Aquí dejo el pequeño trabajo que hice en colaboración con el estudio de arquitectura ARC para la justificación histórico-cultural de la restauración de la chimenea del Pozo de mina Esmeralda. El tema es más serio que de costumbre, pero creo que merece la pena para aquellos amantes de la historia y la geología de nuestros alrededores. El texto está hecho en colaboración con el arquitecto Eduardo Reveriego y las fotografías, por una vez, son hechas por ARC y no por el G.P...
ÍNDICE
1 – INTERÉS
GEOLÓGICO-MINERO
2 - ALDEA MORET Y MINA
ESMERALDA EN LA
HISTORIA ECONÓMICA CONTEMPORÁNEA.
3 – VALORES
ARQUITECTÓNICOS Y DE PATRIMONIO.
4 – MINA ESMERALDA:
ENTORNO Y CHIMENEA
5 – BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
1- INTERÉS GEOLÓGICO-MINERO
Los yacimientos de Mina Esmeralda, al igual que todas las explotaciones
de los alrededores, descansan sobre los límites geológicos de lo que se conoce
como sinclinal de Cáceres, muy cerca del contacto con el batolito granítico de
Cabeza de Araya.
Este sinclinal está constituido por
una sucesión de elementos sedimentarios paleozoicos, similares a los presentes
en otros puntos de la geografía cacereña (San Pedro, Villuercas, Monfragüe,
Cañaveral) y que explican también la orografía de toda la comarca. La zona de Aldea Moret se encuentra
enclavada, dentro de dicho sinclinal, sobre un conjunto sedimentario calcáreo,
en el que dominan calizas, dolomías
sometidas a un metamorfismo de grado bajo, lo que le da un aspecto
marmóreo y cristalino en la mayor parte de las ocasiones. Las propias
escombreras todavía existentes de la Mina Esmeralda
dan buena cuenta de estos materiales calizos, con sus típicos cristales
dolomíticos en forma de estribo o con hermosas drusas de calcita, y todavía
presentan interés mineralógico para coleccionistas y aficionados a la
geología.
Al sur de Aldea Moret, y rodeando el
sinclinal se encuentran terrenos geológicos más arcaicos, el Complejo esquisto-grauváquico
(C.E.G.) o alodomo extremeño, del precámbrico, y las formaciones graníticas
antes mencionadas de origen herciniano. Precisamente, el contacto de este
batolito –rico en muchos lugares en P, Sn, Li y W- con el sinclinal ha
permitido la aparición de una paragénesis mineral interesante que se ha
traducido en Aldea Moret con la presencia de numerosos filones de apatito
masivo -fosfato cálcico-, alternando con las calizas y dolomías marmóreas
dominantes. Los filones presentan muy
distinta entidad y grosor, aunque su paragénesis suele ser siempre la misma:
apatito masivo –en su variedad de dahlita y más raramente colofana- acompañado
de cuarzo o calcedonia. Todavía hoy se pueden observar multitud de estos
filoncillos en cualquier obra de importancia de esta zona. Los yacimientos
mineros propiamente dichos fueron los que se explotaron sistemáticamente entre
1876 y 1960, y entre ellos el de la Mina Esmeralda
fue de los primeros.
Siendo geológicamente más precisos,
Mina Esmeralda se levanta sobre un promontorio creado por el buzamiento de los
estratos del propio sinclinal. Estos estratos son dolomías o calizas
magnesianas de tipo marmóreas, de edad carbonífera, y cuyos estratos se rompen al sur hacia una
pequeña depresión cubierta con materiales cuaternarios y en el que confluyen
los acuíferos provocados por el propio enclave calizo dominante y por las
mismas explotaciones mineras (el aliviadero de Mina Esmeralda, con un caudal de
8 l/s) formando parte de lo que comúnmente se llama “El Calerizo”.
La importancia económica que tuvieron tanto la Mina Esmeralda como
las explotaciones de Aldea Moret solo son comparables en la provincia de
Cáceres con las labores de fosfato “Constanza” de Logrosán o con la mina “La Parrilla”, que detentó
buena parte de la producción de wolframio y estaño nacional a mediados del
siglo XX. Su prolongación en el tiempo y
el impacto que tuvo tanto en el urbanismo cacereño como en los restos que
todavía hoy se mantienen, precisan sin embargo de una explicación que rebasa su
interés puramente geológico o minero.
2- ALDEA MORET EN EL MARCO DE LA HISTORIA ECONÓMICA
CONTEMPORÁNEA
La historia de la explotación de la mina Esmeralda, y por inclusión del
conjunto de las minas de Aldea Moret, nos lleva al siglo XIX. Podríamos decir
sin equivocarnos que con este yacimiento la ciudad de Cáceres quedaba ligada
por primera vez en su historia a los circuitos comerciales globales que se
estaban impulsando con fuerza gracias a la
Revolución Industrial.
