Hasta la urbanización de tan marquesiano nombre y limítrofe con las llanuras del oeste, me he ido con la bici en las últimas ocasiones en busca de un agradable atardecer. Quien viva en Cáceres y disfrute de la naturaleza debe saber que en verano entre las once de la mañana y las ocho de la tarde, el infierno hace imposible cualquier derroche físico en el exterior, y por eso nuestras escapadas se limitan a esas horas... Horas que por otra parte regalan imágenes como las de arriba...
Las ovejas buscan pastos en los escasos prados verdes que se mantienen casi milagrosamente durante julio. Después descubrimos la causa del pequeño oasis: un diminuto reguero de agua bajaba de las trincheras de la vía del tren próxima y permitía una mayor humedad en esa parte de la dehesa. Además, las últimas tormentas han ayudado a mantener brevemente la humedad del suelo en estos prados.
No son raras de encontrar en esta época las famosas "camisas" de las culebras bastardas: y es que un cambio de vestuario es bueno de cuando en cuando para todo el mundo.
Este mosquito gigante daba auténtico miedo de solo mirarlo. El G.P. no tiene ni idea a qué especie pertenece este engendro diábolico, que zumbaba alrededor de la cámara en cuanto levantó el vuelo. Por si las moscas, decidimos no molestarlo más, aún cuando seguramente, el que tenía más miedo de los dos era el pobre bicho.
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