segunda-feira, 21 de novembro de 2011

MINERALES DE CÁCERES: PIRITAS

Detalle de cubo completamente seudomorfizado de pirita sobre una pizarra en las cercanías de "Los Castellanos"

Doble cubo de pirita sobre roca granítica (extraído de las zanjas de la autovía al oeste de Aldea Moret), aumentada con el microscopio electrónico (x40)

       He aquí una entrada que el G.P. se debía así mismo hace muchísimo tiempo, y es una entrada destinada a los amantes de pedruscos más pequeños -si hay alguno al que llegara este blog-. En cualquier época, encontrar una pirita era la tarea fundamental de cualquier coleccionista que se preciara y para mí, cuando empecé a cultivar mi amor por los pedruscos era un auténtico reto. La pirita, por su brillo metálico, su color dorado y su cristalización cúbica, y tambien por su relativa frecuencia, es desde siempre una de las reinas de cualquier colección de minerales amateur. Pero yo no tuve suerte con mi ciudad: Cáceres no tenía ni por asomo ninguna pirita que se preciara (y eso que en la región no faltan buenos ejemplares) y yo pasé algún año de mi infancia rompiendo piedras solo para ver si contenían el preciado mineral. Tan solo una vez, en el parque del Príncipe y cuando este vivía sus horas más bajas a mediados de los ochenta, me encontré una pizca de pirita dorada en mitad de un cuarzo. Durante años guardé esa pieza como si de auténtico oro se tratara.
      Pasó el tiempo, y transcurrieron trece años fuera de Cáceres en los que naturalmente aquella pieza se perdió. Cuando volví, jamás se me ocurrió ya salir a buscar piritas, pero ahora han ido apareciendo en cantidades mínimas por distintas partes de la ciudad en nuestras salidas. Y dada la popularidad que tienen, las comentamos brevemente. Piritas frescas como tales, tan solo hemos encontrado en los granitos al este de Aldea Moret, salpicando rocas graníticas de aspecto verdoso, y formando pequeños cubos dorados de un par de milímetros, reconocibles a simple vista. Piritas sometidas a seudomorfismo y oxidación aparecen sin embargo en número más apreciable en distintas partes de nuestros alrededores. Son relativamente frecuentes en algunos estratos pizarrosos y cuarcíticos silúricos en Los Castellanos, al oeste del sinclinal, y también en algunos filones de cuarzo del parque del Príncipe. Hemos comentado también la presencia de pizarras piritiferas en plena parte antigua. Y por último, en los estratos de cuarcitas y areniscas oscuras ferruginosas del Portanchito podemos encontrar también cubos oscurecidos y transformados en limonita o hematites. Todo esto son hallazgos pequeños, pero que al coleccionista primerizo le pueden saber a auténtica gloria: ¡Tener piritas cacereñas!

Cubo de pirita en una arenisca ferruginosa de las antiguas canteras del Portanchito.

segunda-feira, 14 de novembro de 2011

REINO FUNGI EN LOS PARQUES DE CÁCERES

   

            Pequeñas setas con aspecto de senderuelas crecen entre la hojarasca del parque del Príncipe. A pesar de su pequeño y frágil aspecto, aseguran los maestros del arte culinario que es bien rica.

   Cuanto más conoce el G.P. del reino fungi, más embelesado está de él. Y es que los hongos y setas permiten acercamientos de todo tipo: culinarios, médicos, antropológicos, religiosos, biológicos y por supuesto puramente estéticos (estos son nuestros favoritos). Hasta el reino fungi tiene un lugar propio en la misma historia de la ciencia dada su equidistancia respecto a los otros reinos y las polémicas que alimentaron su clasificación. Una riqueza de perspectivas tan grande que nos animaría a escribir un ensayo parecido al de The botany of desire de Michael Pollan, en el que casi cada especie puede contar su propia historia, y si no piensen lo distinto que es la historia del champiñón o el níscalo, frente a la amanita phalloides, la amanita muscaria o las plagas de la tiña y la grafiosis.  
       Pero precisamente en el momento que más podíamos aprovechar la temporada de setas, los hados se han acumulado contra todos nuestros intentos y han tumbado todo posible proyecto. Con la bicicleta arrinconada y cogiendo moho y con mi cámara de fotos desaparecida para siempre en un despiste lamentable, el G.P. se ha quedado sin recursos para continuar el blog, así que tiraremos del archivo durante algún tiempo para sobrevivir. Afortunadamente, en nuestras últimas incursiones fotográficas al parque del Príncipe, el Paseo Alto y Cánovas, pudimos fotografiar multitud de fascinantes setas que después de mucho trabajo hemos podido ir reconociendo, con dificultad y paciencia. Y es que la magia fungi aparece en los sitios más insospechados de nuestros alrededores.  

Un enorme políporo parasitando un pequeño árbol del parque y ofreciendo este magnífico aspecto (no para disfrutar con el paladar, sino con la mirada).