Efectivamente, esta revolución industrial provocó a lo largo del siglo
XIX no solo un vertiginoso incremento del volumen de las transacciones comerciales
mundiales, sino que también provocó significativos aumentos en la población
europea e impulsó movimientos migratorios. Esto a su vez produjo una expansión
agrícola paralela en todo el mundo y en los países emergentes de la época
(EEUU, Australia y Argentina, especialmente), destinada a satisfacer la
creciente demanda de alimentos y bienes agrícolas para Europa.
Lógicamente, el incremento de productividad no se redujo solo al campo
industrial gracias a la llegada de las máquinas. En el sector agrícola, se
empezó a extender el uso de abonos que permitiesen un mayor incremento de una
producción que ya no se reservaba al mercado local sino que iba dirigida
directamente a la exportación para un mercado internacional. Es en este
contexto en el que tenemos que explicar el auge (e igualmente la decadencia) de
las explotaciones de Aldea Moret. El fosfato se presenta como una materia prima
de primera necesidad para mantener los rendimientos de la agricultura más
avanzada de la época.
Durante buena parte del siglo XIX la mayor producción de fosfatos se
desarrolló en las costas del Perú (las célebres explotaciones de guano, un
fosfato de origen orgánico) pero sin embargo estas se encontraban en fase de
estancamiento a finales del siglo XIX.
Fue en ese momento en el que empezaron a buscarse nuevos yacimientos que
pudieran satisfacer la demanda creciente de abonos del mercado internacional, y
es justamente en ese instante en el que se decide y se reúne un capital
suficiente capaz de poner en explotación de los yacimientos de fosforita de
Aldea Moret, casi al mismo tiempo que los yacimientos de Logrosán (1864).
El conocimiento de los yacimientos de fosfatos en Aldea Moret se sabía
desde fechas anteriores, pero fue en esas décadas en las que la población cacereña
y la sociedad española en general empezó a ser consciente del calado e
importancia de esta nueva riqueza industrial. Son los años dorados de la
minería española (el mercurio de Almadén o los sulfuros de Río Tinto, por poner
ejemplos), en las que grandes sociedades, en su mayor parte de capital
extranjero, se lanzan a una explotación ferviente de los recursos de nuestro
subsuelo. Los yacimientos cacereños no fueron una excepción a esta fiebre
extractiva. Entre los años 1866 y 1875
se sitúan los inicios de la explotación del yacimiento de fosforita en el
Calerizo cacereño por la sociedad minera La Fraternidad,
creada a partir del descubrimiento del filón de mina Esmeralda, estableciéndose
asentamientos junto a los pozos de acceso, y generándose así el primitivo
barrio de Las Minas. Rápidamente, un ambiente de euforia se
extendió entre aquellas élites sociales que soñaban con un germen de
industrialización en una sociedad eminentemente agraria y atrasada. Sin
embargo, en esta primera fase, las explotaciones fueron sumamente
rudimentarias, los medios extractivos eran precarios y la falta de
comunicaciones con los mercados del mineral hacían que el fosfato extraído
fuera costoso y su comercialización poco rentable.
Esta atonía
desapareció cuando las explotaciones atrajeron el interés de las élites
políticas de la Restauración,
bastante dispuestas a explotar y participar en los beneficios mineros. En este
caso, el político liberal Segismundo Moret adquirió los derechos del rico coto
minero en el año 1876: gracias a su iniciativa e influencia en Madrid –no
olvidemos que llegó a la presidencia del gobierno varias veces- se creó el
primitivo Barrio de Moret y se construyó en 1880 el ferrocarril que enlaza
Cáceres con Lisboa,
lugar y puerto de embarque de los fosfatos hacia toda Europa. El
primer ferrocarril cacereño tuvo, por tanto, una base minera, y marca un antes
y un después en la expansión de las explotaciones, abaratándose el precio del
producto. Con el tiempo, este simple asentamiento minero, dirigido en un
principio por la empresa "Unión Española de Explosivos" (más tarde "Explosivos Rio Tinto"), se convirtió en un
pequeño poblado gracias a su prosperidad económica. Desde el año 1886 se comenzó
la exportación a países como Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica y Holanda de un mineral de acreditada
calidad, y el fosfato cacereño empezó a cotizar en los mercados
internacionales.
Al entrar en
el siglo XX, la producción de fosfatos está en su fase álgida, si atendemos a
su participación en el mercado de capitales. En el momento de máxima extracción
se encontraban en producción las siguientes minas: Perla de Cáceres, La
Esmeralda, San Salvador, María Estuardo, Abundancia, Labradora, Imposible,
Casualidad, Agricultora, San Eugenio, San Salvador, Estrella, Eloisa,
Productora, Esperanza y Carvajala, totalizando 12 pozos de extracción de
mineral y 119 construcciones anexas, y
sin contar otras muchas explotaciones más pequeñas destinadas al beneficio de
filones mucho más reducidos.
