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Carolina mostrando una lechuza a los alumnos de las josefinas. La pobre lechuza había nacido sin ojos. A pesar de su tamaño, la lechuza no pesaba más de 300 gramos. |
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El anarca punkie de los carroñeros: el alimoche. | | |
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La estupenda guía Carolina mostrando al cernícalo "Monigote". |
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Cuando la compañera Blanca nos invitó a ir con su clase de geografía al centro de recuperación de aves de los Hornos, al GP se le encendió la luz. Después de unas semanas en el que el GP ha hecho de todo (interpréte de inglés, profesor, e incluso estudiante universitario de psicología), necesitábamos un reencuentro con la tierra y la madre naturaleza como el comer. Y francamente no hay mejor sitio en los alrededores de Cáceres para conocer fauna silvestre amenazada, (y de la buena), como este lugar.
Ya dentro, Carolina, la cuidadora y encargada de las visitas, nos puso al corriente de los "convalecientes" del centro. Había casos de accidentes, envenenamientos,
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Un grupo heterogéneo: milanos, águilas perdiceras... |
deformaciones de nacimiento, enfermedades cardiovasculares, deformaciones provocadas por una mala alimentación en la crianza de las aves... Pero una vez que los tienes delante, estos pobres lisiados y enfermos no nos dejaban por ello de sorprender por su belleza y su fortaleza. La lista de los magníficos animales que podemos observar es larga: una amplia muestra
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Cigueña negra: el teclado portugués no me deja diéresis. |
de águilas (águilas calzadas, imperiales, reales, perdiceras y culebreras), carroñeros (buitres negros y fantásticos alimoches), cigueñas negras, garzas y garcillas, milanos, lechuzas y buhos. Incluso dentro de los mamíferos, teníamos la representación de meloncillos, ginetas y nutrias. Mención aparte merece el proyecto de recuperación del cernícalo primilla: el centro dispone de multitud de parejas reproductoras para una población menguante en el exterior.
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Cernícalos primilla en cautividad, y el problema de la filopatria. |
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Buho real, hinchado como una pelota.
Sus garras pueden atravesar la mano. |
Lo más relevante de todo era sin duda la historia que existía detrás de cada animal, y Carolina nos mostraba ampliamente cómo la ingerencia del hombre en la vida privada de los animales silvestres provocan daños en los individuos que los cuidadores humanos a veces no caen en la cuenta. De forma básica, y más allá de los típicos casos (atropellamientos, accidentes, caza furtiva etc...), nos encontrábamos con peculiares casos como por ejemplo la importancia de la impronta (el fenómeno estudiado por Konrad Lorenz, según la cual la primera experiencia vital de los animales es fundamental para su adecuado comportamiento posterior). Cuando recogemos animales al nacer, las aves y los mamíferos activan un mecanismo que imita la conducta de sus cuidadores, a los que reconocen como sus progenitores. De esta forma, los animales cautivos depredadores no desarrollan adecuadamente sus instintos de caza y se vuelven incapaces de sobrevivir en la vida salvaje. Este fenómeno de impronta desvirtuada era el caso de una pareja de ginetas que vivían en cautividad y que no podían regresar a su hábitat natural.
Igual de complejo dentro de la reproducción en cautividad es el comportamiento filopátrico de muchas de las aves migratorias. La cría en cautividad tiene el inconveniente de que muchas aves regresan a su lugar de nacimiento, como es el caso del cernícalo primilla. Es por ello que los cuidadores de las puestas del cernícalo necesitan tener mucho cuidado para evitar que la eclosión de los huevos en el centro suponga el retorno de ejemplares que desean ser puestos en libertad en otros territorios.
Otro problema provocado por el cuidado irresponsable de los humanos parte de la alimentación de las rapaces. Incluso cuando con la mejor de las intenciones, muchas personas han alimentado a rapaces caídas del nido, heridas o capturadas, la alimentación que se ha dispensado a estos animales ha sido completamente insuficiente para sus necesidades nutricionales. De esta forma, en su proceso de crecimiento, estas aves han desarrollado problemas en los huesos y plumas (provocados por ausencia de calcio) que les imposibilitan de por vida para el vuelo. Plumas deformadas y huesos de alas rotos suelen provocar una total incapacidad de estas rapaces para la vida en libertad. Una consecuencia llamativa de estos trastornos alimenticios es la llamada "ala de ángel", una deformación en las alas motivada por el peso excesivo de las plumas primarias, que acaba ocasionando la pérdida en el ave de su capacidad de vuelo. Una de las águilas imperiales tenía ese nombre (Ángel) precisamente por su
enfermedad.
Por último, un problema particular y extremadamente grave lo constituyen los casos provocados por envenenamiento. Este suele ser un envenamiento
indirecto y dificil de controlar. Esta es por ejemplo la singular historia de la lechuza Edward, que se alberga en el recibidor del centro. Esta preciosa lechuza macho sufrió una grave intoxicación que acabó con su visión paulatinamente y la dejó completamente ciega en el día de hoy. Carolina explicaba la posible causa: los productos tóxicos en los campos (desde herbicidas a otros compuestos) se introducen en la cadena alimenticia por medio de la ingesta de estos productos en muy diferentes animales: muy posiblemente Edward tuvo la mala suerte de cazar un ratón moribundo. Al devorar el ratón, el veneno pasó a Edward y le causó la ceguera. Este envenamiento alcanza dimensiones enormes y por supuesto nos alcanzan también a nosotros. Algo que el primo Carlos ha estudiado muy bien en sus estudios de toxicología y que Alfredo Anega nos repite todas las veces que hemos salido al campo con él.
Aunque estos son los más frecuentes, no son los únicos trastornos que sufren nuestros pobres "convalecientes". Un águila imperial sufría insuficiencia cardíaca, y no podía volar más de cien metros sin desmoronarse. Otros habían nacido con deformidades genéticas. Un triste panorama en la vida salvaje que sin embargo aqui, en la cautividad de Los Hornos, nos permite a los seres humanos ponernos en contacto con estos magníficos animales sin perder su propia dignidad y consideración.
El querido grupito de segundo de bachillerato, en la entrada.