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sexta-feira, 3 de junho de 2016

CARRERAS DE SAPOS CORREDORES EN LOS ARENALES

Nuestro sapo, moviéndose ágilmente por el suelo de los Arenales.
La línea verdosa del dorso permite reconocer al sapo corredor
    Si hay algún beneficiado de esta primavera lluviosa por encima de todos los demás, estos han sido los anfibios. Todos los amantes de estos bichitos sabemos perfectamente en qué medida dependen de las circunstancias climáticas y de la disponibilidad de agua en cada temporada. De esta forma estos animales pueden ser extremadamente abundantes algunos años y en otras ocasiones quedar reducidos y confinados a unos pocos lugares húmedos. No hace falta decir que son los animales más amenazados por un persistente cambio climático.
Véase lo diminuto del sapo, comparado con los granos del cuarzo.
    Para este año, nuestros encuentros han sido escasos -más allá de la omnipresente rana común-, pero cuando se han manifestado, han sido por decenas de ejemplares, como ocurre generalmente tras el final de la metamorfosis. En esta ocasión hemos tenido la enorme suerte de disfrutar de las locas espantadas de multitud de sapitos corredores casi recién salidos de renacuajos, sobre un suelo arenoso que los hacía fácilmente identificables (el GP tenía que andar con cuidado para no espachurrarlos). Este sapo (antes Bufo Calamita, ahora Epidalea, creemos), se distingue por la raya amarillo-verdosa que atraviesa su dorso, aunque siempre que hablamos de estos simpáticos bufónidos, mejor no asegurarse al cien por cien. Es más sencillo hacer la distinción rana-sapo: las ranas saltan, los sapos corren; las ranas tienen una piel relativamente lisa y patas más largas, los sapos llenas de verrugas y cuerpo más rechoncho. Pero ni esto vale para algunas especies de ágiles sapos y rechonchas ranas. Y por supuesto, el sapo no es el marido de la rana, como muchos todavía aventuran a decir. Sobre el sapo corredor podemos decir que nos ayuda el hábitat y la hora para distinguirlo. Como ocurre en esta zona, a estos sapos les gustan las zonas abiertas y arenosas. Por otro lado, los sapos más pequeños no comparten las costumbres nocturnas de sus adultos y se pueden ver fácilmente a la luz del día ir de un sitio para otro. En el terreno casi desnudo de las antiguas explotaciones de los Arenales, encontrarse con estos sapillos es un regalo.

Antiguas explotaciones de los Arenales, en lentísimo proceso de recuperación.
No todo es malo: las escombreras son usadas por abejarucos en gran número.


sábado, 20 de fevereiro de 2010

EL SUEÑO DE UN SAPO CORREDOR.


Y seguimos por la zona de las Minas de Aldea Moret. Estaba yo tranquilamente buscando geodas de calcita entre las fosforitas y calizas de la escombrera de la Mina San Salvador, cuando un gran pedrusco con cristales de calcita llama la atención de mi piqueta. De inmediato la levanto y entre la tierra húmeda que sirve de asiento a la roca, un bulto marrón se mueve levemente. Un pobre señor sapo estaba hibernando plácidamente hasta que mi curiosidad ha interrumpido su sueño. No pude resistir la tentación de cogerlo y hacerle una improvisada sesión fotográfica. Tantas fotos le hice que la cámara (que ya estaba en las últimas) quedó descargada. En el tiempo que me llevó ponerle unas pilas, el sapo, aparentemente tan quieto y pacífico, se las había apañado para meterse en una grieta y ocultarse detrás de otra gran piedra del terreno.

Aunque nos resulte aventurado, el G.P. opta por vincular este sapillo a la especie del sapo corredor, especialmente porque parece que una raya amarillenta recorre su espalda, y el iris de sus ojos es horizontal sobre cristalino verdoso. En cualquier caso, es sorprendente de estos animalillos su capacidad de supervivencia en un entorno tan duro como una escombrera.