La mejora de
las técnicas extractivas y de procesado permitieron la fabricación de los superfosfatos,
de mayor concentración y riqueza en fósforo; para ello se instaló una fábrica
de ácido sulfúrico, la cual empleaba las piritas provenientes de Huelva. Las
dos primeras décadas de siglo marcan su mayor auge, cuando las fábricas de
Aldea Moret también se alimentan de los materiales extraídos del filón
“Costanaza” de Logrosán y de otros yacimientos menores como los del “Caracol”
de Aliseda. De los restos de las piritas utilizadas se extraían también, como
subproducto, cobre de alta pureza que se comercializaba igualmente. En los años
cuarenta, la producción de fosfato decrece paulatinamente en la medida en la
que se agotan los filones más ricos y se van descubriendo otros yacimientos,
especialmente los ubicados en el Sáhara
Español y norte de África, de
menor precio y mayor competitividad por la abundancia de mano de obra. De esta
forma las labores mineras de Mina Esmeralda y el resto de los yacimientos disminuyen paulatinamente hasta
desaparecer por completo en los años 60 del pasado siglo XX. La producción de
ácido sulfúrico con las piritas provenientes de las minas de Río Tinto apenas
sobreviviría pocos años más.
Al cierre de
la fábrica de ácido sulfúrico en el año 1963, existían en Aldea Moret una explotación
minera de fosfatos (parada desde 1960), dos instalaciones para la elaboración
de ácido sulfúrico -con dos baterías de horno-cuba cada una-, una planta para
la obtención de cobre en cáscara y electrolítico y un almacén de fosfatos con
cintas móviles de transporte. El abandono subsiguiente de toda la maquinaria en
los siguientes años fue total: desguazada, achatarrada y finalmente, en los
años 70 fue vendida al peso después de permanecer a la intemperie casi un
decenio. La ironía de la historia quería que en el preciso momento en el que España desarrollaba un vertiginoso despegue económico, el sueño de una Revolución Industrial en Cáceres desaparecía para siempre.
Fig. 1. Planta de Cerro Esmeralda
3- VALORES ARQUITECTÓNICOS Y DE
PATRIMONIO
El momento en el que se decide la
construcción de los establecimientos mineros está marcado en la arquitectura
por el triunfo de la corriente historicista. De origen esencialmente
anglosajón, la corriente historicista triunfa en Europa, adaptándose en cada
país o región de una forma ecléctica a las corrientes arquitectónicas
autóctonas de siglos anteriores.
El historicismo, de tradición romántica, desarrollado
principalmente en el siglo XIX y principios del XX concentra
todos sus esfuerzos en recuperar la arquitectura
de tiempos pasados. Se trataba de imitar estilos arquitectónicos de otras
épocas –especialmente estilos medievales- incorporándole algunas características
culturales del momento. En España, el sentimiento
nacionalista llevó a la búsqueda de la propia identidad, al deseo de encontrar
una arquitectura nacional, que pudiera identificarse con nuestro país, nuestras
costumbres y que fuera un reflejo social. Esto dio lugar a la resurrección
sobre todo de los estilos medievales. El medievalismo gozó de una gran
profusión ya que respondía a la idea de paraíso perdido a la que el espíritu
romántico quería retornar. La arquitectura industrial de la
época bebe directamente de esta corriente arquitectónica, adaptando a las
edificaciones mineras estructuras acastilladas, almenas y torreones con
merlones y albardillas, de piedra y ladrillo, asimilando fortificaciones.
En relación con las edificaciones en
el área de Aldea Moret sobresalen la Mina de la Abundancia, el edificio
Embarcadero, la Mina San Salvador, o la propia mina Esmeralda. Los edificios
que actuaban como bocas de minas tienen un cuidado aspecto de fortalezas,
construidos rudimentariamente con pequeños bloques de cuarcita y argamasa
–similares a las construcciones medievales de la ciudad-, y usando el ladrillo
en los elementos arquitectónicos más destacables. La ubicación de la Mina
Esmeralda o San Salvador en las cimas de los cerros calizos realza aún más su
aspecto aparentemente medieval tan del gusto historicista. Mención aparte merece el modelo
urbanístico de poblado minero se planea como un espacio habitacional
autosuficiente. De nueva planta se crean viviendas, equipamientos, dotaciones,
servicios e infraestructuras. Se crea un hábitat ordenado en un medio productivo,
acercando lugar de trabajo y residencia. La trama urbana planeada era de
colonia obrera, de clara influencia anglosajona, y en el momento de su construcción –finales del
siglo- es referente a nivel nacional.
