Con los calores del verano, había cogido bien temprano la bicicleta para hacer una visita a los Barruecos. Un rebaño de vacas y terneritos en mitad del camino me hizo desistir del intento, pero me quedé observando unos buenos berrocales donde puede comtemplar y admirar estas simpáticas lagartijas. Aunque el G.P. es bastante inútil a la hora de distinguir entre lagartijas, pudimos reconocer después que los ejemplares que veíamos pertenecían a la lagartija ibérica o común. Las avistamos en grupos de dos o tres, reptando por las paredes casi verticales del berrocal en el que me encontraba tranquilamente, y buscando comida entre los líquenes y musgos secos.
El mimetismo que consigue con el medio que la rodea es en ocasiones asombroso, hasta el punto que solo caes en su presencia cuando empieza a moverse con agilidad trepando por la roca. Como en otras lagartijas, su coloración es muy variable, y no es fácil distinguirla únicamente por esa característica
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