sábado, 27 de fevereiro de 2016

SETAS DEL FRÍO: HELVELLAS NEGRAS


Ruinas de cochiqueras.
Rúsulas del parque del Príncipe
    En nuestras últimas salidas no hemos encontrado demasiadas setas, ni por la Sierrilla ni por las fincas y dehesas de Capellanías. La retrasada entrada del frío invernal quizás no haya animado a algunos de los pequeños ejemplares que sí pueden ser encontrados por estas fechas con relativa frecuencia. Al menos, dentro de esta sequía micológica, el GP se ha topado con una familia que no tenía el gusto de conocer por el campo, las helvellas. Concretamente la helvella helvellula. Esta es una pequeña seta, de sombrero duro, membranoso, lleno de pliegues y con pie pequeño -como suele ocurrir en otros hongos de invierno como la familia de las pepizas- que localizamos junto a los pies de las románticas ruinas de cochiqueras y bujíos, en la finca de la marrada de Callaf, situada entre la cantera el Ovni y la autovía. Esta setilla es una menudencia, escasa de tamaño y de abundancia, y que los buscadores de setas suelen pasar de largo por su nulo interés culinario. Sin embargo llama la atención sobre la hierba rasa de invierno, por las pequeñas manchas negras que marca sobre el terreno. Otras helvellas parece ser que son buenos comestibles -previa cocción, pues tienen sustancias venenosas en crudo-, pero no es el caso de nuestra Helvella helvellula, a la que la sociedad micológica extremeña le otorga una comestibilidad sospechosa o desconocida. 
Tricoloma sulfúreo, una seta tan hermosa como pestilente.
Otras setas, más tóxicas, pero también mas conocidas por el GP, lo constituyen los tricolomas azufrados. Este es un ejemplar hermoso y pestilente que encontramos aislado bajo el depósito de agua de la Sierrilla (resulta raro que se manifiesten en esta época del año, pero las setas son así de caprichosas). Esta especie tan común en el otoño en algunos encinares y zonas de arbusto mediterráneo, ha pasado completamente desapercibida en la última temporada.   
Doradillas en los muros de fincas de la Sierrilla.
       Por último, a pocos metros de tricoloma, y en lo que el GP llama "el paseo de las férulas" -el camino que asciende de la Ronda norte al depósito, y que constituye un delicioso paseo en esta época del año-, nos encontramos, entre las imponentes hojas de las umbelíferas, pequeñas maravillas como las doradillas -helechos rocosos, que merecían estar en cualquier rocalla de jardín que se precie-. Aunque tienen que ser abundantes, nosotros siempre los hemos visto por la zona de las minas de Aldea Moret.    

domingo, 21 de fevereiro de 2016

NARCISOS ACAMPANADOS EN LAS CAPELLANÍAS

Prado con narcisos, detrás del polígono "Las capellanías"
Narcisos acampanados sobre un resalte granítico del terreno.
Narcisos creciendo directamente sobre lehm grueso.
   Encontrar narcisos en el campo implica una cosa al menos:  que el final del invierno se acerca, a pesar de los días fríos y ventosos de febrero. La semana pasada el GP pudo disfrutar de los narcisos pálidos que crecen en el alcornocar de la Sierrilla, cerca del depósito de agua. Allí ni el agua ni el viento quitaba brillo a la tenue alfombra de flores que brotaban bajo los alcornoques. Esta semana hemos tenido la suerte de contemplar otro tipo de narciso, más llamativo que el anterior: el narciso acampanado o Narcissum bulbocodium. Este pequeño narciso sin embargo lo hemos encontrado en un lugar bastante distinto: los llanos de las Capellanías, más o menos entre la dehesa de Conejeros y las cercanías de la cantera "El ovni". Aunque las fotos están algo quemadas (el GP le dio a un botón indebido, y la máquina ya no da para alegrías), se pueden observar algunas manchas sobre el terreno de este bonito narciso.  
  Aunque deberíamos analizar la ubicación de este narciso más tranquilamente, nos llamó la atención los lugares donde aparecían estas bonitas bulbáceas. Estos solo aparecían dentro de los terrenos ácidos y graníticos detrás de las Capellanías, y aprovechaban los lugares con el nivel edáfico más pobre. Así, los narcisos parecen ubicarse en lugares donde el suelo es muy superficial y escaso, como las capas arenosas de lehm que apar
Narcisos pálidos de la Sierrilla, 18 de febrero.
ecen en los granitos que emergen sobre el terreno, con pocos centímetros de profundidad.
Allí apenas se dan gramíneas, y nuestros narcisos pululan a sus anchas, en poblaciones de centenares de individuos sobre una superficie de tres o cuatro metros cuadrados. Por contra, en los lugares donde pueden encontrarse suelos algo más profundos y medos, como las pequeñas vaguadas del terreno, los narcisos brillaban por su ausencia. 

