Este otoño lluvioso y templado ha sido sumamente prolífico en setas, aunque con algunas ausencias (como las macrolepiotas). Hemos recolectado tal cantidad de fotografías que no tenemos tiempo para analizarlas ni comentarlas debidamente, así que posiblemente haremos una macroentrada al comenzar el año de todos los hallazgos que no hemos podido ir explicando con tranquilidad. Sin embargo, vamos a hablar de una última especie, antes de cerrar todo este episodio. Y es que a pesar de tocar ya el invierno, seguimos encontrándonos más ejemplares en nuestras escapadas navideñas. En este caso, la subida al Risco en Sierra de Fuentes nos permitió toparnos con unos ejemplares de Amanita Citrina (pensamos en un primer momento que era junquillea, pero no es así), una preciosa amanita de color amarillento y pintas blancas en su sombrero que cumple con las tradicionales representaciones que se hacen de gran parte de las amanitas: "huevo" original, volva desarrollada, esporada blanca, sombrero convexo... Y también, al igual que muchas de su familia, la amanita junquillea es tóxica, aunque su veneno afortunadamente no es comparable a la fuerza de la oronja verde o la verna.
Por un momento llegamos a pensar que tal vez estuviésemos delante de la temible phalloides, pero esta última no tiene nunca trazas blancas en su sombrero, como si presentan la junquillea o la muscaria. Sin embargo, no las tenemos todas consigo, puesto que la junquillea habita fundamentalmente los pinares, y no tanto el alcornocal en el que nos la encontramos. Por otra parte, el fuerte olor a patata o rábano nos sirvió para salir de dudas y pensar que era la citrina la que teníamos delante. Si queremos sacar consecuencias de todo este embolado de dudas, lo mejor sería no arriesgarnos a recoger nunca setas de este tipo, dado su polimorfismo...
Por un momento llegamos a pensar que tal vez estuviésemos delante de la temible phalloides, pero esta última no tiene nunca trazas blancas en su sombrero, como si presentan la junquillea o la muscaria. Sin embargo, no las tenemos todas consigo, puesto que la junquillea habita fundamentalmente los pinares, y no tanto el alcornocal en el que nos la encontramos. Por otra parte, el fuerte olor a patata o rábano nos sirvió para salir de dudas y pensar que era la citrina la que teníamos delante. Si queremos sacar consecuencias de todo este embolado de dudas, lo mejor sería no arriesgarnos a recoger nunca setas de este tipo, dado su polimorfismo...
El lugar del hallazgo, un alcornocal camino del Risco.