sexta-feira, 20 de setembro de 2013

MIS ANIMALES FAVORITOS: PIKAIA

    
   Nos salimos de nuestra mirada local para viajar en el espacio y el tiempo hasta un recóndito lugar en Canadá, de la mano de uno de los mejores divulgadores de la paleontología, Mr. S.J.Gould. El animalito de marras, señor Pikaia, bien merece este cambio de tercio, aunque aparentemente presente un aspecto bastante humilde si miramos la imagen de al lado. Este animalito parecido a un gusano tiene muchos años de por medio: pertenece a la fauna del cámbrico medio y de ese fantástico momento geológico que tuvo lugar en el Burgess Shale hace 530 millones de años. Este pequeño descubrimiento fue dejado a propósito por el doctor Gould para las conclusiones de su libro La Vida Maravillosa. Algo tendrá el fósil, para que el paleontólogo más popular de la anterior década lo hubiera colocado al final (lo cual es un puesto si cabe más meritorio que el principio, en el interminable y algo cansino recuento de fósiles que hace en su libro).
    Vayamos al pikaia. Este animalito, aparentemente un gusano, no es ni más ni menos que uno de nuestros antepasados más importantes: el primer precordado en la historia de la tierra, al menos en lo que nos deja ver el siempre incompleto registro fósil, y en cierta medida similar a los actuales anfioxos, notocordados contemporáneos. Si dejamos de lado eslabones entre monos y hombres (que creemos tan importantes, y que tal vez no lo son tanto), está muy claro que este paso (la aparición de los vertebrados) se lleva la palma en importancia: sin su movimiento en el fondo de las aguas someras del Burguess Shale, no habría nada parecido a nuestra especie pululando por los cinco continentes y visitando la luna en delirios de grandeza.

     Pero es que además, este gusano-pez es un superviviente nato, quizás sin pensarlo. No estaba en la lista de los mejor adaptados de su tiempo -si lo comparamos con el anomalocaris y demás parientes raros-, pero sobrevivió de alguna manera a la extinción de toda esa fauna fabulosa del Burguess Shale, y eso le convirtió en un ganador contra todo pronóstico en la carrera por la complejidad evolutiva. Al igual que con los reptiles mamiferoides supervivientes del triásico, que jamás soñarían con hacerse elefantes mucho más tarde. Semejante heroicidad fue recompensada por S.J. Gould con una de sus conclusiones más brillantes y exultantes:

   “Y si usted quiere formular la pregunta de todos los tiempos (¿por qué existen los seres humanos?), una parte principal de la respuesta, relacionada con aquellos aspectos del tema que la ciencia puede tratar de algún modo, debe ser: “porque pikaia sobrevivió a la diezmación de burguess shale”.

    Por qué este animalito, sin quererlo, se ha convertido en un fósil sobre el que todo el mundo deposita sus miradas, sonríe al verlo y lo hace suyo es relativamente fácil de responder, desde una profunda perspectiva filosófica. Pensadores, religiosos y científicos quieren ver en él una corroboración para sus intereses particulares sobre el conocimiento y la fe humana. Los biólogos como Gould, defensor a ultranza de la contingencia de la evolución, lo enmarca como ejemplo perfecto de la casualidad y el azar en la naturaleza, más allá de las engañosas leyes sobre la supervivencia del más apto y la competitividad evolutiva (el paleontólogo, en su línea, dando caña a los gradualistas ortodoxos). Y no faltan religiosos que afirman una mano invisible detrás de todo este complejo proceso de supervivencia y proclaman: he ahí una casualidad causada. Teleología encubierta tras la peculiar explosión cámbrica, que se suman a otros momentos cumbre en la historia de la evolución. Como hemos dicho en otras ocasiones, uno puede pensar lo que le dé la gana y para lo que mejor convenga a los intereses de cada cual.

     Lo cierto es que si lo miramos desde fuera, ni la permanencia de pikaia es un dato a favor de la contingencia absoluta, ni mucho menos es la prueba de una intervención divina. Podría haber habido otros muchos pikaias en el cámbrico o el ordovícico inferior, el paso podría haberse dado antes del Burgess Shale, o después del mismo. Igualmente acabaría por darse, defienden los biólogos detractores del azar y partidarios igualmente de la teleonomía. En cualquier caso, las tres teorías son interpretaciones del dato empírico de que pikaia existió realmente, y que, hasta donde sabemos, su existencia dejó abierto el camino a que el G.P., muchos millones de años después, pueda recrearme viendo un trilobites de la misma época en el salón de su casa. Ahora bien, mucho me temo que pikaia no me acabará de dar la respuesta de por qué estamos aquí.

 (conversaciones con el Sr.Tibb, rescatadas de nuevo)

2 comentários:

  1. Stephen Jay Gould es uno de mis favoritos y Pikaia protagonista en varias de sus obras. No es para menos. Aunque no sea un Tigre siberiano, yo también la colocaría en mi lista. Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Tengo debilidad por los animalitos estos, tan extravagantes y peculiares. Quiero recuperar el que tengo a mi derecha, el anomalocaris...
    Un saludo!

    ResponderEliminar