Dehesa de alcornoque con los narcisos pálidos.
Parece mentira observar cómo estos terrenos predilectos de los pequeños narcisos son literalmente calcinados durante el verano, y sean capaces de albergar después bulbos que se mantienen de un año para otro. Un entorno bastante distinto (como vemos al lado) de los terrenos ocupados por los narcisos pálidos de la Sierrilla, aprovechando el alcornocal y sobre terrenos silíceos y arcillosos, donde al menos se observa una vegetación mucho más abundante y rica...  En definitiva, si no bastase con el vistoso porte de estos pequeños narcisos, su condición de todoterreno merecen toda la admiración del GP... 
    




sábado, 13 de fevereiro de 2016

DE VISITA AL... CENTRO DE RECUPERACIÓN DE AVES DE LOS HORNOS

Carolina mostrando una lechuza a los alumnos de las josefinas. La pobre lechuza había nacido sin ojos. A pesar de su tamaño, la lechuza no pesaba más de 300 gramos.
El anarca punkie de los carroñeros: el alimoche.

La estupenda guía Carolina mostrando al cernícalo "Monigote". 

Cuando la compañera Blanca nos invitó a ir con su clase de geografía al centro de recuperación de aves de los Hornos, al GP se le encendió la luz. Después de unas semanas en el que el GP ha hecho de todo (interpréte de inglés, profesor, e incluso estudiante universitario de psicología), necesitábamos un reencuentro con la tierra y la madre naturaleza como el comer. Y francamente no hay mejor sitio en los alrededores de Cáceres para conocer fauna silvestre amenazada, (y de la buena), como este lugar.  

Ya dentro, Carolina, la cuidadora y encargada de las visitas, nos puso al corriente de los "convalecientes" del centro. Había casos de accidentes, envenenamientos,
Un grupo heterogéneo: milanos, águilas perdiceras...
deformaciones de nacimiento, enfermedades cardiovasculares, deformaciones provocadas por una mala alimentación en la crianza de las aves... Pero una vez que los tienes delante, estos pobres lisiados y enfermos no nos dejaban por ello de sorprender por su belleza y su fortaleza. La lista de los magníficos animales que podemos observar es larga: una amplia muestra
Cigueña negra: el teclado portugués no me deja diéresis.
de águilas (águilas  calzadas, imperiales, reales, perdiceras y culebreras), carroñeros (buitres negros y fantásticos alimoches), cigueñas negras, garzas y garcillas, milanos, lechuzas y buhos. Incluso dentro de los mamíferos,  teníamos la representación de meloncillos, ginetas y nutrias. Mención aparte merece el proyecto de recuperación del cernícalo primilla: el centro dispone de multitud de parejas reproductoras para una población menguante en el exterior.
Cernícalos primilla en cautividad, y el problema de la filopatria.
Buho real, hinchado como una pelota.
Sus garras pueden atravesar la mano. 
    Lo más relevante de todo era sin duda la historia que existía detrás de cada animal, y Carolina nos mostraba ampliamente cómo la ingerencia del hombre en la vida privada de los animales silvestres provocan daños en los individuos que los cuidadores humanos a veces no caen en la cuenta. De forma básica, y más allá de los típicos casos (atropellamientos, accidentes, caza furtiva etc...), nos encontrábamos con peculiares casos como por ejemplo la importancia de la impronta (el fenómeno estudiado por Konrad Lorenz, según la cual la primera experiencia vital de los animales es fundamental para su adecuado comportamiento posterior). Cuando recogemos animales al nacer, las aves y los mamíferos activan un mecanismo que imita la conducta de sus cuidadores, a los que reconocen como sus progenitores. De esta forma, los animales cautivos depredadores no desarrollan adecuadamente sus instintos de caza y se vuelven incapaces de sobrevivir en la vida salvaje. Este fenómeno de impronta desvirtuada era el caso de una pareja de ginetas que vivían en cautividad y que no podían regresar a su hábitat natural.  

    Igual de complejo dentro de la reproducción en cautividad es el comportamiento filopátrico de muchas de las aves migratorias. La cría en cautividad tiene el inconveniente de que muchas aves regresan a su lugar de nacimiento, como es el caso del cernícalo primilla. Es por ello que los cuidadores de las puestas del cernícalo necesitan tener mucho cuidado para evitar que la eclosión de los huevos en el centro suponga el retorno de ejemplares que desean ser puestos en libertad en otros territorios.

