La barbuda, cortada prematuramente por el cortacésped del parque del Príncipe.
La barbuda, pocas horas después. Su descomposición se conoce con el nombre de delicuescencia, y su carne queda convertida en un líquido negruzco y tintoso.
Las barbudas no suelen crecer en grupos, pero a veces, parece que lo hacen. Y acompañadas de Amanitas phalloides, hongos de Satanás y demás parientes tóxicos.
Adivina adivinanza, ¿en qué se parece una barbuda al señor Monago? En que en el mundo de las setas y de los hombres, tanto las barbudas como nuestros políticos son los primeros en corromperse. En las barbudas, basta escasos días para que su elegante figura quede convertido en un sucio caldo negro. En los políticos... ¿qué se puede decir que no sea ya un tópico en las redes sociales?
El GP siempre ha querido dejar la política fuera de sus intereses naturales (para eso hacía otro blog), pero hay veces que la indignación lo hace inevitable. Pobre señora barbuda, que la he comparado con majaderos sin nombre común pero con nombre y apellidos propios. Y lo peor de todo, es que tratan a gente como el GP (o cualquiera que lea el blog) como ingenuos e inocentes retrasados mentales. Pobre señor Monago, llorando hace un par de días, arropado y aplaudido por su corte de sicofantes lameculos perdonalotodo, y jurando que va a devolver hasta el último céntimo. Como si eso bastase y fuese un acto de arrepentimiento suficiente: se devuelve el dinero y aquí no ha pasado nada. Borrón y cuenta nueva.
De todo esto extraemos una pregunta: ¿y qué habría pasado si esto no se hubiese sabido? ¿Habría devuelto Monago un solo céntimo de esos viajes privados, sabiendo él en conciencia que no era dinero suyo el que estaba usando? Es decir, que mientras no te pillen, todo está permitido. La justicia solo está para los pobres y los imprudentes que se dejan atrapar. Uno pensando mal hasta podría imaginarse a Monago fardando de sus viajes a Canarias y muy posiblemente asegurando que no le costaron ni un euro. Y quizás lo hubiese seguido haciendo de no haber salido a la luz. Así que la divisa nueva de regeneración en nuestros partidos, tal vez sea, en lugar de "sigue robando", es "ten más cuidado mientras robes". Nuestros políticos sin querer acaban citando a un viejo filósofo griego, Antifonte, que hablaba de la justicia en términos de parásitos: aprovéchate de las buenas leyes para todos, e intenta evitar todas aquellas que te perjudiquen.
Pobre señor Monago. Hasta ahora me caía casi bien. Podría estar a favor o en contra de sus leyes, pero me resultaba completamente indiferente como persona, lo que es un gran halago para un político. Ahora es uno más del club de las barbudas. De esas que con solo tocarlas, se corrompen, su carne ennegrece y chorrean tinta. Y como miembro del club, el GP no le pide la cárcel: tan solo que deje su puesto y abandone la política. Es el auténtico precio a pagar por la corrupción, y no solo devolver lo que haya gastado indebidamente.
Se ha colado aquí el sr. Tiburcio, muy buena la mezcla!! Saludos!
ResponderEliminarEs una pena que el pobre señor >Tiburcio esté tan abandonado desde hace un par de meses, pero resulta casi imposible mantener dos blogs actualizados. Ya veremos qué podemos hacer. Un beso muy grande Judith!!
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