4- MINA ESMERALDA: ENTORNO Y
CHIMENEA
Siendo más concretos en relación con los edificios de Mina Esmeralda,
originariamente son los más antiguos, pues no hay que olvidar que la sociedad
minera local "La Fraternidad"
inicia su andadura en 1865 en torno a este filón, marcando el comienzo del desarrollo minero en Aldea Moret. Con
una extensión de 120.000 m2 la mina tuvo su concesión como mina de fosfatos en
1878. El complejo de edificios que componen la mina se edificó durante la
década anterior, en los inicios de su explotación.
Además de los edificios de acceso a la mina, tenía barracones a modo de
viviendas de los mineros así como los hornos y edificios de transformación del
mineral. De estilo historicista, en su construcción se utilizan estructuras
basadas en muros de carga de tapia, ladrillo y mampuesto, sobre el que disponen
arcos, bóvedas y cubiertas de madera.
Aparte de las instalaciones propiamente mineras, en el cerro de la
Esmeralda se ubica igualmente un acuífero con una galería de desagüe así como
un pozo con instalación de grupo de elevación que hasta los años 70 abastecía
algunos barrios de la capital. Estos pozos sirven a su vez como reguladores del
manantial del Marco que da lugar al riachuelo del mismo nombre. El abandono y
el deterioro, así como la peligrosidad de las labores, con grandes desniveles
del terreno y riesgo de accidentes imprudentes, provocaron el tapiado de toda
la zona. La rapiña del material susceptible de ser protegido llega hasta épocas
muy recientes, cuando en los años noventa desaparecieron algunas de las
estructuras metálicas más representativas de los depósitos del acuífero.
Para evitar el progresivo deterioro de este patrimonio arqueológico
industrial, se han iniciado en los últimos años distintas intervenciones
restauradoras en los diversos edificios que configuran en entorno minero de
Aldea Moret. A nivel legal, y para evitar mayores deterioros y expropiaciones
urbanísticas, el complejo de mina Esmeralda fue declarado Bien de Interés
Cultural (BIC) junto con el resto de edificaciones que componen la red de minas
de Aldea Moret en Decreto 92/2011
de 20 de Mayo y publicado en el DOE 101 de Viernes, 27 de mayo de 2011.
Igualmente está catalogado con el nº 087 en el Catálogo de Bienes Protegidos
del Plan General Municipal de Cáceres con nivel de protección Estructural.
Fig. 2. Vista aérea del complejo minero de Mina Esmeralda
LA CHIMENEA
La chimenea es, dentro del conjunto
de edificios, el elemento mejor conservado. Del resto de edificaciones sólo se
mantienen algunos muros y divisiones. En el momento del cese de actividad en la
mina (en los años 60) se desmantelaron las instalaciones dejando únicamente
algunos elementos estructurales. La chimenea servía al horno donde se
separaba el mineral de las impurezas calcáreas y permitía la obtención del
fosfato que después era tratado en la fábrica levantada en Aldea Moret. Con planta cuadrada (3,90 m de lado en la
base) tiene una altura de 32,08 m desde la base de piedra que forma el cimiento
superficial.
Construida íntegramente en ladrillo
macizo cocido (el ladrillo más usado en la época), con distintos aparejos
basados en el aparejo inglés con hiladas alternadas a soga y tizón. Las caras
están tratadas con sobriedad, predominando las líneas rectas y las simetrías.
Tiene algunos sobrios elementos decorativos como rehundidos y cornisas
realizadas igualmente en ladrillo. Supone un claro ejemplo de la majestuosidad
de este tipo de arquitectura, siendo uno de los elementos mejor conservados de
la industria minera cacereña.
5- BIBLIOGRAFÍA Y WEBS BÁSICAS
BAHAMONDE, A., MARTÍNEZ, J. Historia de España del siglo XIX, Cátedra,
1993.
GARCÍA PÉREZ, SÁNCHEZ MARROYO,
MERINERO MARTÍN, Historia de Extremadura.
Los tiempos actuales, Universitas
Editorial, 1985.
GIL MONTES, JUAN, “Geología del
Calerizo de Cáceres”, en Estudios de Geoarqueología en Extremadura, 2009 (www.jugimo.blogspot.com).
HOBSBAWN, E., La Era del Imperio, 1875-1914, Crítica, 1989.
MARTÍN BORREGUERO, GARCÍA MOYA,
JIMÉNEZ BERROCAL, La vida minera en Aldea
Moret, 2010
MUÑOZ MARCO, MARTÍNEZ, Esperanza
(coord.) Patrimonio Geológico de
Extremadura, junta de Extremadura, 2005.
VVAA, La minería en Extremadura, Junta de Extremadura, 1993.
Fig. 3. Vista General del complejo minero de Mina Esmeralda
Fig. 4. Perspectiva de la chimenea
Fig. 5. Contrafuerte de apoyo
Fig. 6. Alzado.