Vista general del lugarPalacete del siglo XVII, con puerta y ventana almohadilladas y escudo nobiliar en la parte superior.
Vista del otro lado de la explotación, propiedad privada y frecuentada por vacas.
Estamos en los llanos de Valdesalor, y en el atardecer del verano, los rayos del sol queman la tierra desnuda y la tiñen de colores ocres y rojizos. Si pensamos en un paisaje lunar, este es el lugar. Las alambradas y los cardos son los únicos testigos que nos dicen que el hombre y la tierra están allí. En medio del estepario paisaje aparece de pronto la figura de una casona antigua, cuadrada, erguida sobre una pequeña promontorio. Unas cigüeñuelas en el cielo nos avisan que sorprendentemente, hay agua en el lugar. Detengo mi bicicleta, y empiezo a observar el terreno. ¡Por fin nos encontramos con el granito del Trasquilón!
No se puede decir que El Trasquilón sea un paisaje hermoso, aunque ciertamente tiene su belleza ruda; es sin embargo un enclave interesante para aquel que deposita sus esperanzas no tanto en el mundo vivo sino en las sorpresas que nos puede dar el mundo mineral.
El Trasquilón fue una explotación de estaño de la que hoy prácticamente quedan un valle despellejado y una pequeña charca, frecuentados solamente por el ganado. Sin embargo, en muchas de sus pequeñas escombreras, nos podemos encontrar agradables hallazgos.
Un hombre detiene su tractor y nos pregunta qué hacemos allí. Le suplicamos que nos deje un rato
para buscar minerales.
- Hace tiempo, la gente venía aquí a buscar cuarzos- nos dice el dueño de una parte de la explotación- Si buscáis un poco os encontraréis alguno, y escarbando en el suelo nos sorprende con una pequeña punta de cristal de roca, trasparente.
- Antes eran bastante más grandes. Pero la gente no tiene respeto, se esconden, están a hurtadillas, algún día ocurre una desgracia con el ganado. ¡Con lo fácil que es preguntar!
Una vez que conseguimos el permiso del ganadero, empezamos a rebuscar y vemos los minerales que nos esperamos: ambligonitas, cuarzo ahumado, feldespatos verdosos y pequeñas turquesas.
Del otro lado de la charca, en el caserón, el abandono se hace mella en el lugar. El palacete del siglo XVII sobrevive a duras penas, con sus ventanas tapiadas en grosero ladrillo al descubierto, y la chimenea enquistada de nidos de cigüeñas. Un par de perros nos reciben con ladridos, pero no hay un alma: las ovejas se ven del otro lado.
Me entretengo fotografiando las cigüeñuelas de la charca, junto a un grupo de patos que descansan al otro lado de la orilla, para luego mirar al suelo un rato, y a ver qué encuentro. También lo esperado: unas buenas turquesas, mezcladas con ambligonita, algo de casiterita, ópalo chert y cuarzos recubiertos de apatito. Con el martillo logro hacerme con un buen cuarzo de varias puntas. Como en otras ocasiones, el atardecer se hace rápido y corro el peligro de quedarme a oscuras con la bicicleta en mitad de la estepa, mirando pedruscos. ¡Dichosos aquellos que descubren los misterios de la tierra!
No se puede decir que El Trasquilón sea un paisaje hermoso, aunque ciertamente tiene su belleza ruda; es sin embargo un enclave interesante para aquel que deposita sus esperanzas no tanto en el mundo vivo sino en las sorpresas que nos puede dar el mundo mineral.
El Trasquilón fue una explotación de estaño de la que hoy prácticamente quedan un valle despellejado y una pequeña charca, frecuentados solamente por el ganado. Sin embargo, en muchas de sus pequeñas escombreras, nos podemos encontrar agradables hallazgos.
Un hombre detiene su tractor y nos pregunta qué hacemos allí. Le suplicamos que nos deje un rato
para buscar minerales.
- Hace tiempo, la gente venía aquí a buscar cuarzos- nos dice el dueño de una parte de la explotación- Si buscáis un poco os encontraréis alguno, y escarbando en el suelo nos sorprende con una pequeña punta de cristal de roca, trasparente.
- Antes eran bastante más grandes. Pero la gente no tiene respeto, se esconden, están a hurtadillas, algún día ocurre una desgracia con el ganado. ¡Con lo fácil que es preguntar!
Una vez que conseguimos el permiso del ganadero, empezamos a rebuscar y vemos los minerales que nos esperamos: ambligonitas, cuarzo ahumado, feldespatos verdosos y pequeñas turquesas.
Del otro lado de la charca, en el caserón, el abandono se hace mella en el lugar. El palacete del siglo XVII sobrevive a duras penas, con sus ventanas tapiadas en grosero ladrillo al descubierto, y la chimenea enquistada de nidos de cigüeñas. Un par de perros nos reciben con ladridos, pero no hay un alma: las ovejas se ven del otro lado.
Me entretengo fotografiando las cigüeñuelas de la charca, junto a un grupo de patos que descansan al otro lado de la orilla, para luego mirar al suelo un rato, y a ver qué encuentro. También lo esperado: unas buenas turquesas, mezcladas con ambligonita, algo de casiterita, ópalo chert y cuarzos recubiertos de apatito. Con el martillo logro hacerme con un buen cuarzo de varias puntas. Como en otras ocasiones, el atardecer se hace rápido y corro el peligro de quedarme a oscuras con la bicicleta en mitad de la estepa, mirando pedruscos. ¡Dichosos aquellos que descubren los misterios de la tierra!
Geología y paragénesis: El interés del Trasquilón es eminentemente geológico, aunque la charca nos depara siempre sorpresas para avistar aves, como las cigüeñuelas. El Trasquilón es el otro yacimiento de estaño y litio con el de Valdeflores que podemos disfrutar en los alrededores de Cáceres. A diferencia del anterior, El Trasquilón es una cúpula granítica, independiente de los batolitos de los alrededores, que sale a la superficie en mitad del CEG. Presenta formaciones tipo greisen e intrusiones pegmatíticas, que permite encontrar allí minerales “raros”: casiterita, ambligonita, cuarzos, turquesas, fosfatos…
Aunque la explotación tiene galerías, según nos cuentan los del lugar, fue una explotación a cielo abierto, que recogía las arenas y rocas más cercanas a la superficie y eran filtradas, aprovechando sus elementos más pesados, como la casiterita. Estuvo en funcionamiento hasta los años setenta. Tiempo después el GP se enteró que su abuelo trabajó allí en el mantenimiento de las máquinas. ¡Qué cosas!
Para llegar… Atravesar el puerto de las camellas, por el sendero del camino de Santiago, para tomar después el primer desvío posible hacia la derecha, por el sendero que bordea la sierra al sur. A continuación y unos quinientos metros más adelante, habrá que desviarse hacia la izquierda. Hay dos caminos: uno es propiedad privada, el otro es público.
Cigueñuela: un visitante habitual de la charca del Trasquilón, sumamente huidizo, pero identificable en su vuelo.
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