coprinos, una familia de setas muy común en nuestros parques.
Por fin el tiempo vuelve a sus cauces normales y el viento ha despejado los parques de muchos de sus habituales viandantes. Quedan los incondicionales de esta época del año: perros paseando a sus amos, deportistas de cuerpo y alma, alguna pareja solitaria y cuatro nostálgicos de turno que han salido a disfrutar el frío y la caída de las hojas. El G.P. no puede decir que disfrute con el frío y la lluvia pero al menos le alivia. Por fin se podrá ver un otoño en condiciones, como manda el calendario. Y aprovechando las circunstancias, dimos el pasado domingo una vuelta por el parque del Príncipe a ver qué nos encontrábamos. El resultado no pudo ser más otoñal, aunque en realidad no dependería para nada de la lluvia.
En las raíces de una acacia nos encontramos unos buenos ramilletes de setas, llamadas por los entendidos "lignícolas", puesto que solo crecen sobre raíces y tocones de árboles que hacen de huéspedes. En este caso, varios ramilletes se habían amontonado en la pobre acacia y crecían apretadamente casi unos sobre otros. Mientras Juan tiraba el carro cuesta abajo, el G.P. se dedicó a hacer unas cuantas fotos e investigar con ansia aristotélica qué diantre de hongo tenía delante de sí. Como el G.P. se siente inseguro en el mundo de la micología, decidimos tirar en casa de libros y enciclopedias y llegamos a la atrevida conclusión de que quizás se trate de una especie cercana a la foliota cambiante (Kuehneromyces mutabilis), una pequeña seta apreciada en el mundo culinario, a pesar de su pequeño tamaño o más posiblemente el coprino micado (Coprinellus micaceus). Claro que pronunciamos el juicio con todas las reservas posibles. Para un pobre ignorante que solo es capaz de reconocer el parasol, aún le queda mucho por aprender en este intrigante mundo.
Distintos ramilletes de coprinos creciendo en las raíces de la acacia.
Ha bastado un día de lluvia y viento para traernos el otoño de golpe.