Las instalaciones del molino. Todavía no hemos encontrado referencias históricas del lugar, pero todo se andará.
Grandes filones de cuarzo atraviesan la pizarra de forma casi simétrica. En el agua se observa esa espuma sospechosa que denota la contaminación que sufre el río.
En estos días el G.P. recibió la genial visita de su amigo Helí, llegado desde tierras salmantinas. Y aunque el amigo reclamaba venir con la condición de asistir a la manifestación del Pimero de mayo, el pobre hombre se encontró que en Cáceres por no tener, no tenemos ni manifestaciones. Pasó la del 29 de abril y ya eran muchas en tan pocos días: demasiada movilización para nuestra sociedad amodorrada. Así que, muy a su pesar de su conciencia social, nos fuimos al campo a desvariar de política, economía y lo que se terciara. El resultado fue una provechosa visita al Almonte y a los riberos del Guadiloba. Entre crítica y crítica al sistema financiero europeo y a la madre que parió a todos los especuladores de la deuda pública, ibamos viendo galápagos, pizarrones y otras cosas curiosas ante las que naturalmente el G.P. se detenía y se olvidaba por un momento del lamentable mundo que nos ha tocado vivir. Así, hasta que nuestros pasos llegaron a un encajamiento del cauce del Guadiloba, donde nos esperaba la maravilla de una gran presa construida en bloques de pizarra junto a un molino abandonado y otras instalaciones perdidas en el paso del tiempo. "Joder, cualquiera dice que esto es Cáceres", decía Heli, un hombre norteño más acostumbrado al agua que nosotros y que se preguntaba de dónde salía tal corriente. Muchos sitios, comentaba el G.P., desde las aguas del Calerizo hasta los orines de los cacereños. En la caída del agua desde la presa, esta producía una sospechosa espuma insana. Nada es perfecto en el mundo.
Ignoro si aquello era propiedad privada o un coto deportivo de caza. La cerca estaba prácticamente tumbada. En cualquier caso, las cercas en el campo deberían estar fuera de la ley cuando quien las rompe busca tan solo refugiarse en la naturaleza. Alguien puede ser dueño de lo que se cultiva o se produce en un terreno, pero no puede quitarte el derecho de contemplar esa tierra y lo que de ella puede aparecer, sobre todo cuando en un tiempo más o menos lejano otros hombres la trabajaron y dejaron inconscientemente su legado a las siguientes generaciones de hombres.
La considerable presa construida con losas de pizarra. El amigo Helí apenas es un pequeño monigote a la izquierda.
Bloques de pizarra caídos. Los pequeños cauces de la penillanura cacereña, habitualmente de escaso caudal, no evitan una fuerte erosión del terreno pizarroso y la aparición de valles sinuosos.