La última vez que vi una ranita meridional fue una cálida noche de verano hace quizás diez largos años, buscando la humedad de un grifo campero. Desde entonces, he estado buscando esta ranita en unos lugares y en otros por la geografía cacereña sin ningún resultado. Llegué a pensar incluso que estas pequeñas ranas habían desaparecido de la comarca; sabía también que son relativamente raras de ver por su arte del camuflaje y sus hábitos nocturnos. Y cuando me había dado por vencido y pensaba que nunca podría subirlas a mi pequeño rincón internáutico, se cruzaron de nuevo en nuestro camino.
Estaba yo con la familia visitando la charca de la dehesa comunal de Sierra de Fuentes. Enseñaba a mi sobrina Rosa los ranúnculos y renacuajos, aunque ella solo prestaba atención a la (inmensa) cantidad de agua que había allí recogida y señalaba a otras charcas de los alrededores. Cuando estabamos a punto de irnos, una pequeña cosa verde saltó al lado de mi zapatilla entre la hierba de la dehesa. "¡Una rana de San Antonio!" grité. Inmediatamente me di cuenta de mi error: allí siempre me había encontrado las ranas meridionales, pero la diferencia entre ambas es casi mínima. La agilidad trepadora de la rana, sus ventosas, su cara sonriente y sobre todo su intensísimo color verde es siempre el mismo. Tan solo si caemos en la longitud de su antifaz negro, nos percataremos perfectamente de la especie: en la ranita meridional (Hyla meridionalis) apenas supera el tímpano, mientras que en la de San Antonio (Hyla arborea) alcanza las patas traseras. Por lo demás son las dos únicas especies de nuestro país de una de las más exóticas familias de anfibios del mundo, arborícolas y esencialmente tropicales.
Nadie piense que la rana meridional posa así ante desconocidos. El G.P. la colocó en la piedra para nuestra sesión fotográfica.
Con un poco de cuidado, podemos jugar con la pequeña rana si la mantenemos en un lugar abierto y en el que se pueda sentirse capaz de saltar en cuanto sienta peligro. Frente a las huidizas ranas comunes, la rana meridional juega con el mimetismo y la quietud para defenderse de los enemigos.
Como se ve comparando al G.P. con la ranita, estos anfibios son bastante diminutos. No suelen superar los cinco centímetros de tamaño y las de San Antonio un poco más.
El amigo Valentín nos manda esta foto que hizo de un visitante de su casa
de las laderas de la Montaña hace poco tiempo. ¡Vaya afortunado!
¿Por qué no has preguntado, hombre?. Te habría invitado a subir a mi casa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues ya te digo que yo en el campo de mi familia no las veo desde hace años, ahí por Sierra de Fuentes.
ResponderEliminarLa que me mandas en la foto del email, no sé hasta dónde llega exactamente el antifaz negro, aunque me parece que es de las ranas meridionales... Además yo siempre las ranas que he visto en Cáceres eran de este tipo, y no de San Antonio.
Un saludo y gracias por la foto...