sexta-feira, 29 de março de 2013

UN PASEO PRIMAVERAL JUNTO AL TAJO

Una vista extraña de la rivera de Araya. Resulta raro pensar que hace menos de un mes el GP estaba enredando con pizarras y granitos en lo más profundo del valle sumergido.
Las flores de los cantuesos lo dominan todo en la zona, miremos donde miremos.

    En esta Semana Santa lluviosa ha bastado que salga el sol una mañana para salir al campo apresuradamente y empezar a contemplar la primavera en nuestro entorno. Ya lo decían los blogueros especialistas de por aquí, que esta primavera podría ser monumental y que había que aprovechar todos los espacios y tiempos posibles para disfrutarla. Así que nos acercamos a una zona que todavía teníamos que investigar, los riberos del Tajo, y usando el sendero natural que pasa por la carretera de la N630 a Garrovillas, contemplar el embalse completamente repleto. La visita en estos días se hace muy interesante porque le da la sensación de estar en un lago natural, sin los escarpes secos y muertos de los pantanos, y con el agua limpia, al contrario que en los meses de verano. Por supuesto que es una ilusión y que esto ocurre solo en los años de mucha lluvia, pero aún así merece la pena (aunque nuestro instinto geológico se resienta con ello). Si a esto le acompañamos los campos en flor y ese relieve de colinas típico del valle del río, el paisaje se nos vuelve bucólico y pastoril.

     Hay gente cuyo sentimiento religioso lo lleva a ver procesiones en estos días. Para el G.P., si Dios existe, está en la naturaleza y su ruidoso silencio. Nos detenemos cerca de la orilla, guardamos silencio y pronto escuchamos el zumbido a nuestro alrededor de las abejas polinizando los cantuesos y las retamas negras. Escuchamos las picúas a nuestra espalda. Un pez chapotea en el agua; algo más lejos un pato -o algo parecido- intenta remontar el vuelo desde al agua causando un gran revuelo, como si de un hidroavión se tratara. Un rebaño de ovejas se escucha tras una colina. Después el G.P. abandona la contemplación budista y el mindfulness y se dedica a investigar plantas y remover pedruscos, como siempre. Las flores de los cantuesos y las retamas negras inundan todo: la pobreza del terreno granítico hace que en las zonas más escarpadas solo sean ellas quienes dominen el paisaje. Sin embargo, en las zonas más fértiles, encontramos más variedad: compuestas, gramíneas y papilonáceas empiezan a desperezarse después del parón invernal. Y finalmente, como un pequeño regalo, en una zona pizarrosa distinguimos un campo con orquídeas, quizás la Orchis palilionacea, pero vaya usted a saber: las orquideas es un mundo desgraciadamente desconocido para el autor del blog, y dejamos a Alberto Gil, desde su majestuoso torreón, que nos corrija si es necesario. 
     Por cierto que esta vez no hablaremos de pedruscos. La parte geológica de la excursión, para el próximo post.

Un rebaño de ovejas entre las flores de retamas y los cantuesos. La otra variedad de retama blanca ya ha ido perdiendo la flor.
Sucesión de colinas en la rivera de Araya.

Retama negra en todo su esplendor.
Una preciosa orquídea -suponemos que Orchis papilionacea- con la lluvia todavía en sus pétalos.
El señor escarabajo aprovecha el buen tiempo. El cantueso seguro que se lo agradece. Abajo: la primera vez que el GP se topa con uno. Nos quedan tantas cosas por aprender...

quarta-feira, 20 de março de 2013

PLANTAS FÓSILES EN EL MARCO



     Dicen que no siempre llueve a gusto de todos, y en las últimas semanas parece que vemos a la población cacereña echando pestes cada vez que cae una gota de agua del cielo, especialmente si es en el fin de semana. Pero todo el mundo sabe que muchas cosas buenas trae la lluvia. Entre ellas, que arrastra o deja piedras al descubierto, y para un nerv de las piedras como el G.P. eso son oportunidades de ver cosas nuevas. Así ocurrió en el Marco: las obras del puentecillo nuevo en Fuente fría han removido los sedimentos de la zona, y la fuerte corriente ha dejado al descubierto numerosas tobas calizas a su paso por el lugar, y eso nos permitió encontrarnos esta magnífica roca con restos fósiles.  Lo normal que ocurre en las tobas es que contengan las huellas de tallos o raíces recubiertos de caliza, pero cuando nos hemos encontrado las impresiones casi completas y perfectas de estas hojas, nos damos cuenta que hemos sido algo más afortunados que de costumbre.
       Nadie piense que nos encontramos ante un helecho fósil del Carbonífero, por lo menos. Estos fósiles son mucho más humildes en lo que a cronología se refiere y son de fechas muy recientes, del Cuaternario. Aunque no somos expertos en absoluto en materia de botánica, sí nos atrevemos a decir que corresponde a la vegetación de ribera que crecía en las márgenes  del Marco antiguo, y que posiblemente no guarda demasiadas diferencias con algunas de las especies que podemos ver ahora en cualquier ribera más silvestre que la nuestra: alisos, sauces, fresnos... En cualquier caso, un hallazgo feliz.


