Mucha gente comenta que el otoño es quizás la mejor estación del año para visitar Cáceres y desde aquí no les quitamos la razón. Eran mediados de noviembre y bastaba la visita de Juan para una buena excursión al cerro del Milano, que no subía desde hacía un par de meses. Soplaba el aire fresco de otoño y había un cielo espectacular plagado de nubes y claros. Las manchas de luz encendían la penillanura y le daban un fantástico colorido. Los dioses nos sonreían, y la cámara de Juan también.
Estuvimos en la cumbre un buen rato, casi hasta la puesta del sol. Apenas vimos pájaros, y el G.P., por más fósiles que buscó en ese día no encontró casi nada. Tal vez la culpa de todo la tuvo un amigo imprevisto que nos acompañó casi todo el camino, y que vemos en las fotos.
Las últimas flores de los madroños dan paso a sus típicos frutos rojos: maravilla para los pájaros y roedores.
Nuestro compañero de fatigas: un solitario perro de caza deseando cariño humano por los cuatro costados. Nos acompañó durante todo el trayecto, luchando contra desfiladeros y un frío helador para el pobre. Al final casi tuvimos que ahuyentarlo para que volviera a su finca.
jeje...que bueno...ya me daba yo hoy otro de estos paseillos...
ResponderEliminarun fuerte abrazo
ya te digo, con las tardes que todavía hacen por aquí, bien daría yo por hacer otra salida al campo con vuecencia. Se os echa de menos por estas tierras...
ResponderEliminarAh, por cierto, hemos contactado con Antena Cáceres para que pasen por su canal nuestros vídeos y chapuzas varias. Ya te contaré.