Vista de las peñas del tesoro, lugar característico de los Barruecos, y llamadas así por haber sido encontrada una estatuilla animal a sus pies.
Peña donde aparecen petroglifos. |
Para conocer la magia de un lugar nos tenemos que preguntar: ¿fue reverenciado alguna vez por el hombre? En la mente primitiva, semejantes castillos de piedra alzados en los Barruecos no podían ser explicados por la erosión química o la formación geológica de un berrocal. La ciencia no se había descubierto todavía, y por lo tanto, "Alguien" tuvo que haber puesto esos enormes bolos de piedra allí mismo. Dioses de la naturaleza o una desconocida raza de hombres, desaparecida hace milenios. Nosotros ya no estamos dominados por esa mente arcaica, y sin embargo, el estremecimiento continúa en aquellos que tengan cierta sensibilidad hacia en esta naturaleza pétrea. Prima el quedarnos boquiabiertos y la admiración. Quizás eso fue lo que hizo que Wostel dejase la marca de Fluxus en Malpartida.
Pero está claro que nuestros ancestros no se podían quedar tan solo con esa mera contemplación. Y esa es la razón fundamental de la gran cantidad de restos arqueológicos que encontramos en toda la zona. Acompañados de Ladis -al que presentamos en el anterior post-, el G.P. conoció por fin los rincones arqueológicos más interesantes de todos los Barruecos. Tumbas, sillares, ladrillos, petroglifos, restos de pinturas... testimonio de que por una razón o por otra, a lo largo de la historia, los Barruecos nunca dejaron de estar poblados desde el Neolítico en una asociación entre hombre y naturaleza sorprendente.
Muestras de la presencia humana en la zona desde el neolítico:
Manchas de pintura roja en el interior de la roca-santuario, sobre taffonis de granito.
Manchas de pintura roja en el interior de la roca-santuario, sobre taffonis de granito.
Petroglifo de un calendario solar. |
Refugio para ganado, invadido por la hiedra. |
Pensemos que Los Barruecos han sido tocados por tres mentalidades humanas e históricas radicalmente distintas: la mentalidad mágica del hombre primitivo, la visión económica del hombre moderno, y la mirada nostálgica y postmaterialista del arte contemporáneo, que busca un imposible reencuentro con ese mundo perdido de la antigüedad. En pocos sitios podemos encontrar tal cantidad de interpretaciones, de filosofías o mentalidades sobre la naturaleza y el hombre. El hecho de que podamos hacer esta reflexión, en el siglo XXI, y repensar el problema de la relación del hombre con su entorno, debería invitarnos a pensar hacia dónde vamos en el futuro, y cuál será nuestro incierto destino.
A la derecha: una de los muchos restos de tégulas
que podemos encontrar por la zona, de origen incierto, pero atribuible al periodo tardorromano. Las tégulas (tejas) son planas con dos de sus lados rematados para evitar la entrada de agua.