Un champiñón amarillento sobre la grama del parque del Príncipe. Esta especie es muy frecuente y relativamente fácil de descubrir: al frotarla con la mano rápidamente se pone amarilla. Desgraciadamente, no es comestible y produce indigestiones en los estómagos delicados.

domingo, 6 de novembro de 2011

EL FONDO DEL MAR... EN EL PASEO ALTO

     "Peazo cacho piedra que me he encontrao", parece estar diciendo nuestro sorprendido paleontólogo Juan.     


   
      El Paseo Alto es uno de los parques arcanos de nuestra ciudad, y también uno de los más olvidados. Alejado de todas partes, devorado por la ciudad, pero igual de aislado que siempre en lo alto de la colina, al pasear por allí me traen recuerdos de la infancia: los viernes, al salir del colegio, subíamos por las traseras del cementerio y tomábamos la merienda bajo los eucaliptos. Allí estaban también los jubilados con sus transistores, y en algún rincón apartado, los yonquis de mirada perdida y aguja en brazo. Y desde allí mirábamos la llegada del invierno conforme las montañas de Gredos se cubrían de nieve. Años después llegaría la adolescencia y el botellón en la explanada del parque. El G.P. formó parte de la generación que destrozó el parque irremediablemente. Después el parque se borró de mi vida, hasta mis paseos con carrito, en el que he vuelto a contemplar las montañas y Juan se ha enamorado de los columpios.  
       Y precisamente ayer, en un día ventoso, decidimos ir hasta allí a buscar setas bajo las encinas. Cuál sería nuestra sorpresa cuando de forma inesperada al final del paseo nos encontramos ni más ni menos que con el fondo del mar. Sí, fondo marino auténtico. O por lo menos, el fragmento de un mar prehistórico, desaparecido ya, pero que con una gran losa cuarcítica cubierta de eskolitos atestigua que una vez existió. Alguna vez hemos hablado ya de los escolitos. Son pequeños agujeros formados por animales del fondo del mar -presumiblemente gusanos- que después quedaron petrificados en la roca. Es una de las fosilizaciones típicas de la cuarcita armoricana, y relativamente fácil de observar en Extremadura. Para nuestros alrededores, el lugar predilecto es el cerro del Milano, pero nunca habíamos contemplado una lasca tan grande como la que apareció en el parque. Un fragmento de mar ordovícico de hace 450 millones de años: ahi es nada. Ante estos pequeños grandes descubrimientos, uno puede regresar a casa con la conciencia tranquila de haber aprovechado bien el día.


Arqueología urbana en el Paseo Alto. El único en el que a pesar de las sucesivas reformas y mejoras, quedan restos del antiguo parque, como los sillares graníticos de estos bancos orientados al norte.

Sombrero de una seta de la familia de las agaricus (los champiñones). Encontramos el ejemplar al pie de una encina. Como todavía estamos investigando sobre setas, el G.P. prefiere no meter la pata con suposiciones sin fundamento.

terça-feira, 1 de novembro de 2011

CALIZAS ORNAMENTALES EN LA VÍA DEL TREN



       Pues sí, con el cambio del tiempo (deseado hace varias semanas) el G.P. se ha cogido un resfriado de aúpa. Tanto celebrar la llegada de las nubes, que se había creído que seguía siendo verano. Así que incapacitado para coger la bicicleta ni hacer salidas ambiciosas, nos vemos obligados a repasar imágenes de las pasadas estaciones para ver qué podemos publicar este nuevo mes. El G.P. tiene pendientes varias entradas de geología que irán llegando al mismo tiempo que los resfriados inesperados.
        Para esta ocasión, queríamos destacar la trinchera del tren que se abre entre la estación de ferrocarril y el Carrefour. Es un lugar my  bueno -yo me atrevería a decir de los mejores- para observar la calidad ornamental de las calizas cacereñas y también para obtener una muestra curiosa en el caso de los amantes de los pedruscos. Y lo cierto es que el lugar no promete en absoluto, rodeado de las viejas escombreras que rodean la antigua cantera del cerro cercano, y sin nada que mirar por allí excepto alguna chumbera. Afortunadamente su acceso se ha mejorado mucho con el corredor para bicicletas abierto hace poco tiempo.
       Estas calizas aparecen en la trinchera sumamente erosionadas debido a los procesos típicos de disolución del carbonato cálcico en contacto con el agua de la lluvia, y aparecen enrojecidas por su contacto con el suelo arcilloso, proveniente a su vez de los procesos de lixivización. Esto les hace presentar unas formas particularmente llamativas que pueden apreciarse incluso mejor cuando las sometemos a un buen lavado y a una "cura" con la disolución de ácido clorhídrico. Aquí es mejor quedarse corto que pasarse, y no aplicar nunca a cristales o los perderemos irremediablemente.    

El lugar, aparentemente poco atractivo para la vista.

Una de las calizas sometidas a "limpieza" con una disolución de ácido clorhídrico.
Casi nos quedamos sin caliza, aunque conseguimos eliminar toda la arcilla.

Las arcillas rojas son un excelente patrón para saber que estamos sobre el terreno calizo.