El final del verano llegó una vez más, dice la vieja canción de los sesenta, cuando la gente abandonaba las playas y las calles de las ciudades volvían a llenarse de coches. Pero los humanos apenas somos uno más en el ciclo anual mundano. Todo fluye, que diría el filósofo, pero en el fondo nada cambia, y volvemos a ver repetidos los pasos comunes de nuestra naturaleza por estas fechas del año. En el hormiguero que descubrimos bajo una piedra de la Sierrilla, ya están todos los preparativos de la estación. Basta que llegue la primera lluvia, para que las hormigas se echen a volar como en cada otoño en busca de nuevos horizontes...
Aunque las setas sean propias del otoño, algunas especies se dan bien en los lugares húmedos del verano. Y si no, que se lo pregunten a este pedo de lobo del parque del Príncipe, a la buena sombra de los piñoneros y de las bocas de riego del parque.
Higos chumbos en el Olivar de los frailes enrojeciendo a principios de septiembre. Curiosamente, lo que consideramos una de las plantas mediterráneas típicas de nuestro país, no es más que una importación americana, como lo fue la patata en su día.
Los gorriones jóvenes han abandonado el hogar familiar... y como no se atreven a andar solos por el mundo, los podemos ver en grandes bandadas deambulando de un sitio a otro por muchos parques de la ciudad. En muchas ocasiones les vemos acompañados de otros pájaros que se unen en su errática búsqueda de comida.
También para este renacuajo ha llegado el final del verano y con él, el final de su vida como larva. Aquí lo vemos casi convertido con éxito en una rana diminuta. La cola se irá perdiendo en pocas semanas. Otros muchos se han quedado por el camino o tardarán más en alcanzar el estado adulto a medida que llegue el frío.
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