Son ferias en la ciudad, y encontrar un lugar sin demasiado ruido resulta algo difícil en estas fechas. La música machacona de las casetas, las sirenas de los cacharritos y hasta los gritos de la gente subida a las atracciones, se escuchaban a kilómetros de distancia, desde las alturas del Portanchito. Conste que no tengo nada en contra de las ferias, pero mi alma budista me pide descansar de otra forma cuando el pequeño Juan lo permite. Por eso decidí largarme a los montes opuestos a la feria, mirando hacia el norte, lejos del mundanal ruido, y sin un ser humano a cientos de metros a la redonda.
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Así que opté por visitar el Monte de Aguas vivas, ubicado en el lado norte de la ciudad, y abandonado por mí desde hace varios años. La razón de ese abandono era debida a que no sabía cómo subir hasta él. El camino tradicional había sido cortado por las obras de la Ronda Norte y me costó varios intentos frustrados con la bicicleta encontrar el camino de subida (ni google maps resolvía el entuerto). Por fin, en el día de ayer, y a través de un acceso por la carretera del Casar, una vez atravesado la parte alta del monte por la carretera, conseguí meterme en el buen camino y llegar hasta lo más alto del monte. Atravesando matorrales y bajo un calor de más de treinta grados, logré subir hasta las cuarcitas más altas y revisitar mi niñez. Para mí se trata de un lugar especial: hacía veinte años me encontraba en el mismo lugar, en una excursión del colegio, y me dejaba fascinar por primera vez por los minerales. Aquí recogí mi primer cuarzo, que todavía guardo en mi colección. Entonces no podía imaginar que dos décadas después seguiría con la manía de los pedruscos.
Para nuestra sorpresa, en una parte más resguardada de la ladera se pueden contemplar todavía alguna zona cubierta de margaritas: los últimos coletazos de la primavera en la zona. La mayor presencia de matorral al pie de la foto marca la presencia del cauce seco de un regato.
Dientes de león auténticos, del tamaño de un puño. No los he visto en los alrededores de Cáceres excepto aquí.
La subida al monte está repleta de cristalizaciones de cuarzo, provenientes de las mineralizaciones que se producen en la cuarcita que rodea a todo el sinclinal. En este lugar son característicos los grandes cristales entrecruzados formando grandes rocas que se rompen con facilidad.
Una tabarilla acaba de cazar un insecto. Las parejas están muy ocupadas ahora criando una prole hambrienta, o enseñando ya los primeros vuelos en el mundo. En las laderas arboladas nos hemos encontrados las primeras bandadas de jilgueros recién salidos del nido.
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