quarta-feira, 13 de março de 2013

"SETAS BOÑIGA": PISOLITHUS ARHIZUS


Ejemplares en la sierra de Señorina (prolongación del Risco de Sierra de Fuentes), en su fase de crecimiento hacia el exterior.

Últimos clatos rojos del Príncipe.
Reconozco que este tiempo de perros no desmotiva al G.P. para salir al campo y ponerse de barro hasta las orejas. Es tal nuestro "mono" y son tan pocas las veces que podemos romper nuestra burbuja urbana, que ya puede llover o hacer frío que por ahí andaremos. Pero ciertamente te limita los movimientos, como me ocurrió el otro día. Quería investigar la zona de fósiles de lo que llaman la sierra de la Señorina, en las cercanías de Sierra de Fuentes, y que no es otra cosa que la prolongación al sureste del Risco, cerrando el sinclinal. Pero no hubo forma de dar un par de pasos por el campo sin que el barro se untara en tus botas o se pegara a los pantalones, o sintieses el agua encharcándote los calcetines. Y como uno se hace viejo y tiene muchas responsabilidades (es tan aburrido ser adulto) decidí no seguir haciendo el burro y contentarme con lo que teníamos en nuestros alrededores, que no eran otra cosa que una antigua escombrera provocada por las obras de la carretera al atravesar la sierra de Señorina. Y allí nos encontramos con este hongo de aspecto feucho y desagradable, pero que tiene sus cosas, como veremos ahora. Después, como suele ocurrir, se ven por todas partes: pocos días después los encontramos a patadas en los terrenos más pobres de la sierra de Aguas Vivas, muy cerca de la Ronda norte en su salida hacia Casar de Cáceres. Pero realmente se pueden encontrar por todas partes.
Pisolithus en forma de torre. Cercanías Ronda norte.
    El Pisolithus arhizus es definitivamente, un hongo poco atrayente. A nadie se le ocurriría comerselo -aunque aseguran que cuando es joven y está todavía bajo tierra, puede consumirse- y todo el mundo lo evitaría pensando que es la boñiga de un animal. Y sin embargo, este particular hongo tuvo y tiene usos bastante curiosos. Ha sido usado como tinte para la lana -el G.P. asegura que si lo tocamos y lo abrimos, nos podemos manchar bien los dedos-, y hoy en día se usa en reforestaciones o plantaciones de eucaliptos, como organismos de colonización en el primero y como micorrizas en el segundo. Si echamos un vistazo al lugar donde suele aparecer profusamente el Pisolithus, nos daremos cuenta que son sitios extremadamente pobres. Lugares en contacto con la roca madre -como los que encontramos en el monte Abuela, cerca de la Ronda Norte- o en terrenos arcillosos removidos y sin apenas suelo órganico, como el paraje de la Señorina-. Esta característica de los colonizadores todoterreno los hace fácilmente reconocibles desde lejos. Los encontraremos casi sin vegetación a su alrededor, como enormes huevos amarronados de tamaño mediano o incluso grande. Ese es aspecto maduro del hongo, globoso o redondeado, como los típicos pedos de lobo. En un primer momento es de carácter hipogeo, y solo después emerge a la superficie del terreno. En último lugar, evoluciona hacia formas más extrañas, como torreones semejantes a hormigueros verticales -es llamativo lo bien que mimetiza con el paisaje siguiendo distintos perfiles-, y finalmente al abrirse lo veremos llenos de pepitas amarillentas recubiertas de polvillo pardo, que son las esporas. Aunque las guías usualmente recogen su aparición en el otoño, este hongo se deja ver sobre todo desde diciembre hasta la primavera. En definitiva, un hongo curioso digno de ser tenido en cuenta.

