Una de las fijaciones que tiene cualquier geólogo aficcionado es su predilección por observar las zanjas que dejan abiertas las carreteras a su lado, cuando atraviesan alguna colina o elevación del terreno. Los ojos del geólogo se detienen allí y adivinan un sinfin de pequeñas sorpresas dignas de la admiración y el estudio. yo pensaba que era el único que tenía este defecto, y caí en mi asombro cuando otros aficcionados han confesado su misma debilidad. Así que, cuando algún conductor vea a alguien que afanosamente intenta buscar algo en la cuneta, no se olvide que también existen los geólogos locos.
En esta ocasión, en las continuas idas y venidas en bicicleta por la carretera de Malpartida, siempre pasaba de largo por las formidables paredes graníticas que se abren al paso de la autovía de la Ruta de la Plata. Nada espectacular, al fin y al cabo, pero ahora que mis excursiones no pueden ser largas, adivinaba que era el momento para averiguar si había algo provechoso en aquellas zanjas, y este es el resultado...
Diaclasas en la roca granítica, puntos donde la meteorización química ha ido rompiendo poco a poco el granito. En esas diaclasas, es fácil encontrar filones en el granito en el que se observa perfectamente un agregado de cuarzo, turmalina y feldespato en la parte superior, como aparece en la imagen de abajo. Estas venas son muy frecuentes en todo el batolito, especialmente en la zona cercana al sinclinal cacereño.
Fenocristales de feldespato, bastante grandes, adquiriendo a veces más de cinco centímetros de tamaño. El batolito de Malpartida presenta habitualmente granitos porfídicos en los que además abunda la biotita.
Xenolitos y restos de roca encajante, con mayor presencia de minerales oscuros.
En las cercanías, nos encontramos interesantes muestras de calcedonia, cuarzo criptocristalino, con algunas pigmentaciones rojizas causadas por la presencia de hierro.
Los limacos abundan mucho este año con un invierno tan lluvioso, y sus potenciales depredadores, anfibios y reptiles, todavía no han hecho su aparición después del letargo invernal.
La viborera es una de las pocas plantas que se habitúan sin problemas a las paredes graníticas. Aquí la vemos ya floreciendo, aunque su reinado en la llanura y la dehesa todavía no ha llegado.
En nuestra búsqueda, una pareja de tabarillas se acercó a nuestro objetivo. Estos pájaros suelen presentarse siempre por parejas, y donde encontramos uno el otro no estará muy lejos: una relación que se mantiene para toda la vida.
Recuerdo que alguna vez hemos ido al Parque del Príncipe a buscar fósiles (trilobites o por el estilo)... eras el experto y aún lo sigues siendo (con conocimientos ampliados) Creo que aún tengo guardadas algunas ¿piedras? de aquella época. Una bonita aficción que tengo que recuperar.
ResponderEliminarUn abrazo.
pd: también recuerdo que de chico era un vicio para mí coger la flor de la viborera y chupar la base por el sabor entre ácido y dulce que tiene... menos mal que no era la digital, jejeje
Lo que recogíamos en el parque del príncipe eran graptolites, y aún hoy de cuando en cuando voy a mirar las pizarras. Es como un espejo en el que te ves desde pequeño... Y es que esto de las piedras es una aficción imposible de perder con el tiempo. Pero cuando quieras, un día nos juntamos: tú me enseñas un buen sitio para ver pájaros, y yo otro para recoger piedras, je je...
ResponderEliminarCada cual, con lo suyo.
Si quieres un buen sitio para ver pájaros, pásate por mi casa, ya te lo he dicho en alguna otra ocasión.
ResponderEliminarEstás invitado. (A no ser que la cuesta sea demasiado empinada para tu bici).