Si hay una cosa que al GP le llama la
atención es cómo tantas veces que sale por los montes y campos cercanos a Cáceres,
ve tan pocos seteros. Ciclistas, paseantes con sus perros, cazadores, esparragueros,
luchadores contra la obesidad, atletas, pero muy pocos seteros. A lo sumo uno o
dos cada temporada. Hace nada tuve la suerte de encontrarme con uno, de esos de
libro, con su cesta de mimbre y su andar
zigzagueante, deteniéndose en un arbusto tupido o la sombra de una encina o un
pino. Yo iba bajando la cañada del Casar desde el cerro Otero con mi cámara y
mi sucia mochila, cogiendo alguna piedra de cuando en cuando y sin separarme de
la pista de tierra. Pero finalmente, acabamos coincidiendo en alguna seta. Es
lo que suele pasar. Así que cuando me detuve para fotografiar una amanita
(vinosa, tiendo yo a pensar), él me confundió con un amigo y se acercó a mí.
-
Perdón me he equivocado…, ¿vas a fotografiar así, en
crudo, sin macro ni nada?
La pregunta la
hizo con tal extrañeza que el GP se sintió un auténtico ignorante.
-
Pues como salga… dije yo, a la defensiva. Me gustan las
setas, fotografiadas.
-
Yo también tengo mis archivos, pero como más me gustan
son comidas. Ahora, yo no soy ningún experto. Hay que conocerlas muy bien.
Y como un
Sócrates micólogo, que afirmaba que de nada sabía, empezó a largar nombres
científicos y peculiaridades de cada seta, hasta el punto de hacer sentir al
pobre GP que cada vez que abría la boca, metía la pata, y sentía un creciente
bochorno. Tal era así que no tuve el coraje de decir que llevaba un blog de
naturaleza, por si la respuesta era demasiado hiriente. Así, me contenté con
recibir su sabiduría separando lactarios, especies de amanitas, mostrando
cortinarios y tipos de boletales de los que yo no tenía ni idea.
- Mira, por aquí hay boletos, decía
yo.
- Bueno en
realidad no son boletos, son del tipo leccinum y apenas saben a algo. Lo bueno
de los boletos es que da igual si te equivocas, a lo sumo, te amargan el guiso,
y por aquí no hay boletos de Satanás.
- ¿ah, no?
- Pues no, la
gente los confunde con frecuencia.
- Aaah,
contestaba el GP meneando la cabeza cual tonto.
Sin darme yo
cuenta, iba siguiendo el zigzag del setero y desviaba mi ruta para ver qué es
lo que encontraba. Llegamos a un lugar espantosamente maltratado. Multitud de
lactarios y rúsulas habían sido levantadas o descuartizadas, y daban tristeza
verlo.
-
La gente es la leche, el otro día vi un viejo que con
un bastón iba levantando cada una de ellas, para ver si eran o no comestibles.
Llegará un día que no nos quede ni una sola seta, y haremos como los alemanes, que
nos volveremos todos ecologistas cuando no nos quede ni un solo bosque. Mira la
Amanita cesarea…
-
¿Hay amanita cesárea?
-
Pues sí, pero desaparece de inmediato. En cuanto sale
un huevo, ya alguien lo coge. Un desastre…
Durante un rato más estuve preguntando
por una seta detrás de otra, como un niño de cuatro años. Y qué es esto, y esta
otra, y esta de más allá… Y sin darme yo cuenta, el señor empezó a dar
respuestas evasivas. Pues no lo sé, vete tú a saber, hay tantas setas por el
campo.... Indudablemente, un agradable encuentro en mitad del monte se estaba
convirtiendo en una aburrida clase de micología, excitante para mí pero cansina
para él. Era evidente que le estaba interrumpiendo su paseo campero. Así, llegó
el punto de ruptura educada y la despedida rápida.
-
Mira, me tengo que ir rápido ladera del monte abajo. Se
me va a hacer la noche en un momento, y si quiero encontrar algo…
-
Ah sí, sí, sí… a mí también se me hace tarde. Tengo que
volver para arriba, contesté automáticamente. Adiós.
Se me olvidó
dar las gracias o desear la muletilla navideña de felices fiestas. Después me encontraría algo más arriba, bajo unas piedras
cercanas a un pino, tres buenos níscalos. Sentí ganas de llamarlo o dejárselos
en mitad del camino. Pero el hombre ya estaba perdido, y no tenía interés que algún animal de dos
patas las rompiese por mero gusto de hacerlo, así que los dejé donde estaban.
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