Por fin, después de unos días infructuosos, Juan y yo hemos conseguido atrapar a estos veloces e incansables pájaros en reposo. Llevaba días paseando el carro a propósito por una pequeña calle colindante con la calle Argentina y por fin este domingo hicieron su aparición. Y eso que peor no podía empezar el día: es tiempo de oposiciones, el calor no había dejado dormir a nadie, un terrible dolor de muelas hacía que no atinara con la máquina ni con Juan, y muchas fotos acabaron saliendo borrosas. En este caso, unas golondrinas recién salidas del nido inician sus prácticas de vuelo, aunque siguen pidiendo la comida de la boca materna.
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Las golondrinas son mucho menos frecuentes en las ciudades que su familiar el avión común, y es también error de principiantes confundirlos. Sin embargo, no hay lugar para muchos errores: el avión no dispone de la mancha roja de la golondrina y su cola no se abre como la de esta última. Sus nidos también son diferentes, e incluso el lugar del nido: las golondrinas gustan más de lugares cubiertos (garajes, porches, establos, casas de campo...) mientras que el avión se conforma casi con cualquier cornisa. En cualquier caso, un pájaro perteneciente ya a nuestra cultura y a algunas de las poesías más empalagosas de la lengua española. Me pregunto si lo que vio Becquer eran aviones o golondrinas.
Así estaban las jóvenes golondrinas esperando su sopa boba.
Yo soy uno de esos analfabetos que no saben distinguir entre la golondrina, el avión y el vencejo.
ResponderEliminarY eso que todos los atardeceres decenas de ellos vienen a beber a la piscina.
Eso es una gozada: juanito empieza a quedarse tonto mirando a estos bichos bajando a beber a los estanques de los parques.
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