Un buen galgo de caza, eso era yo, sí señor. Sirves a tu amo toda tu vida con honestidad, con sacrificio, esperando días enteros en la oscuridad de un cobertizo su llegada, y haciendo carreras en las que te rompes cada hueso de tu pata. Celebrando cada pieza recogida, escuchando con alegría los disparos de la escopeta. Y un buen día, te sientes débil. No puedes seguir caminando de la misma manera. Te asfixias cuando corres y comienza a fallarte la vista y el olfato. Entonces, cuando los días empiezan a ser largos y el sol comienza a calentar, te suben al coche, te llevan a un descampado o una ciudad desconocida, abren la puerta y de un empujón te echan fuera. Cuando quieres saber lo que ha pasado, el coche está lejos, y tu amo con él. En el lenguaje de los perros no existe el rencor hacia el amo, solo lágrimas por su pérdida. Y se inicia una búsqueda terrible, calle por calle, jardín por jardín, coche por coche. El sol calienta, la sed sacude tu cuerpo, ojos compasivos te observan, pero no son los ojos del amo.
Una revelación. Cuando ves que entre los seres humanos hay gente que trata a su semejantes peor que a nosotros mismos, pierdes la esperanza y con ella se derrumban tus últimas fuerzas. Te das cuenta que el cariño recibido, la comida y el techo eran meramente un medio para comprarte, y que tú no tienes más valor que los conejos que has cazado para él: mero medio para su diversión. En el idioma de los perros eso no existe: él era el jefe de la manada y lo sigue siendo. Pero hablábamos lenguajes distintos, y nunca me he dado cuenta de eso hasta que ya era demasiado tarde.
Las fotos están tomadas a la salida de Cáceres por la carretera del Casar, y no son agradables. Pero no todo es agradable, cuando se pasea por el campo. Y es que durante la primavera, es fácil encontrarse con perros viejos con mirada perdida vagabundeando por la ciudad. Algunos tienen suerte, otros no tanto. Alguien podrá decir que este no es un tema importante. Es más, hoy en día muchas personas se sienten tratadas peor que el perro de arriba, y el relato se podría trasladar al sentimiento de un parado o un pensionista. Pero al menos, esas personas pueden defenderse (o eso nos hacen creer, con la idea de la libertad del hombre).
Supongo que la caza mata también los sentimientos.
ResponderEliminarEs una pena, y dicen que la caza es un "deporte", aunque no veo a los deportistas retirados con semejante recompensa.
ResponderEliminarYa puse yo también una entrada muy parecida: http://carlosluengo.blogspot.com/2009/02/al-mejor-amigo-del-hombre.html
Un saludo.
Buena frase, Valentín...
ResponderEliminarquien mata a un animal por deporte, por qué no va a hacerlo con el animal que le sirve para esa práctica?
Por cierto Carlos, tú dejaste la escopeta por la cámara, no? Un buen cambio supongo...
Es que, desde mi cortedad, no soy capaz de entender que alguien se pueda divertir matando. Peor aún, no entiendo que alguien, para divertirse, tenga que matar.
ResponderEliminarP.D. Bonita palabra de control: redgea.
No solo perros viejos. Con dos primaveras ya los tiran. Literalmente.
ResponderEliminarY no solo los galgos de caza, que son los más conocidos. Las condiciones de los perros de reala son lamentables.
Pero lo que creo que es más lamentable aún es que gente que estudia una carrera como Veterinaria porque "le gustan los animales" defiendan la actividad cinegética y, con más vehemencia, la taurina.
Lo último que dices, es completamente incomprensible, efectivamente. Me pregunto qué argumentos utilizan para salvar esa contradicción...
ResponderEliminararte, cultura, tradición, valor, deporte de riesgo... (para ambos, caza y toreo)
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