Aquí tenemos un señor alacrán manduncándose la cabeza de una pobre hormiga. Y eso que el alacrán no debe estar en su mejor día: le falta una de las pinzas.
Otro señor alacrán despertado de su siesta, con evidente mal humor y mostrando su aguijón al público distinguido. Y el GP que iba buscando ranas y tritones... Quién iba a pensar que a estos alacranes les gustase tanto el fresquito.
Otro animalito más frecuente en este paisaje húmedo: un gallipato aprovechaba la oscuridad de las piedras para pasar el tórrido día.
Cáceres puede ser un lugar bastante atractivo para un alacrán. Y sin embargo, es una especie bastante selectiva en lo que a sus hábitats se refieren. Resultan algo raros de encontrar en la sierra de la mosca, poco arenosa y demasiado arcillosa y pedregosa para construir sus madrigueras bajo las piedras. Veinte años removiendo piedras en las cercanías de Sierra de Fuentes y apenas nos encontramos con cuatro o cinco ejemplares en todo ese tiempo. Los alacranes sin embargo se extienden más en la penillanura, y especialmente en las zonas de suelo más suelto y fácil de mover. Así que cuando estuvimos visitando el valle de los Hornos, granítico y con partes extremadamente arenosas, no nos sorprendió tanto encontrarnos con un par de alacranes nada más levantar un par de pedruscos. Lo llamativo del caso era la gran humedad de la zona donde los encontramos.
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La primera reacción del alacrán fue hacerse "el muerto". |
A un kilómetro y medio de los Hornos en dirección Cáceres, nos topamos con una especie de "mancha húmeda" en mitad del estiaje enclavada en lo que se conoce como "La alberquilla". Bajo la presa de una charca para el ganado se mantenían algunos pastos, florecían compuestas fuera de temporada y los asfódelos eran abundantes. Fue el único lugar verde que encontramos en toda la dehesa del valle, aprovechando la humedad de una charca, y tal vez un emplazamiento geológico particular de diabasas (la primera vez que las veo en el sinclinal) y filones de cuarzo cuarteando la zona, que permitía retener la humedad más que el resto del terreno. Fue cuando empezamos ingenuamente a buscar piedras y aprovechar para intentar ver algún anfibio, alguna ranita meridional, algún sapo y cosas así. El primer pedrusco que levantamos nos dio como premio un gallipato, típico de la zona. Las siguientes nos dieron la "sorpresa" de los alacranes. Para alguien que no está acostumbrado a verlos en los alrededores asusta un poco (sobre todo cuando apuntan el aguijón hacia el cielo), pero con las debidas precauciones y un buen palo, se hacen inofensivos (más bien, los que molestamos somos nosotros, al despertarles de su descanso). Así que después de alguna foto, les tapamos de nuevo y les dejamos en paz.
El otro descubrimiento de interés fue el filón de diabasas que cruzaba esa misma zona, en mitad de la intrusión granítica del sinclinal de Cáceres. Investigando después, el cuaderno del IGME que acompaña a la hoja geológica de Cáceres sostiene que existen diabasas esporádicas y poco alteradas en el interior del sinclinal, y hace una relación más directa a una encontrada en las cercanías de la casa de Lagartera, bastante cercana al lugar de nuestro hallazgo y vinculada también a los granitos tectonizados de la zona. Ya no hace falta irse a la falla de Plasencia para ver los "bolos" tan característicos de estas rocas...
Rocas diabásicas encontradas en "la alberquilla"