Lo que resta del molino: un edificio presente desde la época medieval, pero cuya construcción actual data del siglo XIX, en 1862, según indica una placa de la época que todavía se conserva en una de sus paredes...
Salto de agua para desviar el agua hacia el molino.
"Se edificó este molino siendo hacendado J.M.Calzada y Pedrilla, mes de octubre": Ecos de los escasos cambios históricos de Extremadura en el siglo XIX. |
La semana pasada el G.P. hizo su tercera incursión primaveral a las tierras del Salor, al sur de los Barruecos, en una hermosísima y fresca mañana de abril. Nuestro último objetivo era el dolmen de Hijadilla, pero está claro que echar un vistazo a los mapas de google no siempre basta para tener un buen resultado. Así que al atravesar el Salor por el paso del puente de estacas, nos movimos tres kilómetros hacia el sur en una caminata errática; cuando el G.P. se percató que las faldas de la sierra de San Pedro se iban aproximando más y más, nos dimos cuenta que algo habíamos hecho mal. Afortunadamente uno se va encontrando gente por las dehesas aparentemente vacías, incluso un domingo por la mañana -no existen festivos en el campo-, que nos fueron orientando en el camino de vuelta. El G.P. fue perseguido por perros, sorteó vacas con ternerillos, casi es atropellado por un grupo de ciclistas, y hasta evitó la invitación a una cervecita por un par de hombrecillos joviales que estaban haciendo su domingo en mitad de la dehesa. Sorprendentemente, iba pasando una "fauna humana" sumamente rica: cuatro por cuatro conducidos por individuos que parecían sacados de un rancho de Texas; esforzados deportistas de fin de semana, perfectamente equipados con sus bicicletas y sus trajes encorsetados, tractoristas que te miran con cara de risa; domingueros que te invitan a cervezas con panceta recién hecha de una hoguerilla improvisada; moteros destructores del ruido natural y por último un grupo de viejos peregrinos desviados de los Barruecos para conocer mejor este pasaje natural.
Pero en el viaje de unos 12 kilómetros andando -desde los Barruecos hasta la Redondilla, y vuelta-, lo mejor era con gran diferencia sentirse parte de una dehesa en su mejor explosión primaveral de tonos rosados, violetas, amarillos y blancos. Casi todos con los que el GP pudo hablar estaban de acuerdo: esta sí que es una primavera "de las buenas", y lo decían como quien saborea una buena copa de vino viejo. "Disfruta este año, no son normales y tampoco sabemos lo que va a durar", dijeron al GP los domingueros del lugar, y no se equivocan. En la dehesa, los encuentros habituales: prados morados de viboreras, galápagos saltando a las charcas, milanos planeando por el cielo, herrerillos, carboneros, picúas y demás pequeñajos moviéndose nerviosamente por los árboles. Tan solo las puestas de los renacuajos en minúsculos charcos del camino nos hacía sentir algo de lástima por su destino. Hasta geológicamente, el andar puso a nuestra disposición buenos ejemplares de cuarzos ahumados y de pizarras con gruesos nódulos de cordierita (típicas manifestaciones del metamorfismo de contacto de la zona).
Y finalmente, el Salor de nuevo, esta vez en su paso por el molino de Hijadilla. Este edificio, datada su última construcción de 1862, se enclava en un delicioso estrechamiento del río sobre unas durísimas pizarras mosqueadas que pueden llevar a tener la apariencia de corneanas, porque aparentemente pierden toda su esquistosidad. A su alrededor florece la típica vegetación de ribera de alisos, sauces y fresnos, que a veces se echa de menos en otras partes del río y que aquí está bien presente.
Los encuentros con el ganado -las vacas blancas cacereñas- son continuos y a veces hasta embarazosos para alguien como el GP poco acostumbrado a tratar con terneros y vástagos asustadizos.
Destacados nódulos de cordierita -o eso creemos- sobre las pizarras mosqueadas. Este mineral será motivo de un post cuando hablemos nuevamente de geología cacereña...
Es imposible no sentir lástima por los bancos de renacuajos moribundos que nos encontramos por los pequeños charcos que atravesamos en la dehesa. Las lluvias han llevado a los anfibios a una enorme tarea reproductora: a pesar de estos fracasos como el de la foto, no cabe duda que este año será excelente para los distintos tipos de sapos y ranas que pueblan las dehesas. La descendencia quedará asegurada en otros muchos lugares con más agua y humedad... Por otro lado, no es difícil pensar que estos pobres renacuajos serán bien aprovechados por pájaros de muchas clases que harán buen uso de esta comida regalada para llenar el buche...
Prados con mi particular reina de las flores primaverales, la viborera. Al fondo, la torre de los Mogollones.