     Otro problema provocado por el cuidado irresponsable de los humanos parte de la alimentación de las rapaces. Incluso cuando con la mejor de las intenciones, muchas personas han alimentado a rapaces caídas del nido, heridas o capturadas, la alimentación que se ha dispensado a estos animales ha sido completamente insuficiente para sus necesidades nutricionales. De esta forma, en su proceso de crecimiento, estas aves han desarrollado problemas en los huesos y plumas (provocados por ausencia de calcio) que les imposibilitan de por vida para el vuelo. Plumas deformadas y huesos de alas rotos suelen provocar una total incapacidad de estas rapaces para la vida en libertad. Una consecuencia llamativa de estos trastornos alimenticios es la llamada "ala de ángel", una deformación en las alas motivada por el peso excesivo de las plumas primarias, que acaba ocasionando la pérdida en el ave de su capacidad de vuelo. Una de las águilas imperiales tenía ese nombre (Ángel) precisamente por su
enfermedad. 


  Por último, un problema particular y extremadamente grave lo constituyen los casos provocados por envenenamiento. Este suele ser un envenamiento
indirecto y dificil de controlar. Esta es por ejemplo la singular historia de la lechuza Edward, que se alberga en el recibidor del centro. Esta preciosa lechuza macho sufrió una grave intoxicación que acabó con su visión paulatinamente y la dejó completamente ciega en el día de hoy. Carolina explicaba la posible causa: los productos tóxicos en los campos (desde herbicidas a otros compuestos) se introducen en la cadena alimenticia por medio de la ingesta de estos productos en muy diferentes animales: muy posiblemente Edward tuvo la mala suerte de cazar un ratón moribundo. Al devorar el ratón, el veneno pasó a Edward y le causó la ceguera. Este envenamiento alcanza dimensiones enormes y por supuesto nos alcanzan también a nosotros. Algo que el primo Carlos ha estudiado muy bien en sus estudios de toxicología y que Alfredo Anega nos repite todas las veces que hemos salido al campo con él. 
   Aunque estos son los más frecuentes, no son los únicos trastornos que sufren nuestros pobres "convalecientes".  Un águila imperial sufría insuficiencia cardíaca, y no podía volar más de cien metros sin desmoronarse. Otros habían nacido con deformidades genéticas. Un triste panorama en la vida salvaje que sin embargo aqui, en la cautividad de Los Hornos, nos permite a los seres humanos ponernos en contacto con estos magníficos animales sin perder su propia dignidad y consideración. 

El querido grupito de segundo de bachillerato, en la entrada. 

sexta-feira, 5 de fevereiro de 2016

MELANOLEUCAS: SETAS INVERNALES SUBIENDO LA MONTAÑA

Vista del olivar por el que husmeaba el GP
      Como seguimos teniendo un invierno atípico, nuestras amigas las setas también aparecen de forma atípica.  Ibamos en busca de una falla enorme, según nuestro compañero Francisco del Corral, por las laderas de la montaña, y nos encontramos con un enjambre de setas en mitad de un olivar, junto a otras curiosidades geológicas de las que hablaremos algún otro día. En un primer momento, el GP tuvo la sensación de tratarse de algún tipo de seta de cardo (aparecían en buen número junto a umbelíferas y formando a veces corros), pero sus láminas no eran nada decurrentes (se separaban las láminas del sombrero respecto al pie) y esto nos obligaba a abstenernos en el juicio. Una vez en casa, llegamos a la conclusión que debían tratarse más bien del género Melanoleuca, muy posiblemente M. grammopodia, aunque parece ser una especie no demasiado frecuente por nuestros lares.  En cualquier caso, llamaba la atención el gran número que aparecían por el olivar, rodeando a determinados cardos y creciendo apretadas unas sobre otras.

      Las otras setas que mostramos abajo son nuestras compañeras urbanas típicamente otoñales: los coprinos domésticos que emergen por cientos en algunas zonas del parque de Cánovas, junto a los troncos despejados de acacias y moreras. Estas sí que no tienen pérdida: lo único raro es, relativamente, la fecha. Acostumbrados a ver estos enjambres de hongos durante el otoño, estos oportunistas aprovechan cualquier tiempo favorable para extenderse... como lo que son. 

Y alguna cosilla más por estas fechas en el parque del Príncipe: orejas de Judas en el riachuelo de Aguas Vivas, junto a su entrada en el parque, junto al gran olmo derribado. Estas setas las hemos visto tanto en otoño como en primavera e invierno: su naturaleza lignícola la ayuda a estar un poquito por encima de las circunstancias.