Columnas cuarcíticas: el G.P. siempre ha pensado que es una puerta de teletransportación espaciotemporalhacia otra dimensión.
Icnofósiles presentes en la cuarcita
El sitio más agreste y alejado de la población humana de la Sierra de la Mosca es quizás este lugar. Sin lugar a dudas, es el lugar favorito para el G.P. El cerro del milano ofrece una fantástica vista con una vegetación mediterránea exuberante: parecía como si el verano dejara predominar el verde sobre el amarillo estival que domina en kilómetros a la redonda. No hay casas cerca y por encima de todo, puedes disfrutar de los alrededores sin encontrarte la basura que aparece -por desgracia- en otros muchos lugares de la sierra. Para llegar hasta allí no queda otra que coger la bicicleta o ir andando. Al llegar al antiguo sanatorio, necesitamos seguir la carretera que bordea el valle para alcanzar una desviación hacia la derecha. A partir de ahí solo queda pedaleo y andar.
Para entender el cerro desde una perspectiva geológica, tenemos que mencionar las partes del sinclinal de Cáceres, aquí la cuarcita armoricana se levanta abruptamente del terreno, y sus estratos forman auténticas murallas de piedra verticales. Uno tiene la sensación de estar en una auténtica fortaleza natural resquebrajada, mientras los árboles nacen de grietas imposibles en mitad de la roca.
Más interesante todavía es que en este lugar la cuarcita tiene restos fósiles del ordovícico inicial. La cuarcita presenta un metamorfismo menos acusado y la estratificación sedimentaria es mucho más clara. Como ya habíamos apuntado en otra entrada, los skolithos -las “madrigueras” hechas por gusanos hace más de 350 millones de años- se encuentran aquí de forma más abundante que en ningún otro lugar del sinclinal de Cáceres. Otras muchas rocas atestiguan concentraciones de restos fósiles, en forma de fragmentos de conchas no determinadas. Y muchas partes de las paredes cuarcíticas ofrecen posibles marcas de cruciana (las huellas de los trilobites). Aunque es difícil encontrar aquí cuerpos de fósiles demasiado reconocibles, te puedes imaginar cómo fue un fondo de mar extremeño en el mundo paleozoico.
Para entender el cerro desde una perspectiva geológica, tenemos que mencionar las partes del sinclinal de Cáceres, aquí la cuarcita armoricana se levanta abruptamente del terreno, y sus estratos forman auténticas murallas de piedra verticales. Uno tiene la sensación de estar en una auténtica fortaleza natural resquebrajada, mientras los árboles nacen de grietas imposibles en mitad de la roca.
Más interesante todavía es que en este lugar la cuarcita tiene restos fósiles del ordovícico inicial. La cuarcita presenta un metamorfismo menos acusado y la estratificación sedimentaria es mucho más clara. Como ya habíamos apuntado en otra entrada, los skolithos -las “madrigueras” hechas por gusanos hace más de 350 millones de años- se encuentran aquí de forma más abundante que en ningún otro lugar del sinclinal de Cáceres. Otras muchas rocas atestiguan concentraciones de restos fósiles, en forma de fragmentos de conchas no determinadas. Y muchas partes de las paredes cuarcíticas ofrecen posibles marcas de cruciana (las huellas de los trilobites). Aunque es difícil encontrar aquí cuerpos de fósiles demasiado reconocibles, te puedes imaginar cómo fue un fondo de mar extremeño en el mundo paleozoico.
La vegetación es igual de rica que en otras partes de la sierra, acompañando algunas especies propiamente roqueras, y la adaptación que hacen los madroños y árboles al paisaje rocoso es asombrosa, aprovechando cualquier resquicio en las rocas. Igualmente es un lugar privilegiado para avistar pájaros. Esta mañana veíamos bandadas de abejarucos revoloteando en los alrededores, pero en otras ocasiones hemos visto córvidos -urracas, grajos, rabilargos...-, milanos, tordos, alondras, páridos… aunque las alturas nos ponen en evidencia a sus ojos. En definitiva, un pequeño paraíso a pocos kilómetros de Cáceres.
Los madroños acompañan al G.P. hasta la cima
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