 Hongo doble, en la Sierra de Aguas Vivas.
Lugares extremadamente pobres, donde abundan estos hongos. En este caso, en la sierra Señorina (cercanías de Sierra de Fuentes), en compañía de retamas, jaras y un puñado de compuestas.

sábado, 9 de março de 2013

FUENTE FRÍA TRAS EL DILUVIO


Fuente Fría, hecha un cenagal. El agua que fluye del manantial venía con barro.
     Uno de los dibujos favoritos de Juan es Peppa pig. Podría pasar horas delante del ordenador o la televisión siguiendo esa serie. La cerdita y su familia, aparte de pasarse el tiempo emitiendo sonidos cerdunos, disfrutan saltando sobre los charcos de barro después de la lluvia. Y así nos encontrábamos nosotros esta mañana. Tras el diluvio (más de treinta litros, diecíséis en una sola hora), el agua seguía fluyendo de la montaña con fuerza, y multitud de arroyuelos anegaban el Marco. Fuente Fría estaba completamente inundada, el arroyo del Marco llevaba tres veces su caudal habitual y el día anterior el agua había superado el puentecillo viejo. La gente se quejaba que ni siquiera el depósito del manantial se hubiera salvado de la lluvia. El agua había filtrado barro y salía turbia. Subiendo hacia la montaña el camino se hacía hermosamente impracticable. Y esto nos llevaba siempre a pensar lo mismo: cómo era posible que en cuestión de meses, ese mismo camino se convierta en un polvoriento y seco lugar, donde parece imposible pensar en la humedad y en praderas verdes. Misterios de nuestro particular clima mediterráneo con toques atlánticos, cuando el año viene húmedo...   

En el día de ayer, el agua había llegado hasta el puente.
La ribera del Marco, bastante más crecida de lo normal.

terça-feira, 5 de março de 2013

METAMORFISMO DE CONTACTO EN LA RIVERA DE ARAYA

     Rastreando en el mapa geológico MAGNA, andaba el G.P. buscando lugares interesantes del metamorfismo de contacto en las cercanías de Cáceres, y uno de los lugares que más prometía era la "aureola de contacto" que rodea al batolito de Cabeza de Araya. Aquí nos encontramos con uno de sus extremos, el que marca el final de la ribera de Araya, en un valle desolado por el impacto de la cola del embalse, pero no exento de belleza. Uno tiende a pensar lo hermosos que debían ser los riberos de estos arroyos antes de la construcción del embalse de Alcántara, y también el riesgo actual para la preservación de los riberos todavía existentes, como los del Almonte. Pero tampoco me siento demasiado idílico al respecto. De hecho, el sentimiento de vacío que encontramos en este paraje se vuelve para un amante de las piedras en una gigantesca ventaja, puesto que dejan al desnudo todas las formaciones rocosas de la zona, listas para ser observadas por nosotros. 
     Y ciertamente, aquí hay para el disfrute. Desde la carretera que une la N630 con Garrovillas, a unos 26 km. de Cáceres, nos encontramos con zanjas y trincheras que ya desvelan la sucesión de pizarras metamórficas y granitos. Igualmente, al pasar el puente sobre Araya, atravesamos también el dique de diabasas (del que hablamos hace un par de semanas, y lo volveremos a hacer). Lo mejor es bajarse del coche y seguir los caminos que bordean la ribera, hasta llegar al cauce del Araya. Allí la roca desprovista de toda vegetación, -excepto praderas de gramíneas, que adornan el ambiente-, nos permite recrearnos en las caprichosas formas de las rocas. Son interesantes el bandeado de las pizarras mosqueadas y sobre todo, el punto de contacto nítido de los filones e intrusiones del batolito sobre dichas pizarras. En ocasiones, un contacto sin transformación, y en otras dando lugar a mezclas rocosas muy particulares, como intentamos reflejar en las fotografías de abajo... 

     Esta es una cola del embalse de Alcántara, que viene a ocupar el abrupto valle que formaba el arroyo de Araya y que está marcado por el impacto de la falla de Alentejo-Plasencia. En ella se dan cita tres terrenos geológicos diferentes: las rocas metamórficas de la aureola de contacto, los granitos del batolito de Cabeza de Araya y las diabasas de la Falla Alentejo-Plasencia. A pesar de las lluvias del presente invierno, el embalse está lejos de estar lleno...  
 Un pequeño filón granítico atraviesa las pizarras mosqueadas de la Ribera de Araya.

Punto de contacto, sin modificación alguna, entre la pizarra moteada y la masa granítica. 

 Otro dique granítico, de mayores dimensiones, se introduce en los estratos pizarrosos. La fracturación casi vertical afecta a ambos conjuntos litológicos. En la base de la fotografía discurre el arroyo Araya.


En esta ocasión, la masa granítica llega deformada y los cristales de feldespato, cuarzo acaban "flotando" en el esquisto pizarroso.

Una de estas rocas "de transición", en las que los componentes del granito se esparcen entre sí y comienzan a transformarse. Supongo que habrá algún nombre más científico para las mismas, pero el G.P. desconoce su descripción...