda al prehistórico trajín humano del lugar. Tan solo huyó de nuestro lado cuando Juan se acercó con una vara amenazando y gritando de una forma... algo primitiva, acorde con el lugar. 
 

Curiosas concreciones arriñonadas de calcita en la entrada a la cueva. Lástima no poder ver los tesoros geológicos y arqueológicos del interior...

Regreso a los orígenes.

segunda-feira, 12 de julho de 2010

EL PARAÍSO DE LA LAGARTIJA IBÉRICA

Con los calores del verano, había cogido bien temprano la bicicleta para hacer una visita a los Barruecos. Un rebaño de vacas y terneritos en mitad del camino me hizo desistir del intento, pero me quedé observando unos buenos berrocales donde puede comtemplar y admirar estas simpáticas lagartijas. Aunque el G.P. es bastante inútil a la hora de distinguir entre lagartijas, pudimos reconocer después que los ejemplares que veíamos pertenecían a la lagartija ibérica o común. Las avistamos en grupos de dos o tres, reptando por las paredes casi verticales del berrocal en el que me encontraba tranquilamente, y buscando comida entre los líquenes y musgos secos.  

La lagartija ibérica. La podemos distinguir de la lagartija colilarga sobre todo porque la superficie de las escamas en esta última es bastante menos lisa que en la de la ibérica, y también porque suelen estar en hábitats distintos. La lagartija ibérica es amante de los roquedos, mientras que a la otra es más fácil verla en terrenos abiertos y con matorrales, como es frecuente de ver en la Sierra de la Mosca.
El mimetismo que consigue con el medio que la rodea es en ocasiones asombroso, hasta el punto que solo caes en su presencia cuando empieza a moverse con agilidad trepando por la roca. Como en otras lagartijas, su coloración es muy variable, y no es fácil distinguirla únicamente por esa característica